II Concurso literario sobre el racismo organizado por el Banco Mundial en Bolivia – Segundo Lugar, categoría C
Fadrique Iglesias Mendizábal
[Él]
Domingo: Mateo Havertz campeón. Otra vez y David Coro se fija en su compañero de equipo con una cara rara, no sé si con envidia, pero al menos con disgusto mal disimulado. Ha tenido todas las oportunidades, te lo digo yo que lo conozco, y no las ha aprovechado. Suele tener una mirada acomplejada, de saber que se puede acercar, plantar cara, pero nunca ganar con rotundidad y en estas circunstancias. Me sabe mal, porque yo entreno a ambos y desaprovecha oportunidades. ¡La cabeza no le da!
Sábado: 3º etapa, montaña, 120 km por la mañana y 75 por la tarde. El Coro me gusta, aunque pudo salir mejor. Las piernas no le tiemblan como el viernes. Buena señal. Etapa ganada, hielo y descansar para mañana. Mis dos cachorros llegan fuertes. Está para cualquiera.
Viernes: 2º etapa. Coro tiene el cuerpo pesado, se le nubla la vista. Pero es nieto de aimaras, sabe sufrir. Ha dormido lo normal, seis horas y sigue bostezando. Las náuseas no han llegado a vómito –tampoco a sangre, como otras veces–, y eso es bueno. Hoy duerme, de premio, al menos siete horas, ojalá más, pero no hace caso. El fin de semana no hay courier, solo bicicleta. Si pudiera entenderme, llegaría a Europa. No le da.
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[Yo]
Jueves: Prólogo de La Vuelta al Valle, 10 km, 12 minutos, contrarreloj individual. Lo mejor es que voy a poder dormir en hostal, sin el llanto de mi wawa, además me han dejado una habitación solo para mí. Cuando no era profesional compartía habitación con Havertz, ya no. Para evitar roces innecesarios, me ha dicho.
Miércoles: Este año son 120 ciclistas, y de esos, 10 del club. Nos llevamos bien, en el grupo hay de todo. Bromas constantes. Dos cambas, un chapaco, dos orureños y el resto, cochalos. De estos, cuatro de colegio particular, solo yo de fiscal. Me joden con mi forma de pronunciar la erre, según ellos como ese. Son un cago de risa.
Martes: Día de descanso para las piernas. Hoy voy al courier solo a ordenar la correspondencia. El jefazo me ha permitido no repartir.
Lunes: Nada como comenzar la semana con series anaeróbicas. Intervalos de 1km, intensidad submáxima, en empedrado. Luego me cambio y llego al courier, a repartir cartas en la otra bici, esa que parece de carpintero. Un calentamiento. Y, como homenaje, sopa de gallina en bolsa para comer en el camino y gelatina al descanso. No hay tiempo de manteles, servilletas y sobremesa; tampoco dietas.
Domingo: Estoy como moto. Descansé el sábado. Normalmente trabajo fines de semana, vendo plásticos a una recicladora, los junto en la camioneta de mi tío y cobro 10 centavos por contenedor. Entrenar con Mijaíl, el colombiano llegado de Bélgica, es la oportunidad de mi vida. Viene sin prejuicios y dice que quiere llegar más allá de la zona norte de la ciudad, de donde salen todos. Sin él ya pude ganar varios campeonatos juveniles, imaginate ahora entrenando de verdad, con disciplina europea –ética de trabajo– como dice él, no la cultura de vagos, cleferos y llokallas del hampa. Dice que no me falla el cuerpo, sino la cabeza. Que tengo todo para ganar a Havertz esta vez. Le creo.
Fadrique Iglesias Mendizábal – Cochabamba