Por: Tomás García Laviana.
En Colombia, a través de los años e intensos procesos, han surgido un sinnúmero de personajes que han configurado formas y caminos de aprehensión y representación del mundo, desde acciones de lectura de la realidad de forma crítica, propiciando y promoviendo espacios comunicativos alternativos.
Esos recorridos se han transitado teniendo en cuenta las necesidades de la sociedad y las coyunturas de un país dominado por la maquinaria comunicativa y el periodismo voraz que permea, cosifica y desestabiliza a los individuos, ofertando des-información, distractores, construcciones sociales de la realidad que no permiten tomar postura desde dinámicas de consciencia.
En ese sentido se reconoce y reivindica a todos los que se han comprometido con la tarea de informar y comunicar desde la realidad, desde la verdadera razón del periodismo: ¡la verdad!
Teniendo en cuenta esto, el próximo 13 de agosto se realizará la conmemoración de la siembra del abogado, filósofo, humorista, activista, periodista y ante todo mediador de paz Jaime Garzón Forero, quien fue asesinado por los enemigos de la paz, la justicia y la verdad. Un hombre que instauró una propuesta comunicativa desde el humor inteligente y que supo ser un crítico de los medios hegemónicos aun desde sus propias pantallas. En ese entendido se puede decir que su legado tiene algo imprescindible: la “reflexión”, pues se convierte en el ambiente propicio para que, como pueblo, reflexionemos sobre el papel que juegan los medios de comunicación y los emporios de la información, en la conformación de redes de la sociedad y, por ende, de la forma de relacionarse, sea esta pacífica o altamente conflictiva.
Así mismo, en un mundo que está totalmente codificado, el lenguaje como aspecto esencial de la comunicación, puede prestarse para manipular y polarizar la sociedad, afectando la cultura en tanto la mercantiliza y banaliza, igual que la democracia y los bienes comunes que la deben configurar.
Colombia no es ajena a esta dinámica y en su medio de descomposición, se construye, funciona y actúa a través de ese lenguaje con fines políticos. Todo ello se da en un escenario social caracterizado por la alta concentración del poder y la riqueza, así como por la fragmentación e insolidaridad, motivo por el cual los medios de comunicación son factores esenciales e incidentes en la solución de conflictos, en su prolongación y no resolución, pudiendo y debiendo actuar en otro sentido, pues es desde allí que se reconfiguran los mismos, donde se propende por la construcción de estrategias, propuestas y acciones que permitan avanzar o retroceder en la consecución de un verdadero desarrollo humano, lo más anhelado en el país; sin embargo, la realidad colombiana nos muestra unas empresas de comunicación al servicio de la guerra y del expolio, que generan y promueven conflictos nacionales e incluso internacionales.
A su vez, la manera cómo se maneja el lenguaje de la comunicación para la construcción de estos discursos de violencia, debe ser confrontado por esa amplia mayoría que está a favor de la paz y la verdad, a través de medios que respondan a las necesidades propias de los pueblos de Colombia, y en la coyuntura actual, de medios que sirvan a la verdad, a la construcción de memoria, de educación y de una solución pacífica a los conflictos, que no promueva la “pacificación” como acallamiento de las diferentes voces. El ejercicio consciente y responsable del periodismo debe subordinarse al bien común, estar al servicio de las mayorías sustituyendo la perversidad y la mezquindad del sistema económico individualista; cuya tarea sea la identidad, el humanismo social y la resignificación de las culturas que habitan Colombia.
Entender la comunicación como un bien común
La comunicación para la paz debe ser entendida como un ejercicio de poder popular, que propicia la formación y construcción colectiva de saberes, propendiendo por la posibilidad y responsabilidad de ser sujetos políticos participantes de la consolidación de una paz con trasformaciones, es decir que sea una comunicación que garantice búsqueda permanente de soluciones a los grandes problemas que afectan al país y que sólo se legitima en la medida que los colombianos y colombianas vean los beneficios de una información desintoxicada del lenguaje de la guerra.
En este sentido es fundamental la concertación y un plan estratégico donde confluyan periodistas independientes, alternativos, populares, que junto a los sectores que se encuentran organizados, pugnen por un proyecto de nación, entendida ésta como la posibilidad de tejer redes sociales desde la colectividad y cada uno de sus actores, donde se trabaje por un cambio real y estructural para Colombia, sin segregaciones, entendiendo y realizando el ejercicio del periodismo ético como una parte del gran proyecto de las diferentes agremiaciones que se dignifican desde ese posicionamiento resistente.
Es así que en Colombia más de tres millones de personas no tienen acceso a la internet o no cuentan con medios de comunicación regionales (FLIP, 2016); a la vez la concentración de medios es abrumadora: solo tres grupos empresariales concentran el 57% de la audiencia en los distintos soportes comunicativos: radio, internet y prensa. (MONITOREO DE MEDIOS, RSF 2016), por lo cual la fuente de información casi exclusiva y por ende excluyente con la que cuenta la sociedad es la que ofrecen los medios tradicionales al servicio de las elites, a través de los grandes medios que controlan económica y políticamente, los cuales resultan estando a favor de poderes económicos y políticos que por su naturaleza opresora merecen ser afrontados.
De esta forma es importante exponer a la par y como condición de posibilidad de ese genocidio político en curso, que en los últimos cuarenta años han sido asesinados más de 150 periodistas, que tienen un común denominador: “Las víctimas adelantaban investigaciones que evidenciaban corrupción en el poder público y militar” (CNMH,2015). Sin contar que en lo transcurrido del 2017 más de 200 periodistas han sido víctimas de violaciones a sus derechos bajo la forma de amenazas, acoso judicial, detención ilegal, estigmatización, hurto de material periodístico, entre otras acciones que ponen en riesgo la labor periodística (FLIP,2017).
Paz también es democratizar los medios de comunicación
En efecto, el buen vivir no debe ser monopolio de quienes llevan las riendas del poder político y económico del Estado y la consolidación de un país con prosperidad e igualdad debe propender por el rescate y construcción de la memoria histórica, considerándose ésta como un valor y un beneficio colectivo que fomenten las estructuras de una organización social digna.
Para esto es necesario la recuperación de espacios que garanticen la asociación, en sentido colectivo de los medios para las comunidades, que permitan sus propias formas de desarrollar la comunicación a través de una legislación efectiva y de garantías que responda a la democratización y los recursos necesarios para la comunicación, así como la igualdad de oportunidades para asegurar a las comunidades el acceso al espectro electromagnético, permitiendo de esta manera desarrollar una comunicación proactiva que beneficie a las comunidades, y cree verdaderas condiciones de seguridad en el ejercicio del periodismo, así como el respeto a la libertad de prensa.
En ese caso es necesario y urgente reglamentar un nuevo marco legal para la comunicación dentro de la sociedad colombiana que, quizá, sea referente del presente de nuestro país.
En conclusión, es imperativo realizar un ejercicio constante y consciente de reivindicación en memoria del legado de Jaime Garzón y de muchos otros periodistas que han abonado con su sangre y su vida el ejercicio del periodismo ético, responsable e independiente; es momento de que en conjunto, un periodismo organizado, aporte las condiciones necesarias para que el ejercicio ético de la profesión desarrolle una pedagogía de paz que aporte a la formación de los comunicadores en campos y ciudades, en los diferentes contextos y rincones del país, brindando información, material que les permita obtener insumos fundamentales en la toma de decisiones ecuánimes, honestas, transparentes y coherentes con la labor comunicativa, que apunten al buen vivir y posibiliten transitar a una nueva cultura política de emancipación, bienes comunes y cuidado de nuestro habitar en el planeta. Los retos entonces son definitivos e históricos.