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¿Compro, o no Compro?

Heberto Arduz Ruiz        

Un pequeñuelo de diez años de edad, en la quietud del dormitorio compartido con tres hermanos, a escasos días del advenimiento de la Navidad pensaba en el regalo que le gustaría recibir por parte de sus padres.  A dicho objeto fue a mirar vitrinas en las tiendas y puestos de venta de la Av. Domingo Paz, de la ciudad de Tarija, llamándole la atención un trompo grande a cuerda, de vistosos colores; pero descartó el mismo debido a su elevado costo, que resultaría inalcanzable de comprar de acuerdo al monto ofertado como regalo. Luego una billetera marrón que se doblaba para portar en el bolsillo trasero del jean le pareció muy bonita, atractiva y a la moda vista en alguna película de la matinée dominguera, pues nunca antes tuvo nada parecido.

En horas previas a la Nochebuena Jorge caminaba por la calle La Madrid, en pleno centro citadino, a escasos pasos de su domicilio en el barrio Las Panosas, a fin de dirigirse al lugar donde avistó  el  regalo ambicionado y adquirir  con el dinero que le dieron sus progenitores. Desde un banco de la plaza, en compañía de algunos amigos, como se acostumbra en el ambiente en hora próxima al mediodía, su padre observaba a poca distancia las dubitaciones del pequeño, quien hacía gestos dando unos pasos hacia adelante y luego parándose en seco en señal de indecisión, levantando de golpe las manos y volviéndolas a bajar en rápido desplazamiento.

El gran dilema del momento crucial era: ¿compro, o no compro…? El aspecto positivo no era otro que poseer por vez primera una billetera; el tiempo pasa rápido y, próximo a la adolescencia, pretendió disponer de algo similar a lo que vio que tenía un amigo de acomodada familia. En contrapeso valorativo de la balanza imaginaria, lo negativo significó invertir el dinero en la compra y no disponer de un billete adicional para guardar en el interior del propio objeto. ¡Qué problema!

Apenas retornó a la vivienda su padre le preguntó acerca del motivo de la duda que le embargaba, en el tránsito fugaz por la plaza Luis de Fuentes. Sorprendido a raíz de la perspicacia de su papá, Jorge le refirió la opción de adquirir o no la prenda. Todo se zanjó en el mismo acto mediante la entrega adicional de  unos billetes que hagan posible el estreno de la billetera y así poder presumir con los chiquitines del barrio, que tras la Nochebuena se reunían a efecto de mostrar sus regalos. Y colorín colorado, la vacilación navideña llegó a su final. Felices pascuas a los niños del mundo y que Dios los bendiga.

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