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Caspa de Ángel / A manera de Introducción

Lo real es siempre el objeto de una ficción, es decir, de una construcción del espacio en el que se anudan lo visible, lo decible y lo factible.”

                                                     – Jacques Rancière.

 El espectador emancipado.

El sociólogo Zygmunt Bauman[1], caracterizó la post modernidad como un tiempo líquido, refiriendo que el tiempo y el espacio en nuestra época, tienen una connotación diferente a la connotación espacio temporal de la época Aristotélica o Kantiana. Eso porque, las situaciones de vida y las estrategias de respuesta frente a esas situaciones, se modifican tan rápidamente que no pueden consolidarse ni traducirse en hábitos y costumbres. Simplemente, nuestro mundo avanza y se modifica a un ritmo vertiginoso, no hay tiempo para cuajar o coagular nada, ya que inmediatamente, hay algo nuevo en reemplazo.

Conjuntamente, también son acelerados los cambios de comportamientos, hábitos y costumbres. Hoy, según Bauman, vivimos en un tiempo a-histórico, donde todo lo que sucede es instantáneo y en un espacio virtual de realidades multiformes e inmediato.

Por consiguiente, en esos tiempos de cambios acelerados, de modificaciones vertiginosas en los usos y costumbres en la sociedad aparece la ética del triunfo rápido, que hace parte de la categoría central y pobreza analítica de pensamiento, de una camada poblacional bastante significativa, de Latinoamérica y por ende de Bolivia, que se dedica al narcotráfico, por no tener la capacidad imaginativa de triunfar en la vida, sin hundirse en estos lodos.

Por lo mismo, el comportamiento simbólico de los narcotraficantes, ocupa un lugar de destaque en nuestra sociedad Latinoamericana; especialmente como experiencia de ascenso social relámpago, sumado a la cultura de ostentación y fraganti incumplimiento de las leyes; que genera curiosidad y un cierto fascino del restante de la población, que ambiciona estar al tanto de la vida y la obra de esos personajes, que logran perforar espacios deportivos y políticos entre otros, siempre envueltos en gran ostentación de poder y dinero. Ocupando mucho espacio, con sus oralidades y visualidades inauditas, sumados a derroches, muy comunes de las colectividades que nunca tuvieran nada.

Tales comportamientos egocéntricos, egoístas, abusivos y exhibicionistas lograron crear una nueva estética: la narcoestética[2], muy alejada, por cierto, de las estéticas letradas y cultas que nos fueron heredadas de Europa; que logra crear un distanciamiento social, porque está reñida con la elaboración del gusto acuñado por las vanguardias y las élites; no se trata de mal gusto, apenas, es otra estética, que sin embargo, goza de notoriedad entre las clases más populares, que, en muchos casos tratan (guardando las enormes distancias), de imitar los gustos llamativos y el comportamiento desreglado, que carece de empatía y no acepta la regulación colectiva.

En muchos casos, sirve de ejemplo para salir rápidamente de la pobreza y sin esfuerzo según el imaginario de sus admiradores, en su desvalía analítica y moral.

En los países de la región, la cultura narco, rebasó sus propios límites al alejarse completamente de la cordura; y logró corromper al Estado en diferentes niveles (sobre todo los judiciales). Creó otros subniveles de poder, donde el narcotraficante trabaja apoyado en jóvenes sicarios dispuestos a dar su vida a cambio de dinero; ostenta bellas modelos, fomentando el mercado de la mujer objeto, que puede ser comprada. Afianzando la cultura del vale todo, para tener dinero y olvidarse de la pobreza.

Además, cuando el dinero no logra el resultado esperado, imponen sus razones a través de las armas, generado más caos en los países Latinoamericanos, que por su estructura socio económica, se caracterizan por las desigualdades sociales extremas y la insondable brecha social.

Debido a lo cual, el narcotráfico logró influir en la historia, la economía y la cultura de Latinoamérica; al tiempo que se convirtió en un símbolo de las fuerzas destructivas de la globalización, transformando, también, la manera de narrar Latinoamérica.

Así que, desde mi punto de vista, basados en la ética del triunfo rápido, se forjó el nuevo género narrativo llamado narcoliteratura[3] un término[4] reconocible tal vez, para contar el éxito rápido del narcotraficante, que terminaba en la ruina o desgracia, desembocando en una moraleja (subliminal), basada en los principios judío- cristianos de que: “el crimen no compensa” y no sirve de referencia para los actos humanos. O, tal vez, fue el juglar, que aun llevamos a dentro, el que registró esas historias extravagantes de la vida real, creando así, la literatura del narcotráfico, que no deja de ser un registro de la disfuncionalidad social a niveles alarmantes, que los gobiernos de la región y del mundo se niegan a aceptar como realidad.

Muy al margen de mis hipótesis empíricas, cabe resaltar que el realismo mágico y todo lo que engloba las características de la literatura del siglo XX en Latinoamérica, dieron paso a la literatura del realismo exacerbado o hiperrealismo, donde se muestra al individuo en su desgarradora existencia del día a día, sin futuro y carente de perspectivas en desmedro del mito de la humanidad; la faceta Latinoamericana actual, del realismo exacerbado, es la narcoliteratura, que dada la minucia característica del hiperrealismo, peca por violenta y sanguinaria, cuando en realidad, esta forma estética revela un compromiso social de denuncia.

Desde los años noventa, ya encaminándose para el siglo XXI, aparecieron textos impregnados de violencia, con escenas de la vida fácil ofrecida por el dinero del narcotráfico; narrativas llenas de derroche, muertes, corrupción, impunidad en una clara muestra de la descomposición del tejido social.  Propiciando, una clasificación de diferentes elementos como son la semántica de la frustración y el desencanto y los pactos de lectura que suscribe.

Tomando en cuenta que la narcoliteratura entrega al lector el relato del acontecimiento, en muchos casos historiográfico, en otros casos de ficción; los escritores reunidos en la presente obra, se enfrentaron con el ámbito de los conceptos y con el de las variables que provienen de la situación social y cultural, de los personajes descritos.

Entonces, es menester mencionar, que estos grupos delictivos comparten jergas, modismos y expresiones algunas veces, en lenguas vernáculas (como variantes lingüísticas aceptables solo en el medio en particular descrito), que también son introducidas a los textos narrativos, dando una singularidad a los mismos, haciéndose excepción, en cuanto a la literatura universal se refiere[5]. A sabiendas, porque está ampliamente descrito y registrado, que a mayor espíritu nacional suele corresponder menor universalidad.

Con todo, el realismo y crudeza con que la temática es descrita, para registrar la etapa socio-histórica paralela, que se desarrolla en el país, entiendo que las expresiones mencionadas no vienen en desmedro de la universalidad narrativa, puesto que, la temática abordada es de tinte universal al narrar una problemática que lacera la humanidad.

Corroborando con el enunciado, encontramos en Bernard Pottier que: “No somos esclavos de nuestras lenguas. Ellas nos sugieren soluciones, nos proponen cuadros ya preparados, pero una intensa práctica lingüística permite a nuestro pensamiento encontrar expresiones más adecuadas, más cercanas a lo que realmente queremos comunicar”[6]. En el caso de la presente antología, los escritores de narrativa, testimonio y crónica, pretenden expresar la realidad del sub mundo del narcotráfico.

Los estudiosos de la materia apuntan a Héctor Abad Faciolince[7] y Omar Rincón como los literatos colombianos que, de forma visionaria, en la década de los noventa, definieron lo que hoy se conoce como narcoestética. Faciolince llamó la atención para el exhibicionismo del dinero y el encandilamiento de una sociedad por el exceso narco, como una característica de esta manifestación, Rincón[8] por su parte, dio una lectura ética en términos de entender el narcotráfico como un resultado del capitalismo salvaje, al sondear la profundidad sociocultural de este fenómeno.

En el siglo XXI, la narrativa, al dar continuidad a los modelos expresivos precedentes como la introducción del collage y del habla vulgar, los juegos con el tiempo y la invitación al lector a reelaborar o incluso re-escribir la historia, sumados a las rupturas, con la introducción de los nuevos paradigmas (cambio de canon literario y etc.), sirvieron de campo fértil a la literatura del narcotráfico como subgénero narrativo.

Desde mi punto de vista, la literatura del narcotráfico aparece, más que introduciendo cambios en la manera de contar, aparece introduciendo cambios en el qué, contar. Al mostrar una realidad lamentable, del mundo del crimen organizado, dónde el individuo se deshumaniza totalitariamente, llegando a asumir el estatus de objeto, al buscar la satisfacción inmediata sin importar los medios y, por ende, el otro.

Al ser la descripción de un fenómeno vivo, muchas veces, ese subgénero narrativo, da la impresión de ser sensacionalista o superficial y, de incentivar el morbo por el mundo delincuencial como ejemplo de vida (haciendo del delincuente el héroe, la figura estelar), como se ve en producciones literarias y[M21]  sobretodo televisivas de la región.

La Literatura del Narcotráfico, en el caso de Bolivia, se inicia  formalmente[9] con esta antología: Caspa de Ángel; que logra retractar el narcotráfico y sus imaginarios culturales, a través de autores que poseen una narrativa intelectualmente madura y socialmente situada, que logran narrar los hechos que atañen a un país productor de droga, lo que constituye una fase de suma importancia dentro la cadena narco delictiva, que se proyecta sobre Bolivia y Latinoamérica  como un problema endémico, sumado a que es uno de los fenómenos más significativos de la globalización actual[10].

Esa mirada, tan necesaria, al lado oscuro de nuestra sociedad, permite cuando cavilamos al respecto, que nos percatemos de que, por lo general, son historias violentas de gente simple, embrutecida por el poder y el dinero, en la mayoría de los casos; los otros, lo menor de los casos, son personas sumidas en la dependencia esclavizante del vicio. Triste, de cualquier prisma que se mire. Pero, dolorosamente real.

La literatura del narcotráfico, surgió en Colombia, le siguió México y España, como pasa con todos los fenómenos literarios Bolivia se quedó al margen, con escasas publicaciones sobre el tema; surgieron algunos cuentos esporádicos, algunos trabajos periodísticos, sin que se haga un debate abierto sobre ese sub género de la literatura, de carácter realista, que expone de manera cruda, los crímenes relacionados al complejo fenómeno social, político económico ligado al mundo del narcotráfico, simbolizando la lucha del poder de la sociedad contemporánea: el antiguo orden Estatal contra el nuevo orden criminal. Evidentemente, se trata de figuras análogas, empero, que se enmarca en la esfera de lo literario.

Ahora, con Caspa de ángel, Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico, se abre otra etapa en la literatura boliviana, aunque de manera tardía, pero, que logra equipararse a la temática regional y llamar la atención a nivel mundial para la literatura que se hace en Bolivia; en ese momento alejada de la tradición, sumergida en la problemática que atañe al mundo globalizado, con el serio riesgo de las consecuencias de encontrarse consigo misma.

La narrativa incluida en esta antología, recoge de manera central o parcial la producción, distribución y uso de drogas, no como un listado de miserias observadas, tampoco creando un pseudo heroísmo en personajes delincuentes; por el contrario, con mucha imaginación y arte, aportando, en gran manera, desde el punto de vista estético-literario, sumados al registro testimonial-histórico, donde destacan: Sandra Concepción Velasco con el cuento “Trino”; Juan Claudio Lechín Weise con los cuentos “El Narcotraficante” y  “El linchamiento de Epizana”;y el propio Homero Carvalho Oliva,con el cuento “El mal olor de los sueños”; entre otros destacados autores.

La construcción del pensamiento crítico en una sociedad, solo es posible cuando no se obvia ningún aspecto que le es inherente al lapsus histórico que se desarrolla y la literatura es un faro que alumbra caminos en la noche; porque la literatura confronta a las personas con distintas visiones de mundo, con diversas interpretaciones de la realidad, dirigidas a desafiar sus esquemas mentales, creencias y valores, ya sea produciendo un cambio permanente o temporal de los mismos o inclusive, reafirmándolos[11].

Puesto que el pensamiento crítico abarca la contextualización, es decir, sitúa las circunstancias en las que se desarrolla un hecho y también la asociación con otros aspectos correlacionados; de manera que, conduce a la construcción de una crítica social, que podrá usar principios, esquemas conceptuales o teóricos para analizar y explicar las estructuras sociales.

De ahí, deriva la importancia del legado de Homero Carvallo Oliva, como primer antologador en compilar la temática de la literatura del narcotráfico, que permite visibilizar el fenómeno del narcotráfico desde el punto de vista de su producción, comercialización e incidencia social en Bolivia, un país productor y exportador de droga. Convirtiendo la literatura en alegato de una época compleja y por demás, heterogénea culturalmente en que el crimen organizado cobra protagonismo de estrellato en algunas esferas sociales, desafiando la ficción donde la realidad la sobrepasa en años luz.

A partir de la antología que tenemos en manos, es posible analizar y construir modelos teóricos, conceptuales, interpretativos y explicativos de los fenómenos inherentes y adyacentes a la problemática del narcotráfico en Bolivia y en la región; porque a través de la literatura se pudo exponer los modos de construcción, las contradicciones y los intereses subyacentes a la problemática del narcotráfico; lo que contribuye a la construcción de una crítica social interna.

Con todo lo que se conoce como corriente crítica en las ciencias sociales y en la psicología social, no se restringe a los aspectos de coherencia interna, sino que va más allá, puesto que su tarea es discutir las atribuciones de esencialidad que naturalizan a las formas de conocimiento producido mediante la literatura, presentándolas como la forma canónica. Que sirve de voz de alarma y de llamado de atención, sobre el despeñadero para el cual nuestra sociedad se encamina.

A los méritos de esta antología, hay que sumar la plusvalía de la difusión de esta literatura en los mercados extranjeros, dónde Homero Carvalho Oliva es el escritor boliviano más conocido en el siglo XXI, lo que hace que el libro Caspa de Ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico sea aún más valioso e indispensable.

En la primera parte encontramos cuentos en que abundan elementos que revelan una cosmovisión contemporánea, donde nuestra sociedad aparece hondamente cuestionada por las diferencias socio-económica-culturales en que está fundada. Existe un profundo escepticismo acerca del orden social que rodea a los personajes en los diferentes cuentos. En el mundo representado a través de sus ojos, la vida se ha convertido en una especie de juego estoico en donde los personajes no se conforman con el entorno gris y mediocre en el cual desarrollan sus actividades y buscan nuevos horizontes, arriesgando la propia vida, en el mundo del crimen. Otros extasiados por los placeres diáfanos que las drogas proporcionan momentáneamente y algunos, víctimas de la maldad atroz de los criminales que componen esa esfera.

Como las fronteras entre la narrativa factual y ficcional son inconsistentes, en los diferentes cuentos, se percibe de forma recurrente, matices del fenómeno del desencanto relacionado con factores como el nihilismo, la secularización, el imaginario colectivo y el estado de ánimo social.

Más que ningún otro género literario, el cuento sirve para reforzar en el lector la idea de que vivimos inmersos en un espacio físico y sociocultural paralelo, ya que la realidad descrita no condice con la realidad experimentada en el día a día de las clases medias, aún que todos sabemos que el mundo paralelo está ahí, pero, no se visualiza con la misma profundidad con que es narrado. Más aun, el cuento ha de contribuir en gran medida, a la comprensión del público lector, de la construcción social que se está edificando en el siglo XXI en toda Latinoamérica.

De manera general, cabe afirmar que los cuentos que son parte de esta antología de per se son un gesto crítico a la sociedad y a la forma de narrarla. Como se puede ver en el fragmento de Adolfo Cáceres Romero:

“(…) Cubierto de sangre por todo el cuerpo, el sicario fue arrojado a las sombras del altiplano. El estruendo de un disparo le iluminó el rostro, rompiendo el conticinio de la noche –noche fría, cuajada de estrellas–, cuando se dirigían a la frontera con Chile, para cruzarla con la droga que transportaban, por una región donde los aguardaban los narcos chilenos. Arrojaron el cuerpo del sicario al silencio del altiplano (…)”[12].

No cabe duda de que cada autor tiene voz personal y explora su propia estética, alcanzando niveles destacados en sus narrativas; como el caso de Silvia Rózsa Flores:

“— ¡Soy un avión! —gritó Mario con los brazos extendidos y saltó por la ventana.

Sus amigos que estaban en la habitación chillaron a coro:

 — ¡Socorro! ¡Socorro! Mario se mató.

(…)

Si bien, Jairo, conocido como el “Capo”, pretendía que la cocaína sea llevada directamente al mercado estadounidense, el polvo voló a los consumidores locales y el control se le fue de las manos. A tal punto, que en un par de años ofreció un terreno para que el estado construya la Granja de la Misericordia, un centro de rehabilitación y reclusión, a 70 kilómetros al norte de Medellín, para jóvenes menores de edad que eran considerados adictos y/o que cometían delitos menores. (…)”[13]

La segunda parte de esta antología presenta crónica narrativa, que es un género intersticial surgido entre los campos del periodismo y la literatura. Para Carlos Monsiváis: una crónica es una “reconstrucción literaria de sucesos o figuras, género donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas”.[14]

Normalmente, la crónica es una narración amplia con una visible participación del yo narrativo o escrita en primera persona y trata sobre grupos infrecuentes, marginales, disidentes, o sobre acontecimientos, personas o espectáculos y ritos sociales, a nivel local o en el contexto latinoamericano de las últimas décadas.

El escritor configura su voz particular como cronista en una narrativa donde genera y valida, nuevas formas culturales y representaciones sociales.

En la presente antología recogimos importantes crónicas, donde destaca una hierofanía construida en base al narco cultura y sustentada por sus adeptos como nos relata Cecilia Lanza Lobo:

“(…)

Bajo el techo de la apacheta caben todos, justos y pecadores. ¿Los narcos? “Para qué mentir”, también vienen trayendo gladiolos. “No se puede impedir que vengan”, dice Willy algo resignado. San Jailón es también Santo de los narcos. (…)”[15].

La tercera parte de Caspa de Ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico presenta un testimonio.

El testimonio es una categoría literaria muy reciente y que, en la mayoría de los casos, se utiliza de forma confusa y poco definida. Ya que la literatura testimonial emerge a fines de los sesenta, ampliando los límites de la literatura y redefiniéndola para narrar la revolución cubana y su proyección hacia el conjunto de Latinoamérica. El testimonio a sus inicios correspondía a la denuncia política.

Hoy, después de cincuenta años de su aparición sirve para representar un acontecimiento o proceso violento realmente ocurrido, sea político o no, del cual el texto desea dar cuenta, visibilizar o construir su memoria.

Jaume Peris Blanes[16]refiere que el testimonio es la presencia de una voz subjetiva que garantiza la veracidad de lo ocurrido, y que vincula la narración del acontecimiento con su circunstancia y su punto de vista. Además, “permite la construcción de una versión diferente, cuando no opuesta, a las narrativas institucionales y oficiales sobre el pasado reciente. En ese sentido, muchos de los analistas culturales han vinculado la emergencia de la literatura testimonial a la búsqueda de canales nuevos de expresión para las comunidades subalternas”.

Como ejemplo, en la presente antología tenemos a Mauricio Reyes:

“(…)

Nosotros comenzábamos los interrogatorios con la información que teníamos del caso a través de las noticias y lo que contaban los policías. En los casos de violación, casi nadie quería ser abogado defensor, yo menos aún. Yo nunca hacía de abogado defensor cuando el recluso era un violador, yo solía ser el juez (…)”[17].

Cabe notar, a través de las narrativas que contienen esta antología, que una característica del narcotráfico en Bolivia, es el hecho de ser menos sanguinario que en otras latitudes; posiblemente, por la idiosincrasia del boliviano, que es más pacífico que el hombre latino del resto de los continentes; además que es devoto y apegado a la familia (y normalmente pertenece a una estructura familiar concreta), razones por las cuales se abstienen de cometer otros crímenes, fuera de producir y traficar drogas. Sin embargo, esta tarea criminal, obliga a relacionarse con otros grupos delincuenciales de otros países, haciendo que los índices de criminalidad aumenten en Bolivia en el último decenio, conjuntamente el aumento de súbditos extranjeros en el país. Normalmente, el narcotraficante boliviano, no se considera a sí mismo un criminal o delincuente ya que mira como una opción económica, muy rentable, el negocio de la elaboración de cocaína, que se implantó en el país en los años setenta, incrementándose de forma vertiginosa, en los últimos quince años. El narcotráfico es un negocio cada vez más fragmentado, en constante mutación y continua expansión.

Precisamente por eso, la problemática del narcotráfico redefinió la realidad contemporánea, en la región y en el mundo. El fenómeno sigue vigente, no obstante, como todo movimiento histórico, la literatura del narcotráfico, se halla limitada por la temporalidad. Y esperamos, que un día, no muy lejano, acabe; quedando apenas, como un recuerdo en los anaqueles del tiempo.

 Dicho eso y, después de todo, lo que más me cautiva en Caspa de ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico, es su enfoque realista. Esa mirada honesta hacia adentro, esa capacidad de desnudarse frente al otro y mostrar toda la fealdad y cicatrices, sin pudor, construyendo un importante corpus narrativo sobre el narcotráfico. Los textos compilados, jamás justifican el narcotráfico, pero, al mostrar las personas que se enfangan en esas faenas, desentrañan una faceta desgarradamente humana del crimen organizado.

 Márcia Batista Ramos.


[1]BAUMAN, ZYGMUNT. “TIEMPOS LÍQUIDOS VIVIR -UNA ÉPOCA DE INCERTIDUMBRE” (2007); Editorial:

TUSQUETS.

[2]“(…) llegamos al siglo XXI y nos encontramos integrados como latinoamericanos vía el narco: sus músicas recorren toda la región, su estilo de vida es el sueño colectivo del éxito, su moral es la que pega con la sobrevivencia, sus códigos son contados en literatura, cine y telenovelas, su modo de ascender es la ley. Y en ninguna encuesta nacional aparece como problema, y es porque esta cultura gusta en cuanto nos cuenta como somos: sociedades de sobrevivencia, sociedades de la exclusión donde solo se puede avistar el sueño de la modernidad vía lo paralegal (ya que no es ilegal, es el otro sistema de ascenso social): el narco permite pequeñas felicidades capitalistas; imagina progreso, libertad, igualdad; promete el confort del tiempo libre, las mujeres, el entretenimiento y la figuración social…” RINCÓN, Omar. “Todos llevamos un narco adentro – un ensayo sobre la narco/cultura/telenovela como modo de entrada a la modernidad. Versiones previas de este texto fueron publicadas por la revista NUEVA SOCIEDAD # 222, Julio-agosto, 2009, pp. 147 – 163 (Narco.estética y narco.cultura en Narco.lombia) y en la Revista

QUIMERA 315 – Revista de literatura – febrero 2010, pp. 40-45 (NARCO.tv Lo narco como marca

actual de la telenovela colombiana).

[3]  Parte de la definición propuesta por el profesor mexicano Felipe Fuentes: “(…) obras literarias que recogen de manera central o parcial la producción, distribución y consumo de drogas”; en: FUENTES, Felipe Oliver (2013), Apuntes para una poética de la narcoliteratura. México, Universidad de Guanajuato.

-Hoy, se mantiene la discusión si, la Narcoliteratura es un género narrativo un formato o subgénero narrativo con elementos distintivos. Para el comentario introductorio de “Caspa de ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico”, asumimos como premisa que la Narcoliteratura es un subgénero narrativo, en vista de la multiplicidad de novelas que circulan bajo este rótulo en el mercado editorial. (N.A)

[4] Sobre el termino Narcoliteratura: “El termino narcoliteratura, claro está, no es el más académico o rigorista pero sí el más funcional o por lo menos el más reconocible.”  en: FUENTES, Felipe Oliver (2013), “Apuntes para una poética de la narcoliteratura”. México, Universidad de Guanajuato.

[5]En el caso particular, de Literatura del Narcotráfico, la universalidad no se contradice con la particularidad (expresiones idiomáticas regionales, jergas y modismos), tomando como paradigma los presupuestos estructurales y la función dialógica de las lenguas. Desde luego, se comprende también que la universalidad implica forzosamente un ascenso del nivel de comprensión general del texto literario, pero dado el realismo de la temática, la excepción está justificada “per se”. (N.A)

[6]  Los lineamientos de Bernard Pottier están recogidos en estos dos trabajos: “Lenguas y culturas”, en: Discursos de Investidura de Doctores Honoris Causa, Madrid: UNED, 1993a, pp. 21-54 y en “Semántica General”. Madrid: Gredos, 1993.

[7] Faciolince, Abad H. (1994). “Lo Último De La Sicaresca Antioqueña”. El Tiempo.

[8] Rincón, O. (2009). “Narco.estética y Narco.cultura en Narco.lombia”. Revista Nueva Sociedad (22), pp. 147-163.

[9] Fueron publicados esporádicamente en Bolivia, en todo subgénero de la narrativa, material literario cuya temática era el narcotráfico; entretanto por primera vez, se da una mirada profunda y polifacética a la temática en una sola obra. (N.A.)

[10] En el libro “When I Wear My Alligator Boots. Narco-Culture in the U. S. Mexico Borderlands” (2014), la antropóloga canadiense Shaylih Muehlmann ofrece un análisis excelente del impacto del narcotráfico en la población mexicana local, con todos los aspectos que acarrea: consumo de drogas, largas estancias y violaciones en la cárcel, alto impacto de la cultura narco y de su ostentación de riqueza entre la gente más pobre.

[11]  Ver: González L. Adriana C. “Letras”; vol.56 no.91 Caracas dic. 2014.

[12] Fragmento del cuento: “Secreto chipaya”. Adolfo Cáceres Romero; Caspa de Ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico (2020).

[13] Fragmentos del cuento: “Ambición y desamparo”. Silvia Rózsa Flores; Caspa de Ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico (2020).

[14] Monsiváis en JARAMILLO AGUDELO ed. 4 (2012:12). Por su parte, JARAMILLO AGUDELO, D. (ed.) (2012). “Antologíade crónica latinoamericana”; actual. Buenos Aires: Alfaguara.

[15] Fragmento de la crónica: “San Jailón. Un santo con clase en las tierras del narco”. Cecilia Lanza Lobo; Caspa de Ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico (2020).

[16] Blane, Jaume Peris: “Literatura y testimonio: un debate”. https://www.researchgate.net/publication/280237675_Literatura_y_testimonio_un_debate

[17] Fragmento de: “La justicia en el calabozo”. Mauricio Reyes; Caspa de Ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico (2020).


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