Iván Jesús Castro Aruzamen
V
Existe un silencio traslúcido
después de toda palabra
al que frecuentemente
me arrastra una mano invisible;
y no es ausencia alguna ni siquiera
el recuerdo invariable del tiempo
sino una constante inmaterial
que emerge del vacío de la palabra;
si fue un día de sol o de negras nubes
que viajaban humildes hacia el norte,
¿acaso importa ahora?
yo tan solo guardo la idea de cómo se desplomaba la tarde
y el aire a tu alrededor se hacía añicos,
porque tus pasos abrían senderos nuevos
entre las sombras;
desde un precario altar
erigido a un costado del camino
tu semblante era tan exquisitamente terrenal
más nada de rastro celestial alguno
o vestigios de otro mundo del cosmos;
eso sí, tus palabras fundaron donde nada existía;
tú historia y la mía,
apenas han sido pequeños destellos
de un tiempo sin final,
en la que podremos contar las derrotas
y las veces cuando callada,
sola como el canto de un gorrión extraviado,
ensamblaste las partes desperdigadas de un hombre
que despacio iba camino al matadero.