Maurizio Bagatin
Agradezco a Luis Alfaro Vega por su labor de ratón de biblioteca
Casi nadie ya lo recuerda, pocos habrán leído sus poesías, sus trabajos de crítica y de difusión literaria, sus ensayos, pocos habrán compartido con él tardes de cervezas y la poesía de Vallejo y de Ungaretti, y de haber sido uno de los pocos me siento muy afortunado. El ácrata Carlos Franck era poeta de la palabra y por la palabra era poeta de palabra.
Sería la hora de publicar toda su obra. Mientras me permito escribir esta breve nota, citando el material que el amigo Luis logró rescatar de la Biblioteca Nacional de San José de Costa Rica, país donde el poeta vivió pareciera desde siempre, y aunque no fuera así, su desarraigo fue lo de su alma apátrida, de su búsqueda permanente en esta eternidad que lo llevó siempre en decir que: “Nunca se dónde voy, pero siempre llego”.
En Costa Rica fundó la revista Hipocampo de la cual fue también director, escribió en la revista Arte y Literatura y en varios cotidianos locales; siempre envuelto por el arte y su innata melancolía, El Quijote del infinito como lo definió Anna María Parra Aravena, a final de los años noventa se retiró en Cochabamba. Aquí la parca vino a visitarlo en enero del 2008.
De la revista Hipocampo Luis logró encontrar, en la Biblioteca Nacional, el numero 1, una joya. Ahí podemos disfrutar de dos textos del poeta boliviano, La vigencia del Bauhaus en el arte contemporáneo y Giles de Rais: Cuentos infantiles y asesinatos. Habrá que andar por bibliotecas y hemerotecas, preguntar a los que lo conocieron aquí y allá para rescatar la labor literaria que difícilmente encontraremos aquí en su país natal. En enero de este año falleció uno de sus grandes amigos, el poeta Edgar Avila Echazú, testimonio de los años bohemio en la Chuquiago de Jaime Saenz y de sus imágenes paceñas. En el 2000 Edgar Avila Echazú publicó en la Revista Neruda Internacional un ensayo sobre la poesía de Carlos Franck: “Carlos Franck, poeta de la honda claridad”. Perdimos un poeta – no su poesía – y muchas historias por contar.
En una de las tardes que yo llamaba “Los martes de Carlos Franck” lo escuchaba recitar a Vallejo, la Trilce que cambió la poesía sudamericana, como si estuviera invadido por estas nuevas palabras que el peruano había “inventado y hecho poesía”. Le regalé un Ungaretti que “me presté” con amor de una biblioteca tristemente provincial, se emocionó y bebimos singani San Pedro hasta noche honda. Me hizo conocer a George Bataille y a una lectura meno académica de Pablo Neruda. La pasamos bien todas las veces que nos encontrábamos, siempre logró trasmitirme serenidad, compartir sus conocimientos mientras bebíamos y reíamos.
E 13 de enero de 1997, Clotilde Fonseca escribe por La Nación de San José una reseña que es un retrato del poeta, en su texto Poemas para un viaje, Clotilde nos confirma que “desde su anárquica sabiduría de otoños Carlos Franck emerge para mostrarnos una vez mas el inmenso poder, la ternura y la luz que anida el lo poético”. En febrero del mismo año, Carlos Franck escribe por La Prensa Libre de San José una reseña del libro de cuentos Agonicé con elegancia de Irma Prego, le reconoce una ironía inusual en la literatura del caribe, queda encantado por “La aristócrata y su mulato”, según el poeta él mas lucido y original entre los diez cuentos que componen el libro. Son recortes de periódicos, los que Luis logra sacar de la biblioteca; papel que nunca sabremos cuantas manos habrá tocado, a cuantos ojos se habrá ofrecido -la mente, la pasión y el placer de la palabra- antes que el horrible pecado del silencio los anule. Me recuerdan la Terza página de los periódicos italianos, que unos cuantos devorábamos para improvisarnos los críticos literarios que nunca alcanzamos a ser.
Y apenas dos días después, el 15 de enero, en La Republica de San José, Anna Maria Parra Aravena presenta el libro de Carlos Franck, acompañando la reseña con dos lindas fotos del poeta, donde se lo ve siempre fiel a su pipa y en una increíble semblanza a George Brassens.
En un suplemento cultural de La Nación en diciembre del 1991 aparecen, acompañado con una hermosa ilustración del artista mexicano Francisco Icaza, algunas poesías que luego compondrán la plaquette Nunca se dónde voy pero siempre llego.
De Carlos Franck deseo siempre recordar este aforismo poético: “Nada nace de nada/nada muere totalmente/y el universo siempre es el mismo” /Una sentencia/de la física/ que la metafísica/investiga. La poesía de Carlos Franck está ahí, donde no se sabe, pero buscándola se llegará por encontrarla.