«El estiércol hace crecer siempre más fuerte la cosecha»
(Marc Legasse)
De: Patxi Irurzun / Inmediaciones
Pensé en ello cuando vi aquellas dos moscas follando sobre la barra del bar: tenía treinta años y estaba solo y aburrido. Todo había ido a la vez tan deprisa y tan despacio… A los quince ya no creía en nada. Por eso me hice punk. Desde entonces había estado borracho. Un mal rollo cuando tienes que caminar sobre el filo de la navaja. La mayoría de mis colegas, por ejemplo, habían perdido el equilibrio y se habían descuartizado: las drogas, la priva, el suicidio… Una vida salvaje. Mentira. Aburrida, mediocre. Una vida como cualquier otra. A estas alturas de la historia todos caminamos por el filo de la navaja. Mirar para adelante tampoco me ayudaba. Tenía treinta años y además de estar solo y aburrido llevaba el pelo teñido de color azul ¿Qué podía esperar yo de la vida?
-Eh, tío, le das demasiadas vueltas al coco- me interrumpió Beni, el camarero, dejando sobre la barra otro botellín de «San Miguel».
-No tengo un puto clavo, Beni, ya lo sabes- le advertí.
-Da igual, ya me pagarás cuando salga el próximo número.
Yo dirigía un fanzine que se vendía bastante bien en los bares, las casas okupadas… No era nada profesional, unas cuantas fotocopias grapadas con los artículos, relatos y demás que me enviaban. Mi trabajo consistía en seleccionar lo que me parecía bueno y también hacía los reportajes y las entrevistas a los grupos. Me echaba una mano Picio, el fotógrafo, y los dos éramos todo el equipo de la revista. Nada profesional, en efecto, pero como a la gente le gustaba me invitaban a cerveza en los bares y eso era todo lo que yo necesitaba para sobrevivir.
-Gracias, Beni- dije.
Bebí la «San Miguel» tranquilo, dejando que el alcohol se desparramase por mi cuerpo y estrangulase despacito el corazón hasta sentir el sabor dulce de la sangre debajo de la lengua.
Beni puso un disco de “Eskorbuto». Me sentía un poco mejor. Incluso recordé que tenía una cita con Picio. Algo relacionado con el fanzine.
-Tengo que contarte una cosa- me había dicho por teléfono, bastante excitado, y el tono de su voz me hizo comprender que para el próximo número tendríamos de nuevo una bomba, algo que nos hiciera trabajar con ilusión, y que permitiera venderlo bastante bien, y a la gente le gustaría, y volverían a invitarme a cerveza en los bares, y así me daría igual estar solo y aburrido y no me importaría tener treinta años y llevar el pelo teñido de azul.
Decidí salir en busca de Picio cuanto antes.
-Hasta luego, Beni- me despedí.
Al dejar el botellín sobre la barra vi como las dos moscas echaban a volar. Era increíble. Todavía en el aire seguían follando. Siempre me había preguntado cómo demonios harían aquello.