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Buscar adentro

Desde hacía un tiempo pretendía encontrar las palabras que pudieran definir lo que había vivido aquella vez, cuando elegí a Lina para mis confesiones, y no lo había logrado. Atravesar una situación que te deja en plena incertidumbre, justamente por no poderla determinar, para las personas que, como yo, necesitamos conocer las explicaciones de todas las cosas, es cuanto menos martirizador.

Lina se encerraba en que yo había soñado, y en mi sueño balbuceaba nombres de mujeres. Mientras que yo estaba convencido de que lo vivido por mí había sido absolutamente real.

Nora explicaba esto diciendo que la estructura mental de lo onírico y lo real eran exactamente iguales para el cerebro. Por lo tanto ambos teníamos parte de la razón. Obviamente la participación de Nora había sido una mediación amorosa y acomodaticia, con el objeto de dar por finalizada esta contrariedad.

No conforme con todo esto decidí invitar al árabe a comer shawarma a casa, con el fin de conversar al respecto. Sentía que él podía esclarecer más mis dudas, aportar, con sus historias y anécdotas, información sobre ese bendito laberinto movible.

Lo bueno con él era que no necesitaba andar con vueltas. Nos sentamos a la mesa y sacó de su impermeable una botella de tequila, que indicaba que la noche sería densa y prolongada, y ya lo sabía.

Así que le preocupa lo del laberinto, me dijo mientras servía en ambos vasos ¿y puedo saber por qué? Agregó mirándome fijo a los ojos, como si escudriñara en los míos confirmar la veracidad de mi respuesta.

No lo sé, le respondí, fue todo muy real y me asusté. Tengo miedo de no haber tomado la determinación correcta.

Su cara de asombro fue graciosa, como un gesto estudiado. “No lo estoy entendiendo” fueron sus palabras. Si está afuera del laberinto es que lo hizo ¿No le parece?

Y luego siguió: No tiene que poner tantas expectativas sobre eso, después de todo un laberinto no es más que la desorientación, no encontrar la salida. No necesita cercos ni muros, puede encontrarse en medio del desierto, o del océano, en donde no hay nada, y tampoco sabría cómo salir… ¿y usted diría que está en un laberinto?

¡Supongamos! Le admití. Entonces dígame por qué sus paredes se movían, se corrían, sus puertas se trasladaban.

Él continuaba llenando los vasos con el agua ardiente, y se detenía a pensar cada palabra antes de responderme.

-La dinámica del universo es circular, así que es muy posible que esos movimientos hayan sido cíclicos, y que esos giros del destino lo hayan llevado a encontrarse con estas personas.

-Puede ser. Pero se supone que el temor más grande del laberinto es el monstruo, el minotauro, que habita en su centro y se alimenta de jóvenes y doncellas. No deseaba encontrarme con él, quería encontrar la salida. Y todas me decían que la salida era yo.

El árabe se rió y dijo que mi conciencia me estaba haciendo una broma pesada, y que era tonto temerle al minotauro, cuya única vida había transcurrido dentro del laberinto. Si no me había puesto a pensar que el monstruo no atacaba, sino que se defendía porque sentía miedo, ya que él tampoco podía encontrar la salida.

¿Pero el dédalo de Ciro existe o no existe? Le espeté determinante esperando una respuesta concreta de su parte.

-Nadie, nunca, me ha hablado de él. Hay rumores. Usted es el único que conozco que me relata haberlo recorrido, aunque sea en parte. Pero todos los habitantes de este barrio se han visto a veces desorientados, y han sentido esa desesperación asfixiante de no encontrar la salida.

-¿Usted me está diciendo que todos, alguna vez, recorrimos ese laberinto?

-Le estoy diciendo que cada uno podemos ser alternativamente un laberinto, o un minotauro… pero la salida siempre está adentro.

La botella de tequila había llegado, hace rato, a su fin. Balt-Hazar se despidió y se fue deseando haber podido serme útil. Echesortu de madrugada tiene una calma pueblerina que adormece los sentidos. Me había quedado claro que su mensaje había sido “buscar adentro”. No me quedaba más que irme a dormir, y tal vez soñar, y de nuevo ese deprimente conteo regresivo al inicio de la duda.

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