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¡Búfala, reivindicaciones de la furia!

El vibrante título de la última obra de la actriz boliviana Francia Oblitas Baudevin, Búfala, resume una construcción simbólica sobre la furia frente a dos asuntos que nos aniquilan: los extremos de descomposición social sobre la noción de “mujer” y el total desinterés de las autoridades en atender el quehacer del arte.

Oblitas ganó el premio Focuart 2021 en la categoría Desarrollo y Procesos de Creación con una propuesta de escritura creativa, reflexionada y plasmada en diferentes tiempos cronológicos y personales, inspirada en distintas lecturas. Palabras que se unen para retratar el ser mujer en Bolivia siglo XXI. “Rabia”: esa emoción que relacionan tanto con lo femenino (hasta niveles de caricatura), cuando asume la forma de rebeldía. “Ira”: la brutal compañera de la protesta.

En 38 páginas, la autora aprovecha las infinitas posibilidades de vocablos del idioma español para contar historias que, sin estridencias, sin derramar sangre, nos llenan de la sensación inmensa e impotente sobre la violencia cotidiana contra el ser “mujer”.

La obra aprovecha la tipografía, como usó cierta poesía surrealista. Así, la palabra GRITO en mayúscula y en negro contrasta en sentido, forma y tonalidad con el extremo en cursivas de entrañas; o ceniza y agua, o pantano y nenúfares, o vísceras con mujer brava; úlcera, alergia, pústula, pecho, ceguera, baba, mordida. Como una cascada en la página blanca, capaz de teñirse como tantos cuerpos femeninos destrozados.

Búfala inicia el recorrido con el famoso óleo prerrafaelista de John Everett Millais que inmortaliza a Ofelia ahogada, con sus ojos abiertos en un lecho de aguas turbias; a la vez, rodeada de un hermoso paisaje de intensos y variados verdes. Destaca el cuerpo de la muchacha tal como lo describió William Shakespeare en Hamlet; como la recordaba Gustavo Adolfo Bécquer: “La dulce Ofelia, la razón perdida”. Historia que ha obsesionado a pintores y poetas en los últimos 500 años.

Al escoger esta imagen y este personaje del teatro universal, tan emblemático entre las heroínas clásicas, Oblitas parte de una representación que en pocas pinceladas describe la belleza, lo sublime, lo incorpóreo. Al mismo tiempo es el horror, la tragedia, la muerte. Ofelia es hermosa y amante, ingenua víctima del odio, de la ambición, de la violencia. Cada flor que la acompaña tiene su propio simbolismo.

¿Cómo no pensar en las muchas Ofelias que estos días aparecen desgarradas, despojadas, burladas en su inocencia infantil, por la mano asesina de quienes gozan del poder político, de los jefazos embadurnados de lascivia y degeneración moral?

Las manitas sobresalen del agua que la arrastra, mientras la boca disimula un suave gesto; ni siquiera un lamento. Cada detalle del cuadro se puede interpretar como una noticia del telediario. La autora solo sugiere memorias: mirada, niña, suave, fina, impecable, modesta, sonrisa, coito, artefacto, hueso, cruz.

Búfala reclama: los asesinos sin castigo ni clemencia roban a las chicas, a sus escotes o a sus minifaldas, a sus rostros con gafas, a sus vidas enredadas en audífonos; redes, mentiras. Abandono; mucho abandono, desde la infancia sin infancia hasta la adolescencia descuidada; la madurez tallada a golpes del perverso sistema.

Una obra de la siempre sorprendente Francia Oblitas que seguramente pocos bolivianos podrán apreciar. El lenguaje sublime no es prioridad de la ministra de Cultura. Mientras, los teatros paceños no tienen ni responsables ni agenda. Cada vez menos espacios para la difusión del arte.

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