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Breve historia de dos Nobel de Literatura: Han Kang y Dario Fo

“En la noche más oscura, hay un lenguaje que se pregunta de qué estamos hechos” 
-Han Kang-

Maurizio Bagatin

Desde una primera lectura, Han Kang nos atrapa por su lenguaje, más allá de sus historias, lo que logra revolucionar nuestro imaginario es una firme voluntad en jugar seriamente con el más importante de los elementos de nuestra comunicación, el lenguaje. Todos los días empezamos con el escribir nuestra historia, que mañana se vuelve la Historia, lo hacemos en la bulla del día como también en el más profundo del silencio de la noche, cuando el conticinio domina horizontes y vértigos. Un lenguaje nos posee, otro lenguaje nos domina, así en La clase de griego la Nobel coreana nos conduce al símbolo de cada palabra y de cada silencio, llevándonos sin duda donde reside el Mito.

Cuando escribo lo que recuerdo es porque algo ha ido faltando en alguna narración, en aquel tiempo perdido y que, al momento de escribir, siente la necesidad de una palabra más, de un momento que vaya aun acompañando otro momento, engañando así a la eternidad, al vacío que puede sonreírnos o dejarnos, y como creía Faulkner, restableciendo en la poesía una justicia ideal y volver inofensiva la sonrisa maléfica de la muerte. Una palabra más y quien escribe es satisfecho. Cien años de soledad o los cincuenta que podrían haber sido más que suficientes, según Borges, esta eterna soledad que busca apego y compañía. Seguramente de quienes sigan dispuestos en oír, escuchando hasta el cansancio, la más alta poesía del universo o la cantilena del condenado a muerte.

Pero Han Kang nos desnuda un mundo aun poco conocido por el occidente, la Corea del Sur que trabaja sin parar, el machismo y la violencia tout court, una sociedad hecha de k-pop y de las imágenes de las series que han invadido las televisiones de todo el mundo, un poco Parasite y un poco Burning.

“Lo que más nos ha impresionado y casi nos ha sorprendido, es descubrir su ignorancia respecto al tiempo en el que estamos viviendo” -Dario Fo-

La belleza y la máscara, un juglar fuera del tiempo fue recorriendo las guerras y las fragilidades humanas, devolviéndonos nuestras huellas tan contradictorias, la banalidad de nuestras decisiones, la farsa y lo absurdo de nuestras acciones. Dario Fo fue el saltimbanqui medieval del encuentro entre comedia y tragedia, donde solamente la distancia entre la una y la otra desvela el hilo al cual todos estamos suspendidos, poderosos y súbditos, reyes y vasallos, héroes y villanos.

Dario Fo no pudo ser sin Franca Rame, ella alimentando a él en este arte de difamar e insultar, “Jogulatores obloquentes”, oficio que fue siempre de los juglares, que eran poetas perseguidos y apaleados. El costo de su libertad, de la libertad de sus palabras fue siempre elevado. Y lo reconocemos hoy que andan sueltos por doquier una masa de sinvergüenzas del bla bla bla. Ayer nos sentábamos bajo un árbol y escuchábamos gente culta y gente sabia, Molière y a Ruzzante Beolco, el trovador, el cuentacuentos, narradores sin pelo en la lengua, almas rebeldes y con palabras asombrosamente bellas, con ironía de la más fuerte. Con Dario Fo el juglar fue también teatro civil de la memoria perdida, contra el Vaticano, el fascismo y la estupidez.

Han Kang y Dario Fo tal vez no se parezcan en nada, dos Nobel que nos acercan a la palabra, a este misterio que ninguna esfinge, ningún animal mitológico y ningún monstruo misterioso, menos aún el hombre, ha logrado conducir a la perfección. Gracias a esta imperfección seguimos homenajeado al signo, al encanto de lo que sigue siendo muy simplemente, real o verdadero que sea, nuestro lenguaje.

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