La elección de Jair Bolsonaro como nuevo Presidente del Brasil fue y es todavía la noticia más discutida esta semana. La importancia para Bolivia del suceso en el vecino país está relacionada con diferentes y estratégicos componentes, cuya evolución en el tiempo podría verse afectada por los resultados electorales de este evento.
Si bien esta columna está orientada a analizar, ante todo, la precariedad de las bases políticas de sustento del nuevo mandatario brasileño, conviene traer a colación, en breve reseña, algunos de los más importantes asuntos que interesan a ambos países.
En el ámbito de las relaciones comerciales, Brasil es el principal consumidor del gas boliviano, factor que nos ha permitido mantener una balanza comercial tendencialmente favorable. En el último quinquenio, 2013 a 2017, las exportaciones bolivianas a Brasil sumaron 13.146 millones de dólares, contra 7.936 millones de importaciones, con un holgado superávit para nuestras arcas, pese a que en los dos últimos años se registraron importantes déficit.
Debe mencionarse aquí, empero, que las facturas del gas natural representan alrededor del 96% de las ventas bolivianas, consecuencia de la escasa diversificación de nuestra oferta dirigida al gigantesco mercado brasileño. Subyace, entonces, el riesgo de que Bolivia se haga cargo de un balance comercial fuertemente deficitario si los envíos de gas natural disminuyeran.
Estratégico valor tiene también para Bolivia la integración vial con el territorio gestionado desde el Palácio do Planalto porque, entre otros factores:
a) la línea divisoria entre ambos países es de algo más de 3.420 km., rebasados permanentemente por el narcotráfico, el contrabando y diversas explotaciones ilegales de recursos naturales. b) la conexión natural con el océano Atlántico de nuestro país es a través del Brasil, sea por carretera, ferrovía o conexiones aéreas, y c) porque el acceso al río Paraguay, crecientemente utilizado para desplazar parte de nuestras exportaciones, se encuentra también vinculado a la mantención de cordiales relaciones con Brasil, Paraguay y Argentina.
En estos y varios otros temas Bolivia es portadora de estratégicos intereses nacionales, los que podrían ingresar en zonas de riesgo si el nuevo gobierno de Brasilia, afectado por sus debilidades políticas y a despecho de su retórica conservadora radical –o quizás debido a ella– no logra consolidarse y devolverle estabilidad política, y económica al coloso sudamericano. Veamos a qué nos estamos refiriendo:
En la nueva composición del Parlamento brasileño participarán al menos 22 organizaciones políticas, configurando un cuadro de extrema dispersión de la representación política. En este marco, en la Cámara de Diputados, que cobija un total de 513 curules, el partido de Bolsonaro (PSL) conquistó únicamente 52 asientos, es decir, sólo el 10%. Lo que es peor, su pequeña fuerza tendrá que lidiar con los 223 diputados del PSDB y los 73 del derrotado PT, grupos parlamentarios que, de lograr un acuerdo, podrían tomar control de la Cámara Baja, con más del 58% de sus miembros.
En el Senado Federal la situación se muestra igual de pesimista: de un total de 81 asientos, el PSD se adjudicó 37, el PT suma 7 curules y Bolsonaro contará con el respaldo de sólo cuatro senadores, cuyo peso es de apenas el 5% de la Cámara Alta. Resulta también previsible, por ello, que el PSD y el PT capturen la dirección del órgano senatorial.
Panorama semejante se configuró en el nivel intermedio: sobre un total de 27 gobernadores electos, únicamente tres de ellos salieron de la misma tienda política que el Presidente. En suma, éste y los anteriores datos develan las debilidades políticas que rodean al nuevo presidente brasileño y, al mismo tiempo, revelan los agotadores esfuerzos de concertación que deberá desplegar para darle un mínimo de coherencia y viabilidad a su gestión de gobierno.
Conclusión final: los candidatos y partidos políticos en Bolivia deberían estudiar con detenimiento los resultados del Brasil; evaluar con cuidado las limitaciones políticas que suelen acompañar a las elecciones en segunda ronda y, sobre todo, asimilar las enseñanzas del caso brasilero en sus diseños estratégicos, para evitar así que se repitan aquí esas tendencias y se sumen al riesgo de inviabilidad que se cierne sobre nuestro mayor socio comercial, aumentando la precariedad de los intereses nacionales.