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Bolivia después de Bolivia

Maurizio Bagatin

“Es difícil escaparse de la comunidad y su sentido” –Miguel Sanchéz-Ostiz

Luego llegamos a Bolivia, aún hoy no sé si sepamos adonde se ubica esta maravilla, esta otra isla rodeada por la tierra, como el Paraguay de Roa Bastos. Bolivia es desconocida, a veces me parece hasta imposible de desvelar, aún lejos de imaginar, otras veces un capítulo del Ulises de Joyce, Choza de indios. Beni, Bolivia, Leopold Bloom alucinado, por los incansables acullicadores de coca, por la selva o por los salvajes, para salir de los lugares comunes y entrar en el realismo mágico, una anónima Macondo y una aldea imaginada en el sueño muy cansado de europeos y gringos abatidos en la vejez de sus tierras. Bolivia está en las memorias de Giorgina Levi y en las montañas que ella misma hubiera querido sacudir, una Éboli andina, sin el Cristo y sin el hombre y con el primer libro sudamericano que le regalaron, Huasipungo. Todos los viajeros y todos los aventureros, los judíos en fuga y los verdaderamente curiosos que llegaron a Bolivia antes del ’52, ofrecieron en sus páginas una imagen sincera de este país. Así las crónicas de viaje de Christopher Isherwood, acuarelas fuertes de pueblos y culturas aun sepultadas y de idiosincrasias despulpadas hasta la medula, unos retratos sociales y de costumbres como si estuviéramos frente a un Claude Lévy-Strauss urbano. El cóndor y las vacas, una joya semidesconocida que deberíamos aconsejar como guía turística de Sudamérica. Cuando se ha leído Heródoto y se ha aprendido la lección…

Tibor Sekelj soñaba con el esperanto, era un poliglota que imaginaba una sola lengua, un idioma universal, en Bolivia encontró muchos idiomas, el aimara, el quechua y el guaraní y se asombró. Un verdadero Viaje fuera del tiempo el suyo, persiguiendo la palabra y el ser, la última palabra dicha por el ultimo ser sobre la tierra, explorando las millones de posibilidades del signo, las millones de voluntades del gesto, las millones de necesidades de la voz. Tejiendo el primer grito con el silencio, armando el rompecabezas al cual falta siempre la última pieza. Mientras se hace literatura, compañera del viaje y de las imperfecciones. Bolivia siempre ha sido un laboratorio de ideas para que los demás se realicen, un taller para explotar territorios y tierra, un humus de gente y de organismos siempre vivos. Un ave Fénix. Quinua, cupuazú y ajíes, el mockochinchi, el sillpancho y el somó…

Es “ahorita vengo…” siempre así, y seguimos esperando. Es empezar y no acabar nunca o acabarlo mal, sea una obra, una casa, un proyecto, una revolución, se deja a media un amor, un almuerzo, una amistad, una cita importante para enrolarse en una viveza criolla que devoraría hasta al Lazarillo de Tormes, teatralizando el sufrimiento, haciendo del dolor un espectáculo. Ayer Ollantay y la poesía quechua de Jesús Lara, hoy la palabra ausente, como bien definió Virginia Ayllon, lo que no produjo el llamado proceso de cambio. De la misma manera, llegar tarde a todo, un reloj biológico extraño, nos invaden y esperamos el carnaval, la fiesta, jodernos en un encuentro, en todos los encuentros. Jodernos siempre. Escribió Giorgina Levi en sus memorias Hubiera sacudido las montañas: “El boliviano nunca dice que no, luego hace lo que quiere; nunca rechaza nada”, todo eso es fruto del dominio colonial, del servilismo hacia los españoles, del dominio norteamericano y de todos los que siempre han mandado por aquí, en las minas como en el campo…y sin embargo son rebeldes pero conservadores…con sus miradas ausentes… y sin embargo, desdeñosamente presentes…sus ojos atentos mientras destilan el pasar del tiempo, ojos que son sabuesos y firmes, hoy serviles, mañana soberbios, siempre impenetrables.

De muchas lecturas, hoy, reconozco tres figuras de historiadores o, mejor dicho, de autores de crónicas, de los que narran hechos ocurridos. Entre todos siempre tuve predilección para el que no veta el yo. Hubo los que llegaron a escribir hasta principio del siglo XVIII, ligados aun a la colonia, Cieza de León, Cobo, Balboa, Betanzos, Garcilaso, etc.; hubo los “desprendidos” de la Historia y de las ideologías (tal vez el imparcial, el más poético y más lucido, el que llegó tabula rasa, por deseo o por destino, por la necesidad de conocer o escapándose de las guerras, del Holocausto, y se hizo historiador, narrador de crónicas vividas…). Hubo los que vinieron después de la Guerra del Chaco, antes de la revolución del ’52 y los últimos, los que no lograron, no quisieron, no pudieron desprenderse de las ideologías, del Che Guevara, del mito del buen salvaje, los que llamamos radical chic o progres, generalmente fracasados en su país, sigue viniendo aquí comprándose ojota y elogiando la evaporada revolución democrática. Siguen como una letanía aquella obsoleta y corroída liturgia…

Cochabamba. En la Kancha encuentras todo, y si no lo encuentras es porque no existe. Es un bazar repleto de todo lo que el capitalismo produce, comparable a la síntesis geográfica que Humboldt vislumbró en Bolivia, entras desnudo y sales Pierre Cardin o Carolina Herrera truchos. Lo nuevo y lo usado, chuto o robado, sabroso y maloliente, tremendas bellezas y ominosas fealdades pueden ser tuyas, en la mina de oro cochabambina se mueve una economía hormiga hecha de tribalismos y sindicatos, de financias bancarias y de mercaderes sin escrúpulos, una fauna siempre preparada al negocio de su vida, siempre paciente en el día tras día, miserias y noblezas entre cloacas al aire libre y perfumes seudo franceses…

Sucre. En una comunidad rural del Departamento de Sucre, durante un curso de agroecología, Yolanda vio niños bastante desnutridos entre los hijos del pueblo y en medio de semejantes riquezas naturales, rodeados por nopales, algarrobos y frutales, de los cuales nadie conocía sus propiedades, ella fue preparando una ensalada a base de hojas tiernas del nopal, con cebolla cortada en plumas, tomate y zanahoria en cuadraditos e invitándoles vio la cara atónita de los comensales, intervino el esposo sonriente, diciéndole que el nopal era afrodisiaco. Comieron como si nunca hubieran comido algo tan rico y algunos de ellos, contra gula templanza, o era ¿ten panza? pidieron la yapa…

Potosí. Pisqa warmi era un boliche administrado por puras mujeres, una boliviana, una italiana, una danesa, una española y una alemana, ahí servían platos típicos de los cinco países presentes en figuras de mujeres, warmi en quechua, y ahí cada noche antes del cierre servían a los clientes presentes un buen digestivo, que también representaba cada país. Un licor de coca hecho en Cochabamba, una grappa traída de Italia, el Brennivin de Dinamarca, un Brandy español o el Jägermeister teutónico.

Santa Cruz. El fuerte olor a glifosato logra encubrir el de la humedad, el olor inconfundible a chulupis se mezcla con el jet fuel de los aviones, llegamos a Viru Viru. Las emblemáticas imágenes del cambio de Santa Cruz viven en un documental de Jorge Ruiz: Un poquito de diversificación económica, allá por los años ‘50, cuando las carretas y los bueyes levantaban polvo y un imaginario bandido, tal vez Luis Padilla Sibauti, sembraba el terror en la Sierra Negra, y la voz de Gladys Moreno mezclaba el humo de sus infinitos cigarros con el perfume a cuñapé y al de los dionisiacos tragos.

La Paz. Marina Núñez del Prado le oyó decir a Diego Rivera que “a no haber nacido en México le habría gustado nacer en Bolivia”, y Le Corbusier le prometió que visitaría aquella tierra desconocida de la cual las líneas de sus obras invitaban a un viaje, al descubrimiento de una incógnita, las líneas rectas tiahuanacotas y la circularidad de sus esculturas, el impero del sol y el horizonte del altiplano, la tierra y la piedra, la materia y el alma de un mestizaje aún desconocido, aun en formación, y crear una arquitectura apropiada a su clima y a su paisaje.

Beni. Mirko, entre diccionarios Larousse vendidos en cómodas cuotas, como un macatero de la ilustración, se escapaba de la realidad, ser mula entre Guayaramerín y Guajará-Mirin, otra vida no existía para él, metido desde su infancia en el negocio, era atravesar la vida hasta el final de la noche así, o de otra manera escaparse lejos y empezar de nuevo. Nadie supo mas nada de él, quizás la suerte, quizás la parca en una esquina, me dejó sin acabar de pagarle todas las cuotas del Larousse 1997 que aún conservo.

Gog es sin frenos, no están permitidos tampoco los frenos de auxilio. Giovanni Papini es aquel extravagante Nietzsche italiano que percibe la música del silencio, elaborada por un musico boliviano con el rostro cincelado a cuchillo, dominado por una nariz en forma de puñal, maestro solemne, un pianissimo y un presto en su fantasmal agonía, y luego de una triunfante exhibición, cobra su cheque y se va tarareando una poesía de Vicente Wenceslao Querol Campos… En la noche profunda los canales televisivos repiten destartalados programas, documentales y películas que solo los insomnes aguantan o desean, masoquismos como remedio artificial: un trasnochado nos ofrecerá luego una reseña más estropeada que nunca hará que queramos ver la película, y sí existen películas de veras horribles, una de ellas es Breve storia di lunghi tradimenti (La conspiración del litio), pésima adaptación de una novela de Tullio Avoledo, un marasmo de lugares comunes para revelar el potencial de un mineral que podría alimentar intereses extranjeros. Como siempre Bolivia y su trágico destino en la pantalla grande.

“¡Vas a ver que no existe una calle dedicada a un boliviano o a una batalla que, durante la Guerra del Chaco, recuerde una derrota de los pata pila!” me dice Charly, mientras en bus recorríamos el largo boulevard hacia la Universidad San Lorenzo de Asunción. Pasado uno de los incontables bancos que invaden aceras y jardines, aparece en una esquina la Calle Mariano Melgarejo, “¡Ahí está, solo los tiranos encuentran casa donde la tiranía fue su hogar!” le contesto.

¿Qué mueve a muchos freelances contemporáneos en viajar sin rumbo y sin cultura, vienen y van, a veces retornan como nubes de Aristófanes? Muchos de ellos describen territorios y gentes sin el realismo mágico que les pertenece, sin el mito que los envuelven. Leí a muchos de ellos y de sus viajes por Bolivia, viajes al hilo de la piel, epidermis sin porosidad, soroche y revolución democrática que está por llegar, un sinfín de oxímoros y lugares comunes, todos los estereotipos posibles. Venta garantizada en los rotocalco del Viejo Mundo: procesión en La Higuera en el 1997, invasión de progres en Tiahuanaco en el 2006 y en Tiquipaya en el 2010. Necesidad del Mito y sin embargo embriaguez en el nihilismo del mismo.

Las agencias de cooperación, cuando el occidente marcha a 100 kilómetros por hora, te ofrecen un vehículo que alcanza apenas los 50 kilómetros por hora…y así uno puede llegar aquí en Bolivia, en uno de los tantos sur del mundo y encontrarse con la Historia, con el campesinos que ha perdido su memoria, con el indio que ha eclipsado toda la luz de su ancestral civilización, con el mestizo que sigue mirándose atrás para poder deslumbrar el presente y mirar al futuro, y yo que debiendo enseñar, tengo solo que aprender.

Los fundadores de Todos Santos, población del Chapare, penetrando la selva impenetrable, una puerta al Amazonas, eran todos vénetos, emigrantes muy aventureros y muy trabajadores, de necesidad virtudes decían en la región de donde eran originarios, los Dametto, los Bottega y los Bortolini, seguramente algunas familias más reunieron sus fuerzas para vencerles a los mosquitos y a la vegetación, lo lograron por un buen tiempo luego la fuerza de la naturaleza les ganó, y se llevó el pueblo. Con mi lancha turística Todos Santos era una de las etapas obligatoria, bajábamos y frente a la aun bien trazada pista de aterrizaje para avionetas, nos encontrábamos con las ruinas del pueblo, a la derecha algunos ladrillos aun permitían deslumbrar lo que fue el hospital del pueblo, más al fondo, entre arboles de palo santo y bananos, unas sombras de lo que fue la iglesia – los vénetos siempre han sido declarado blancos, por católicos muy practicantes y siempre devotos a algún santo, San Marco, San Antonio, San Zeno, San Liberale… – ladrillos rojos y piedra gris, listones de madera podrida y fierro mohoso, todo verde y oxidado, un sueño comunitario desvanecido. Una muchacha entre los colonos era bellísima, un sueño que hizo perder la cabeza a muchos lugareños. Cuentan los comunarios de Puerto Aurora y los de Puerto Cochabamba que un día llegó un hindú, era un técnico experto en el cultivo del té, y la enamoró, les prometió las mil y una noches afuera de la selva y se la llevó no sabemos adónde, hay quien dice que se fue a los Estados Unidos, quienes esperan haya coronado el sueño americano, sea donde sea, su belleza mediterránea era encanto, una Claudia Cardinale por aquellos años, una Monica Bellucci, mientras tomábamos chicha camba y degustábamos un pacú preparado a la braza por Mano Santa, el mejor pescador de todo el trópico cochabambino.

Hay memorias que para cosecharlas hay que cultivarlas, es material intimo la memoria… manejando el auto hacia la campiña del valle, es la hora estupenda del ocaso, un cuadro de Turner aparece al horizonte, quien lo iba imaginar, el inglés pintando un tramonto valluno…la tarde ha sido pacífica, el encantador ocio, una disciplina en vía de extinción, hablar de las mujeres, del gobierno y del tiempo, como en una canción del Poeta, para mi suegro es recordar, y yo escucho, oigo su memoria excavar los sueños universitarios y la revolución, esta diosa imposibilitada en ser, o si fuera, sería el Pigmalión…me cuenta de Macedonio Urquidi y de su hermano Guillermo, del loco Suarez y de la novela que escondió antes de morir, el ayer que retorna, el ayer que nunca se fue, el ayer que es hoy, que será el siempre…manejar es recordar y es tejer, otro cuadro de Turner, amarillo oro y polvo de sepia, tierra de Siena, evaporar húmedo de la greda hacia la cordillera despejada como nunca…esta vez es Nietzsche en ganarle a Flaubert…merece una pausa y un profundo respiro, la tarde es de un clima primaveral de antaño, de la eterna primavera valluna…mi suegro me sigue contando de Macedonio Urquidi, que fue apodado “Manicomio Urquidi” porque, era loco como cuatro cabras, de los locos que hoy nos faltan, de los que hoy, si siguen existiendo, viven retirados en sus catacumbas, ojalá escribiendo algunas memorias, cultivando una huerta, mirando este morir del día pacífico y, hoy, finalmente cuerdos…de los que les puede hablar de un cuadro de Turner y así recuerdan sus ocasos como el cuadro de hoy, un cuadro de Turner valluno…

El dolor merece mostrar toda la carne viva, desde los más de cuatro mil metros de altura de El Alto hasta la Chiquitanía, empezando de San Pedro de Bolpebra y llegar a Villazón, narrativas clandestinas, ausente en esta perversa globalización, Cirobayescas imágenes, Cirobayescas palabras, diría siempre Miguel Sanchéz-Ostiz, de una ilustradísima enciclopedia de viaje y de unas estadías atípicas…viajes efímeros y placeres intensos, viajes y placeres únicos, el circo breve de Pablo Cerezal, y el rock underground, ingredientes vitales, el poeta Neil Young, una pizca fuerte de Lou Reed, un delicado chorro de Tom Waits, en compañía del autoexiliado Claudio Ferrufino-Coqueugniot, necesario para entender la última bohemia cochabambina, la calle España, el Matadero, La Troje, fumándose el ultimo cigarro hasta apretar el filtro en la esquina con la Mayor Rocha, una Cochabamba que parece arqueología y una Chuquiago alucinada y alucinantes, entre aparapitas y los fantasmas de Sáenz y de Viscarra.

Existe literatura que merece de veras ser llamada literatura, en una trama arabesca y deslocalizada para sus estándares, Jonathan Franzen, nos hace viajar a Denver, para luego irse a Bolivia y trasladarnos en la Berlín oriental previa a la caída del muro, entramos en Purity.

Es la Bolivia necesaria, tal vez, útil a que la geografía literaria permita ofrecer toda la imaginación que, según Leopardi, es la primera fuente de la felicidad humana.

Leemos por la necesidad de olvidar, leemos por la voluntad de recordar, leemos lo que nos apetece, un día, con el cielo nublado a Eurípides, mientras llueve a Esquilo y con el sol radiante a Sófocles, luego uno interpreta. Leemos para luego escribir, leemos para los demás mientras, nos enseñó Flannery O’Connor que cualquiera que haya sobrevivido a su infancia tiene suficiente información sobre la vida para el resto de sus días. Si no puede sacar algo de una experiencia más pequeña, probablemente no lo sacará de una más grande.

Al llegar al campo me preguntaron: “¿Has tomado chicha? Si has tomado chicha y te vas de Bolivia volverás, tarde o temprano volverás”, y hace un cuarto de siglo que estoy aquí.

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