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Bloque indígeno campesino

Christian Jiménez Kanahuaty

Organizar la reconstrucción del bloque indígeno campesino es la construcción de largo aliento que reclama el gobierno siguiente desde las trincheras políticas lejos del poder gubernamental. Es una relación contrahegemónica natural, porque el Estado sigue siendo un factor de exclusión y de inclusión selectiva. También la identidad juega un rol de acomodo subjetivo de los intereses políticos de largo aliento que tienen que ver con la construcción de instituciones y estructuras sociales, culturales y políticas que se nutren de su relación con los gobiernos, sacando partido de ellos, pero alejándose cada día más de su ideario revolucionario y emancipatorio.

Sin embargo, existen también elementos dentro de la lucha organizativa de lo indígena y lo campesino que se piensa a sí mismo tanco como sujeto protagónico de la historia boliviana en largos ciclos de rebelión y de sublevación, pero también en un pacto de reciprocidad donde la movilización en apariencia se desactiva pero se reorganiza el territorio para verificar el accionar de los dirigentes y representantes. Esto influye en la relación de los movimientos sociales campesinos e indígenas dentro de la política ya no como aquellos que son incluidos, sino como los que por decisión propia se mantienen al margen de cualquier relación con el poder gubernamental. Esto les da independencia de pensamiento y claridad en la acción táctica al momento de criticar políticas públicas o liderazgos institucionales.

En ese caminar las organizaciones no sólo se encuentran en una suerte de crisis de identidad social, similar a la que padeció el movimiento obrero tras las reformas de 1985. También se encuentra en un periodo donde debe recuperar su presencia en los medios y su respuesta debe diferenciarse de lo común que ha sido expuesto desde el debate político sucedido en los últimos 20 años. Esto quiere decir que el movimiento campesino e indígena debe tomar distancia del discurso propuesto por el MAS haciendo uso de su faceta indígena-campesina. Hacerlo implica repensar su lugar dentro del proceso de cambio. Su sitio al momento del proceso de toma de decisiones y la representación política y su esquema de poder.

Elementos nada simples, es verdad, pero de mucha ayuda para entender la verdadera fisonomía del campesinado y del movimiento indígena hoy en día y con esto pensar su relación y la dinámica económica que presentan y su relación con las ciudades del eje del país. Es por ello que se trata de organizar la lucha política desde las bases sociales que en su momento intentaron consolidarse como el gobierno de los movimientos sociales. Siendo esto una razón más para desarmar el Estado y organizar una entidad política y administrativa que hiciera funcionar tanto la economía como la cultura lejos de afanes capitalistas derivados del desarrollismo. Es difícil pensar un mundo no capitalista, pero se puede organizar una forma en que el capital no signifique sólo el resultado de la fuerza de trabajo enajenada, ni la instrumentalización por la clase dominante de los medios de producción.

Pensar el capital significa pensar las relaciones de clase y sobre todo las condiciones raciales que existen en el país y soportan la dinámica económica y que aún no se han desmontado ni superado. Toda fuerza política que desee mantenerse en el poder debe organizar las bases campesinas e indígenas aglutinadas en la CSUTCB y CONAMAQ, sobre todo, porque al ser ellas las protagónicas de la acción colectiva y de la deliberación sobre el destino de los recursos naturales y el uso de la tierra, volver a ellas como unidades organizativas y no desdobladas, significa también armar un bloque de gobierno desde las calles. Y esto significa ampliar la perspectiva política y hacer uso de cierto capital político acumulado en estos 20 años. Aunque es cierto que las visiones liberales de la política y de la identidad harían que este proyecto en tanto propuesta sea inviable y lo que resulte sea que la identidad étnica y el movimiento indígena y el campesinado en Bolivia vuelvan a ser sólo figuras retóricas y simbólicas de una práctica gubernamental altamente selectiva, monocultural y unidimensional.

Pero aglutinar diversas formas de lo político y matrices culturales significa no sólo legitimidad al interior de los movimientos sociales, sino reorganizar el territorio para la deliberación, para la construcción de ciudadanía, y para fortalecer los modelos de educación que tanta crítica trajo la última reforma educativa. Significa también tener un brazo político capaz de sentar dirección e ideología a un partido que se despolitizó en el camino de la crisis sucedida tras los enfrentamientos de 2019 y que derivó en su disolución tras las últimas elecciones.esto no significa el retorno del MAS significa ver que el proceso político de las organizaciones indígenas y campesinas supera el desarrollo político del MAS. Es decir, la historia del MAS sucede al interior de la larga historia del movimiento campesino e indígena del país, y no al revés. Pensar que la historia del campesinado y de la movilización indígena en el país debe ser narrada desde la perspectiva masista, elimina la potencia y la historia de ambas luchas y cómo ellas han consolidado un imaginario social y cultural dentro de las clases sociales en Bolivia. Y el modo en que se han desarrollado los debates culturales no necesariamente se tradujeron en elementos reflexivos al interior de los operadores políticos del masismo. Al contrario, muchas de aquellas propuestas quedaron reducidas a solo enunciaciones y pies de páginas en informes y resoluciones que dieron forma a lo que se vino a denominar como plurinacionalidad.

Siendo así, este estado de situación nos coloca frente a una emergencia frente a relaciones conservadoras, transformistas y reaccionarias tanto dentro como fuera del campo político de izquierda en el país. Al mismo tiempo, hay que tener claridad sobre las alianzas y límites y alcances que ellas proponen al armar un nuevo sujeto político que ingrese al poder de ahora en adelante.

Esto tiene que ver con la fuerza social que se ha desperdiciado en la división del partido, pero también cuando los dirigentes y líderes no han sido formados políticamente para dar el combate entre las facciones y así asegurar que el ideario no se convierta en un recipiente donde puede ingresar cualquier sugerencia. Esto establece relación con la posibilidad de insertar en la sociedad diversos bloques sociales con distintas ideologías, pero organizadas en razón de una organización política que al interior del estado funcione como un gobierno con muchos niveles de decisión, dirección, organización y ejecución.

Al hacer un gobierno que no divida las organizaciones, la legitimidad crece y el apoyo se sostiene más cuando se deben afrontar reformas económicas de distinta intensidad y que afectarán a varios sectores de la sociedad. 

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