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Blancura y Melancolía de Jon Fosse

Jon Fosse.

Blancura.

Traducción de Cristina Gómez-Baggethun 

y Kirsti Baggethun.

Random House. Barcelona, 2023.

Jon Fosse.

Melancolía.

Traducción de Ana Sofía Pascual Pape.

Random House. Barcelona, 2023.

Melancolía y Blancura son las dos novelas con las que Jon Fosse se incorpora al catálogo de la editorial Random House en un proyecto que de momento abarca la traducción de cinco títulos, cuatro de ellos inéditos en español, y que se completará con la publicación del resto de su obra narrativa.

Estos dos primeros títulos, recién aparecidos, resumen el contraste de melancolía y de luminosidad que recorre la intensa obra narrativa de Fosse. Una obra poblada por personajes en busca del sentido de la existencia y atravesada por una honda indagación en la condición humana a través de las posibilidades expresivas del estilo. 

Blancura, que se publicó en la primavera de 2023, es su última obra: una brillante e intensa novela corta que explora el resplandor misterioso de la frontera entre la vida y la muerte. La leve trama de Blancura, organizada en un único párrafo y traducida porCristina Gómez-Baggethun y Kirsti Baggethun, conforma una historia inquietante y perturbadora, llena de intensidad y belleza, sobre un hombre que viaja desorientado hacia ninguna parte y se queda atascado con su coche bajo la nieve y el barro antes de adentrarse a pie en un bosque oscuro, en una noche sin estrellas y en un espacio desconocido con voces y silencios:

No tenía ningún sentido meterse en el bosque oscuro para encontrar gente. Mucho peor que esto no recordaba haberme conducido nunca, primero atascaba el coche, luego me adentraba en el bosque para encontrar ayuda, ¿cómo podía haber pensado que iba a encontrar ayuda en el bosque? En el interior del bosque oscuro, menuda idea, bueno, no, una idea no podía decirse que fuera, era más bien una ocurrencia, o algo así, algo que simplemente se me había ocurrido. Una tontería, había sido. Una auténtica bobada. Una idiotez. Una idiotez pura y dura. ¿Y por qué haré yo estas cosas? Nunca lo he entendido. 

El encuentro con una luminosa silueta blanca reorienta ese viaje “hacia el interior de una nada vacía”. Monólogo y flujo libre de conciencia, fábula y sueño, alegoría y pesadilla de la entrada en las sombras de la noche, en la luz y en la nada, que esa es su evidente simbología, Blancura ofrece una síntesis destilada del mundo literario de Jon Fosse y de la tensión narrativa que había acreditado en toda su ya extensa trayectoria. 

Y es también una nueva muestra de la maestría de su prosa hipnótica y musical, tan característica de toda su admirable obra anterior:

y nos dice seguidme, y nosotros la seguimos, despacio, paso a paso, suspiro a suspiro, el hombre del traje negro, el que carece de rostro, mi madre, mi padre y yo, nos adentramos descalzos en la nada, suspiro a suspiro, y de pronto no quedan más suspiros, solo queda la criatura brillante y resplandeciente que ilumina una nada que respira, que es la qué hora respiramos, desde su blancura.

De esa admirable obra anterior forma parte uno de sus libros más significativos, Melancolía, cuyas dos entregas aparecieron en 1995 y 1996. Traducidas por Ana Sofía Pascual Pape, aparecen en Random House  en un solo volumen.

Organizada en dos partes rematadas por una coda que inserta la ficción en otra ficción del novelista Vidme a finales del otoño de 1991, Melancolía I tiene como centro la figura real del pintor noruego Lars Hertervig (1830-1902) y es una historia de amor imposible y de fragilidad de ánimo, de huida y obsesiones, de delirios febriles y ansiedad, de demencia y soledad, de inseguridad artística y frustración amorosa, sostenida en dos intensos y obsesivos monólogos interiores de un protagonista que se mueve entre la furia y la alucinación.

Así comienza el primero de esos monólogos, ambientado en Düsseldorf una tarde de otoño de 1853, cuando el pintor, entonces joven estudiante en la Academia de Bellas Artes, está paralizado por las dudas creativas y enamorado conflictivamente de Helene, la hija adolescente de la patrona de su pensión:

Düsseldorf, por la tarde, otoño de 1853: estoy echado en la cama, vestido con mi traje de terciopelo lila, mi fino y elegante traje y no quiero ver a Hans Gude. No quiero escuchar a Hans Gude decir que no le gusta el cuadro que estoy pintando. Solo quiero quedarme en la cama. Hoy no tengo fuerzas para ver a Hans Gude. Porque ¿y si a Hans Gude no le gusta el cuadro que estoy pintando y le parece que es penosamente malo? ¿Y si le parece que no sirvo para pintar y si Hans Gude se pasa su delgada mano por la barba y me mira duramente, con sus rasgados ojos, y me dice que no sé pintar, que no tengo nada que hacer en la Academia de Bellas Artes de Düsseldorf, nada que hacer, ya puestos, en ninguna academia de bellas artes? ¿Y si Hans Gude me dice que nunca llegaré a ser pintor?

La búsqueda apasionada de lo sublime en el arte y en el amor le ponen al borde del colapso mental que provocará su ingreso en el sanatorio psiquiátrico de Gaustad, en un barrio de Oslo, de donde huye la mañana de Nochebuena de 1856. Esa huida es el eje del segundo monólogo de Lars, que se cierra así:

Tengo que caminar rápido. No puedo quedarme más tiempo en el sanatorio de Gaustad, tengo que volver a encontrar a mi amada Helene. ¿Y no es Helene la que veo allí abajo, al principio de la alameda? ¿Su vestido blanco? Sus ojos azules, ¿no son sus ojos azules los que colman el cielo, no son los ojos de Helene el cielo moteado de nubes? Bajo por la alameda. Atravieso la nieve blanca y ligera. Y los blancos copos de nieve se posan sobre mi ropa. […] Y sigo caminando por la alameda, porque ahora pueden arrojarme tantas bolas de nieve como quieran, dejo el sanatorio de Gaustad, voy a reencontrarme con mi amada Helene y oigo a Helge gritar que me cuelgue, grita Helge, yo sigo caminando por la alameda y pronto habré dejado el sanatorio y por fin seré pintor, y uno me grita que me cuelgue, yo sigo caminando por la alameda y pintaré tu retrato una y otra vez.

A manera de epílogo, cierra la novela una coda autobiográfica en la que Vidme, escritor fracasado, decide empezar una novela sobre Lars Hertervig, después de haber tenido “la mayor experiencia de su vida” ante un cuadro suyo una mañana en Oslo.

La segunda entrega de la bilogía, Melancolía II, mucho más breve que la primera, ambientada en Stavanger a principios del otoño de 1902, está construida desde la perspectiva femenina de Oline, la hermana mayor de Lars, que ha muerto en enero de ese mismo año. Es una meditación profunda y sutil sobre el tiempo y la decadencia física desde la mirada externa de la anciana Oline, que evoca el pasado compartido con su excéntrico y colérico hermano desde la infancia hasta la demencia.

Este fragmento de Melancolía II es una muestra de la escritura potente y musical, despojada y magnética de Fosse:

Y Lars vuelve a asentir con la cabeza. Y miro el cuadro del monte y de nuestro bote y veo que el cuadro se asemeja mucho a Lars cuando está así, es cierto que se parece al monte y a nuestro bote también, pero sobre todo se parece a Lars cuando está como está de vez en cuando. Me parece extraño ver hasta qué punto el cuadro me recuerda a Lars cuando está así. Es negro del mismo modo que Lars tiene de ser negro. La oscuridad es la misma. Es una oscuridad que no es apagada, sino que brilla, una especie de oscuridad luminosa. 

El cuadro se parece a ti, digo yo.

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