Como es sabido, la tecnología es una extensión de la innovación del ser humano que le ayuda a desenvolverse de mejor forma en su entorno; actualmente, juega un papel fundamental en cada contexto de su día a día, ha pasado de ser un lujo a convertirse en una necesidad (Saura, 2021) y, prácticamente, es el motor del progreso de la humanidad.
Sin duda, la tecnología es maravillosa; gracias a ella, el ser humano tiene una vida llena de comodidades y facilidades. Pero, “también tiene su lado aterrador” (Zamarriego, 2019). La sociedad en general se ha vuelto dependiente de la tecnología y ha caído en el conformismo, al pensar que la tecnología resolverá todos los problemas cuando ésta solo es un medio del cual se puede apoyar (Saura, 2021). Por tanto, es imperativo reconectarse con la esencia de lo humano ayudado por la tecnología. Y es natural que surgen algunas dudas:
• ¿Cómo el avance y la evolución de la tecnología está afectando a la esencia de la vida humana?
• ¿El cerebro de las personas evita someterse a las consecuencias desfavorables de la tecnología?
• ¿El ser humano es capaz de criticar la tecnología?
• ¿Se aplica el equilibrio en la relación entre el ser humano y la tecnología?
Desde el ámbito laboral, las posibilidades que ofrecen las tecnologías digitales son tan grandes que a veces es fácil pensar que, en un futuro no muy lejano, se podría prescindir del talento humano o las cualidades que lo hacen único para desarrollar una actividad empresarial. En efecto, la digitalización está acentuando la necesidad de contar con el mejor talento humano y el mejor entorno de trabajo, aplicando metodologías eficientes para la productividad. Sin embargo, está claro que las tecnologías no pueden sustituir las habilidades blandas de los empleados que es crucial para una organización o sociedad (Reynal, 2020). Por ejemplo, las emociones no se pueden automatizar, no por ahora.
Desde la educación, verdaderamente, las nuevas tecnologías simplifican y hacen las tareas más fáciles, eso es una realidad indiscutible. De hecho, las universidades van aplicando la disrupción tecnológica. No obstante, las instituciones educativas tendrían que considerar el balance de la inversión económica que implica la incorporación de tecnologías de vanguardia y sus resultados a corto, mediano o largo plazo.
No es novedad que la innovación tecnológica transforma organizaciones, culturas y a las personas. Pero, desde la ética y los derechos humanos, en esta sociedad es un deber inaplazable analizar los impactos de la tecnología en la vida de las personas. Para la actualidad, el cerebro del ser humano, prácticamente, está sometido a la tecnología desde que nace. El internet, las redes sociales, los videojuegos y la realidad virtual son el pan de cada día; sobre todo, para los jóvenes (nativos digitales) que no han conocido el mundo sin las conexiones tecnológicas (Grijota, 2019). En ocasiones, las personas se ven pegadas a las pantallas como si no hubiera un mañana; ahí, la tecnología está desplazando muchas oportunidades de interacción cara a cara. Ya no se puede distinguir si se pasa más tiempo en online u offline y, este delicado equilibro se presenta como un desafío día tras día.
Como ser humano, se invierte tanto esfuerzo y energía en el avance de la tecnología que no se presta suficiente atención a los cambios que se van produciendo en el cerebro. En cierto momento, la tecnología asume el poder de conectar y desconectar a las personas.
Mientras se va adaptando la vida a esta vorágine de cambios tecnológicos, continuamente, se va apropiando nuevos conocimientos y habilidades para seguir el ritmo del desarrollo tecnológico. Aunque cada vez se tiene menor tiempo para asimilar y visualizar el impacto verdadero de la tecnología en el desarrollo humano. Por ejemplo, las personas tienen una capacidad de lectura de 600 palabras por minuto y un ordenador puede leer 600 millones de páginas por minuto.
Sin duda, críticamente, se debe reflexionar sobre el uso y poder que se concede a todos los canales tecnológicos que están al alcance de las personas. Finalmente, existe el binomio tecnología y persona y, se puede manejar su equilibrio racional, tratando de comprender, absorber y abrazar la tecnología, sin renunciar a sus progresos. El desafío que se plantea es comprender y abrazar a las personas también (Serantes, 2022). En esencia, saber que todo sistema tecnológico es creado y manipulado por el hombre, es lo que nos hace humanos.