Su principal mérito es haber logrado conformar, después de varios de intentos fallidos de sus antecesores, una alianza política de izquierda sólida, con resultados electorales favorables, capaz de quitarle el monopolio a la Nueva Mayoría (antigua Concertación), que ha gobernado Chile de manera continua desde el fin de la dictadura, salvo en el paréntesis 2010 – 2014, cuando Sebastián Piñera llegó a La Moneda en alianza con la derecha pinochetista. Finalizada la primera vuelta presidencial, el mismo Frente Amplio se vio sorprendido con sus resultados, reconociendo que fueron más de lo esperado. Su candidata a La Moneda, la periodista Beatriz Sánchez alcanzó el tercer lugar de las preferencias, con 20,27% de los votos, detrás de las dos primeras mayorías: Piñera (36,64%) y Alejandro Guillier (22,70%). Si a eso se le agrega subir de tres a 20 diputados, más un senador (que antes no tenían), el Frente Amplio apareció en los medios de comunicación como uno de los grandes ganadores de la jornada y sobre quienes podría pasar el resultado de la segunda vuelta presidencial.
Mientras el resto de los candidatos de izquierda (salvo Eduardo Artés) manifestó su apoyo a Guillier para evitar un nuevo triunfo de la derecha en el país, el Frente Amplio pidió tiempo para hacer consultas internas y reflexionar. Algo nada de fácil, si se piensa que se trata de una alianza política conformada por 14 partidos y movimientos que van desde el ecologismo, la izquierda marxista, el progresismo, el asambleísmo y hasta el liberalismo. Algunos de éstos dieron a conocer su opción para la segunda vuelta en forma individual con un tibio apoyo a Guillier (“con condiciones”, lo definió Revolución Democrática) o como los ecologistas llamando a la abstención por considerar que tanto éste como Piñera obedecen a los mismos intereses. Sin embargo, el Frente Amplio decidió pronunciarse en una concurrida conferencia de prensa en la histórica sede de la Federación de Estudiantes de Chile y que el columnista nacional Carlos Peña calificó como “Cantinfleo”: decir mucho para no decir nada. Instando a votar pero sin mencionar por quién, calificando a un candidato (Piñera) de retroceso y al otro (Guillier) de ambiguo.
Un escenario previsible en todo caso, ante un conglomerado que pretende erguirse como alternativa y no continuidad a lo obrado por los gobiernos reformistas de las últimas tres décadas. Idea que en algunos foros televisivos ha sido dicha con todas sus letras: al Frente Amplio le resulta más cómodo ser una oposición a un gobierno de derecha tradicional que a uno moderado con tintes progresista. Sin embargo, los manotazos de Piñera y su comando de un presunto fraude electoral en primera vuelta –papeletas de voto con las opciones de Guillier y Sánchez marcadas antes de recibirlas los votantes- colmó la paciencia de la candidata frenteamplista. En una conferencia de prensa en su propia casa, y tras finalizar su proceso de reflexión, Beatriz Sánchez decidió darle su apoyo a su colega Alejandro Guillier, motivada especialmente por las denuncias de Piñera, las que calificó de falta de respeto a los chilenos que cumplieron funciones de vocales de mesa en la pasada elección. Para Sánchez, Piñera no sólo representa un retroceso sino también un riesgo, al punto que la obligó a salir de su zona de confort para tener que zanjar la realidad con sus propias manos.
Una cuota más de suspenso para esta segunda vuelta presidencial.