El ciclo de Evo Morales y del MAS ya había terminado antes del fallo de La Haya. La utilización política del tema marítimo no hizo más que sellar definitivamente su destino, de manera irreversible.
Ese agotamiento tuvo que ver con el desgaste de la imagen del presidente que, luego de una década de asombrosa invulnerabilidad, comenzó a verse afectada por temas de corrupción, malgasto de recursos públicos, ineficiencia, prepotencia e incapacidad de rodearse de gente competente.
Pese al importante reconocimiento de los logros de su gestión, la saturación de los rasgos esenciales del liderázgo de Morales, acabó cobrándole factura. La gota que rebalsó el vaso fue sin duda el desconocimiento de los resultados del referéndum del 21F y la conciencia ciudadana acerca de las amenazas al sistema democrático.
El gobierno sabía perfectamente que esa era su situación real y apostaron el todo por el todo al rédito político que podían sacarle al fallo de La Haya, asumiendo que esa la única y última vía para revertir las tendencias, e intentar la ilegal reelección de Morales el próximo año.
El intento de uso irresponsable y demagógico de la demanda marítima con fines políticos y electorales es el principal pecado que le tocará pagar a Evo Morales y eso va más allá del catastrófico resultado del fallo.
Perdimos como en la guerra (nunca mejor dicho) y esa es una derrota para todo el país que le duele y le indigna hasta al último de los bolivianos; el paso del tiempo nos dirá con mayor claridad cuales fueron las causas de la derrota jurídica y cuales fueron los factores que impidieron cerrar y concretar adecuadamente los argumentos jurídicos que parecían tan sólidos.
Perdimos en el terreno jurídico y el costo de esa derrota caerá sobre todos los que participaron en el proceso, de acuerdo a sus pesos y responsabilidades. Y el tamaño de ese costo se verá recién cuando se dimensione correctamente la magnitud del daño a la causa marítima y a la política exterior boliviana en general.
La tormenta después del fallo no hará concesiones y mojará a muchos, sino a todos. Yo mismo, desde esta columna, fui un entusiasta defensor de la demanda y del mérito del presidente Morales de haber tomado la inciativa.
Pero así como le reconozco el mérito, le reprocho al presidente el intento de manipulación electoral de la demanda, antes, durante y después del fallo. No es posible que, después de una apuesta y un resultado tan adverso, intente mentirle al país pretendiendo hacernos creer que nada ha pasado y que la culpa es de otros.
Los indignos manotazos de ahogado que está dando Morales al eludir sus responsabilidades no reconociendo el fallo, le harán aún más daño al país en el caso de las aguas del Silala y en la definitiva pérdida de credibilidad internacional.
Lo que está haciendo Evo Morales y su gobierno, es reconfirmarnos que su verdadero interés no era la causa marítima, sino su forzada reelección y que está dispuesto incluso a utilizar su derrota para mantenerse en el poder.
Intentar beneficiarse electoralmente de una eventual victoria en La Haya era ya algo reprochable, pero pretender seguir usando ahora una derrota para victimizarse y manipular a la gente, es algo que los bolivianos no le permitiremos.