Maurizio Bagatin
Cuanta fuerza veo adentro de la soledad. El altiplano es su rareza del aire, la quinua y otros granos aquí tan cerca del cielo, en el espacio donde parece hayan llovido solo piedras, adonde los minerales desbordan como pus de la tierra. Conformaciones que son el estornudo de Pangea, mientras las nubes acarician los cerros.
Llallagua es una montaña y una novela trágica, la síntesis de Bolivia. Flotan nombres aymaras y una historia que seguimos ocultando; literatura con el rostro esculpido, perforado, moldeado en la negra oscuridad del socavón. Es la erosión del principio de todas cosas. El verbo que da inicio al nuevo caos, la grafía que es anterior al alma decía Jacques Derrida. Sin la palabra no existiríamos.
Se va disponiendo la síntesis de la riqueza de un pueblo. Qisi Qisi que toca el cielo, Chucarasi donde es eternamente presenta la canasta familiar. Los ingenieros del suelo son aun nuestros campesinos, los de mirada desdeñosa que es el reflejo de sus paisajes. Semillas libres que se encuentran y viajan buscando otra tierra fértil.
Étimo que nos recuerda la poesía y la violencia de nuestra configuración, nos recuerda nuestra literatura que “la ficción es necesaria a nuestra flaqueza”, los aymaras fueron esclavizados por los quechuas, quedaron los nombres de lugares eternos, Cala Cala, Sipe Sipe, Llalagua que puede significar “ser antinatural, deforme, anormal u objeto raro” pero también “tetilla de dos papas unidas” y entre los pobladores más ancianos el recuerdo de que Llallagua es el espíritu benigno, el que trae abundancia en las cosechas de las papas. Potosí es el nombre que muchos otros lugares de mucha abundancia: en la Potosí boliviana nació el capitalismo, y la revolución industrial mucho antes que en la Inglaterra victoriana. Nomem omen. Todo depende de la distancia o del cristal, si es comedia o si es tragedia.
Escuchaba a poetas y a cuentistas, quien recuerda y quien olvida, esto sigue siendo el misterio de la memoria. Ausente Tristan Maroff de nuestra Historia y desempolvando del pensamiento y del lenguaje reaparecen luces y sombras: Alcides Arguedas al cual yo también sobrepondría otro Arguedas, el mágico antropólogo y poeta peruano José María, y un Franz Tamayo que sigue iluminando el orgullo. Renegarían los más libertarios al oír aun hablar del abigarramiento boliviano, y otros de que nuestra tierra sigue siendo el botín de unos cuantos, los sempiterno de arriba versus los de abajo: Anasaya y Urinsaya, más allá de los pisos ecológicos.
Aparentemente el mundo no cambiará más y no terminará nunca. La lógica y la guerra seguirán siendo la frontera entre lo racional y lo irracional, ni Ulises pudo evitar esta colisión, y solo la metis y la poesía siguen extasiando jóvenes y menos jóvenes.
Retorno con la ilusión que es esperanza. Nuestra memoria son hilo que tejemos y deshacemos – unas semillas de papas de Don Valentín Aguilar – el Quipucamayoc que con diferentes colores escribía una historia – colores de las semillas y de las vocales visionarias – a sabiendas de que actuamos en este teatro ficticio donde lo real es solamente la belleza, la maravilla y el horror.