Los discursos, las actitudes y las amenazas de Evo Morales y de Luis Arce Catacora contra lo que podemos ilustrar como la élite productiva, a la que parecería quieren ahogar, contradice el objetivo nacional de enfrentar la crisis económica.
No es una consigna ideológica de encono contra los ricos, pues hay millonarios que gozan del amparo oficial. ¿Acaso los hermanos García Linera devolvieron los 400.000 dólares robados a la universidad pública? ¿Acaso se aísla a los clanes narcos que lucen mansiones, finos autos, clubes de fútbol y avionetas? ¿Algún dueño de lujosos vehículos y salones de fiesta en Ivirgarzama enfrenta inspecciones del SIN?
Carlos Valverde considera que Arce odia a Santa Cruz. Otros analistas lamentan la vendetta contra la región que contuvo el avance del Movimiento Al Socialismo en momentos de tensión política. Muchos, dentro y fuera de ese departamento, difunden mensajes de protesta por el maltrato a los cruceños. Morales los calificó de flojos; cuando la prensa paceña reprodujo el desatino, la respuesta fue enjuiciar a varios medios de comunicación. Esta semana maltrató a los jóvenes que lograron derribar su autoritarismo llamándolos “pandilleros”.
Una mirada más larga muestra que el resentimiento del dúo Arce/Morales abarca no solamente a una región sino a un sector de personas, entidades y empresas que- paradójicamente- deberían ser fortalecidas para mejorar la economía nacional. Da la impresión de una hostilidad hacia ellos, aunque son los responsables de la modernidad productiva del país. ¿Quizá porque son una élite con estudios superiores, con conocimiento técnico, con capacidad de imaginar cómo mejorar sus emprendimientos?
Cuando Arce dispuso el segundo aguinaldo hubo reclamos porque la medida afectaba a industrias, servicios turísticos, clubes, asociaciones profesionales; a pequeñas y medianas empresas. Él respondió altivo que habían ganado dinero suficiente. Él pagaba el segundo aguinaldo con plata del estado y con los aportes de los bolivianos legales. ¿Alguna vez supo cuántos empleos legales se perdieron o cuántas iniciativas productivas cerraron sus puertas como efecto de esa medida?
La ojeriza es justamente contra los que podrán ser aliados estratégicos para los planes económicos y sociales del gobierno, si los tuviera. Más impuestos, más controles, más persecución contra las empresas que luchan por sobrevivir en un ambiente que no es propicio, pues Bolivia no cuenta con facilidades para acceder competitivamente a la electricidad, al internet, al transporte internacional, a los mercados externos. Enfrentan trámites enredados, aduanas ineficientes, burocracia y corrupción.
Si el binomio Arce-Morales dedicase sus horas de ocio a leer la historia política y económica boliviana (esa historiografía que recoge datos y biografías), más allá de narrativas ideologizadas, aprenderían a respetar a esa élite productiva a la que desprecian.
Podrían imitar a esos migrantes que crearon las marcas emblemáticas de alimentos, embutidos, pastas, gaseosas, cervezas; a tantos bolivianos que producen café, té, arroz, aceite, vinos, telas, cartones, cemento, muebles, panes y galletas, máquinas, sueros, jarabes, pomadas, pinturas, quinua, quesos, chocolates.
Luis Arce eligió a un gabinete con ministros enmudecidos y cada ministerio es una olla de grillos, donde triunfa el responsable de recursos humanos que cobra los diezmos. De ahí no saldrán buenos consejos. ¿No tendrá un pariente, un buen amigo, un conocido con una mirada estratégica que lo ayude a salvarse del naufragio? El tiempo se acorta. Los votos de ayer pueden volverse humo.