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Al borde de la locura

Hay un momento en la historia de los pueblos en que las variables económicas dejan un rastro menos devastador que la propia percepción de lo que pasa en el entorno. Cuando la economía se hunde, cunde el pánico y cada cual estudia la forma de salir del laberinto, sin embargo, los pueblos no solo viven de economía, también se nutren de un profundo sentido de identidad, el apego a nuestros símbolos patrios, la tradición y los mitos que rodean la historia, eso podríamos denominar conciencia nacional.

Hoy, aquella nación que se enorgullecía del Libertador, de sus héroes, de las grandes figuras que con sombras y luces construyeron lo que somos, está herida de muerte, más de tres lustros de masismo han minado la conciencia nacional, la han fracturado, dividido, enfrentado y se jactan de administrar sus despojos.

Lo hizo de tal manera que hoy experimentamos una perpetua perplejidad enfrentada a los delirios masistas, la realidad ha sido sustituida por el delirio, por ejemplo, un senador de la República (Félix Ajpi) sostiene que la delincuencia en la ciudad de El Alto se debe al “progreso económico”. El presidente de la Comisión Mixta de Justicia Plural de la Asamblea Legislativa Plurinacional, Luis Adolfo Flores (MAS), asegura que “no hay pruebas suficientes que acrediten la condición de mandataria”, refiriéndose a la expresidente Janine Añez, en otras palabras, fue un fantasma que firmó más de 100 decretos y leyes en 361 días de gestión, hoy, además, presa como consecuencia de otro episodio esquizoide del régimen, un golpe de Estado que nunca fue. Cómo entender que un dirigente masista tres veces reincidente arremete contra tres vehículos en un estado total de embriaguez y la justicia lo declara inocente, que el Procurador quiere enjuiciar a los prelados de la Iglesia Católica “por avalar el golpe”, cuando en realidad (a solicitud pública de Evo Morales) querían propiciar la pacificación del país. Que el subprocurador general de la República es una autoridad con tres juicios penales, que, de un poco más de mil miembros del Poder Judicial alrededor de 700 tienen denuncias que van desde prevaricato a violación. Que el fiscal encargado de llevar adelante una audiencia en el caso Camacho, suspende la audiencia por no haber garantías ante la presencia de un grupo de ciudadanos en puertas de la Fiscalía, empero, la audiencia era virtual y todos estaban en sus respectivas casas, excepto el acusado secuestrado en Chonchocoro.

Cómo explicamos que el gobernador de Chonchocoro declare que no había cámara espía en la celda del gobernador Camacho, poco después de que los abogados del secuestrado hicieran entrega material del cuerpo del delito (la cámara).

Todo parece haber sido extraído de un cuento surrealista en que la realidad ha sido sustituida por el delirio. De pronto nos sentimos sumergidos en un mundo en que la firmeza de las mentiras se vuelve verdad absoluta, la corrupción se muestra como un detalle del ejercicio profesional, la injusticia como un equivalente de lo natural y el crimen como parte de la normalidad. Todo esto no sería problema si sucediera en torno a la vida privada de los que nos gobiernan, lo grave es que esta imposibilidad de reconocer las cosas como son, y como están, se da con características enfermizas en los que tienen que administrar los destinos del país, en los que tienen que tomar decisiones que hacen al bienestar o la desgracia de los ciudadanos. Ya no resulta exagerado decir que el gobierno se debate en sus propios delirios, es más, ha perdido contacto con la realidad, primer síntoma inequívoco de la locura.

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