Hugo H. Padilla Monrroy
Desarrollo del cuento
Agustín Iguare, era un originario de la Misión de la Santísima Trinidad, joven robusto y dedicado a las labores de la agricultura y como oficio preferente tenía la misión de asistir por sus dotes naturales de pescador, nadador, diestro remador, designado guiador del rumbo de las embarcaciones en las travesías usadas para el transporte de mercancías por los ríos de estas llanuras. Casado con la esbelta moperita bautizada con el nombre de Asunción Pou, habiendo procreado en familia dos niñas.
A la expulsión de los jesuitas. los indígenas neófitos, que habían recibido los Santos Sacramentos del Bautismo y las enseñanzas que, sin rédito alguno, los cristianizaron esos hombres de sotanas largas negras y raídas, les habían impartido enseñanzas en todo el ámbito de las Tierras Ricas, a saber, agricultura, ganadería, oficios, artes y conocimientos varios, se encontraron supeditados a dirigencia de administradores civiles, tropas militares españolas con criollos y curas giróvagos, quienes se encargaron de perpetrar excesos, abusos como clase dominante, ocasionando en el sentimiento del natural Mojeño, aflicción con dolor en rebeldía e insubordinación.
Desde la llegada de los misioneros a estas tierras, el medio de comunicación entre misiones y en el desarrollo del comercio con Santa Cruz, estaba condicionado al transporte por los ríos navegables durante los periodos de verano, (noviembre a mayo), en el periodo de sequía este medio de transporte era restringido y dificultoso. Para desarrollar este sistema de comunicación se requería la utilización de brazos hábiles, que desde siempre era formado por un equipo de hombres fuertes y muy diestros en el oficio, para conducir e impulsar las canoas mediante el uso de los remos, estos destinados por misión al oficio de “remeros”, así denominados, tenían un trato preferente con muy buena aceptación en el periodo jesuítico. Este oficio, continuó de manera explotadora y esclavista, a manera comparativa con la “mita” de la usanza minera, en el periodo post-jesuítico, Los remeros, debían abandonar sus familias a cambio de una nula o escasa remuneración, abandonando sus faenas agrícolas, que eran el sustento familiar.
Un día, el 8 de octubre del año 1810, cuando el gobernador Urquijo, instruyó el traslado de su familia, enseres y vituallas, contenidas en 50 petacas, desde el puerto de San Pedro a orillas del rio Mamoré (Madre de los ríos); a la cabeza de Agustín, el diestro, los fornidos compañeros remadores, negaron a iniciar ese viaje, pues días antes habían retornado desde el Puerto Pailas sobre el Rio Grande, en un viaje a “bubuya” y remo, que tardó dos meses, a comparación al viaje de arribada que duraba 90 días.
Reunidos en el Cabildo Trinitario con otras nacionalidades dedicadas a este oficio, Agustín daba las consideraciones de necesidades del equipo de remeros, habían retornado de dos viajes continuos, llevando tejidos, miel, cera fuerte, chocolate en grano y en pasta, tabaco, correspondencia e informes, despachos tanto a la Gobernación de Santa Cruz, como a la Real Audiencia de Charcas, e incluso espetó en su argumentación, el transporte delicado de un órgano musical fabricado en San Pedro de Moxos hasta puerto Soledad del rio Sécure, donde entregaron la valiosa encomienda, para su traslado por la ruta de los Mosetenes, hasta el Valle de Tarata el año 1789; denunció el abandono de sus chacras y sembradíos, estando sus familias desprovistas de alimentos, esa situación los obligaba a negar la realización de ese especial viaje, esta negativa, fue tomada como desacato y rebeldía, Agustín y el equipo de remeros fueron denunciados como insubordinados, recibieron el apoyo de sus caciques, entre ellos Pedro Ignacio Muiba, Gregorio Gonzales, siendo este uno de los argumentos de la rebeldía contenida y que ocasionaron los levantamientos del 9 de noviembre en 1810.
En esa reunión también puso en reclamo los riesgos y peligros que enfrentaban en cada viaje, castigados por el ardiente sol Mojeño, que caían sobre sus testas, los rayos calientes de Padre Sol que, calcinaban sus espaldas, pese al cobijo de sombreros y camijetas, soportando también fríos de temporada, durmiendo a la intemperie en orillas peligrosas en los ríos de su navegación, acotó la perdida de algunos compañeros presa de la ferocidad de tigres que, por las noches merodeaban sus estares del descanso nocturno, la carencia de abastimientos nobles como la yuca, el plátano que, eran suplantados gracias a la pesca y casería que el tiempo precario de descanso les permitía, solucionando en parte su dramática travesía; continuó anotando las permanentes enfermedades que producían en los remeros ocasionadas por ese vivir esclavizados a las labores obligadas sin consideraciones, impuestas por los administradores realistas.
Agustín era también Maestre en la confección de las pesadas canoas, fabricadas en maderas fuertes como el cedro y el roble, con longitudes de hasta 13 yardas (12 metros) de eslora, con 1.65 yardas (1.50 metros) de manga que, contenían hasta 50 arrobas (750 Kg.), eran manejadas por cuatro parejas de remeros y dos timoneles, quienes dirigían la navegación “a corriente” (bajada por el río) y “contracorriente” (arribada del río). La labor en la fabricación de las canoas estaba encomendada por él, a otro grupo de neófitos, que debían escoger el árbol, derribarlo, cortarlo y medirlo de acuerdo a su rectitud en longitud, luego proceder a su tala para darle el depósito cóncavo interior con ayuda de fuego controlado, luego el labrado para su terminación afinada. La carga transportada era protegida con cueros de ganado o de otros animales montaraces, sometidos a proceso de curtido.
En la matanza de la Misión de la Trinidad, en febrero de 1811, Agustín que se encontraba refugiado en una isla montarás a distancia de las orillas del Rio Ibare, acusado de promover la sedición por su negativa al transporte de las propiedades del Gobernador Urquijo, supo a los días que parte de sus familiares, vecinos e incluso su esposa fueron martirizados y asesinados por los seguidores de Maraza, los indígenas Cayubabas, Canichanas y Movimas, al conocer en su refugio de confinamiento esa atroz noticia, de manera furtiva retornó al hogar, para dar su sentido homenaje y despedida a la compañera de vida, las lágrimas infantiles húmedas de dolor inundaban las mejillas de las infantes, junto con ellas, del canoero y rudo remador Agustín le brotaron de esos ojos negros e indígenas, lágrimas secas de dolor con rencor y odio, se les cortaba la respiración en sollozos mudos; muy de madrugada con la tristeza de su viudez y la orfandad de sus pequeñas hijas las que, de milagro salvaron de la barbarie y atrocidad cometida por sus congéneres, volvió a su confinamiento, noche por medio muy de escondidas retornaba al poblau a visitar la tumba de su Asunción, cuya mortaja era el vestido tipoy blanco de su casamiento, cubierto por la tierra de sus ancestros, coronaba ese santo sepulcro una cruz de tajibo blanco, bajo una frondosa Pajarilla que, le daba el frescor de su sombra.
Agustín y su familia se refugió en su pahuíchi a proximidades de las orillas del rio Ibare, a manera de una vida en reserva, con el rencor atado a sus entrañas por la traición del cacique Maraza en contra de sus hermanos trinitarios y loretanos, se abstuvo de cualquier intervención en los temas del Cabildo al que había sido propuesto como Alférez, así fueron pasando los años, un confinamiento de una década, cuando la tarde, del 26 de abril del año 1822, recibió la visita de su cuñado Lorenzo Pou, dándole cuenta que el Cacique Canichana Juan Maraza, fue muerto en San Pedro por el Gobernador Velasco, quien a su vez, fue ajusticiado por los pobladores neófitos, quemadas las instalaciones de la Casa de Gobierno, sede de la Gobernación de Moxos, en venganza por el crimen del reconocido Cacique de Moxos.
Con este acontecimiento, el espíritu de Agustín, que albergaba rencor contra los extranjeros explotadores de su raza, el gobernador, los administradores españoles y los clérigos manipuladores, rencor también en contra de sus congéneres alineados a las decisiones y manipulaciones de las autoridades que, ocasionaron tan cruel atrocidad a puertas de la Iglesia de la Misión de Trinidad, con sacrificios humanos, como el caso de la martirizada Asunción; al conocer la noticia, el viudo cayó de rodillas, inclinó su cuerpo y besó la tierra, la suya, la de sus ancestros, volvió los ojos al cielo y observó a su Asunción vestida de tipoy blanco y radiante, entre las nubes, con la sonrisa tierna de esposa y madre lejana, asilada allá en los cielos esos que, coronan las verdes llanuras de los Musus (Moxos, Mojos), sintió un leve escalofrío, comprendió el mensaje del cielo que, suplicaba libere todo rencor y odio de sus entrañas, perdone y acepte los designios de Taita Dios, abrazó a sus hijas moperitas con suspiro hondo que, dio paz y tranquilidad a su alma y sentimiento noble, recogió sus pertenencia, embarcó en su fiel canoa y compañera de labores, navegó por ríos y cañadas, muy lejos adentrándose en las ubérrimas selvas de Mojos, allá en las tierras del Yacundá, para olvidar tristes e ingratos recuerdos, se asentó en una nueva comunidad llamada “La Gloria”, donde formó nueva familia actitud que lo liberó convirtiéndolo en un hombre libre, sin odios, con buenas costumbres.
Después de las revueltas, afectaciones revolucionarias, emancipadoras de los indígenas, muertos sus dirigentes como Muiba, Gonzales, Bopi y Maraza, las noticias de la creación de la República, liberó a los neófitos remeros a vivir sin esa oprobiosa esclavitud, quedaron en custodia de sus canoas con remos de paz, continuando sus labores comunitarias de agricultura, ganadería y transporte flotante, con obligaciones destinadas a su patrimonio y la de sus familias.
En la antigua Misión de la Santísima Trinidad, en noviembre del 2022
Ilustración: «Asalto del tigre a mi canoa». Exaltación, 18 junio de 1858.
Álbum de Mélchor María Mercado.
Referencia histórica:
- Provisión Real de 15 de febrero de 1560, emitida por el Marqués de Cañete, Hurtado de Mendoza Virrey del Perú, crea la Provincia de los Moxos.
- El 29 de agosto de 1563, se dispone mediante Real Cédula, la incorporación del territorio de la Provincia Moxos a la Real Audiencia de Charcas, para depender directamente en lo Político – Administrativo.
- El 25 de marzo de 1682, el R. P. Cipriano Barace S.J., el R. P. Pedro Marbán S.J. y el Hno. José del Castillo fundan, como primera Misión Jesuita en Moxos, con la nominación de Misión de Loreto, luego de convivir siete años con los indígenas, aprendiendo idioma, costumbres.
- El nueve de julio de 1686, se funda la segunda misión bajo la advocación de la Santísima Trinidad.
- En el año 1715, el Provincial Jesuita R.P: Antonio Garriga S.J., bajo consulta define la jurisdicción de los territorios indígenas, demarcando linderos, en cumplimiento de las Leyes de Indias.
- El 2 de abril de 1767, por orden del rey de España Carlos III, la Orden Religiosa de la Compañía de Jesús, fue intervenida en todas sus propiedades y jurisdicciones, decretándose su expulsión, se contabilizó que 2630 jesuitas, fueron trasladados desde las Indias a los Estados Pontificios.
- Esa misma fecha, en las misiones de Moxos, Chiquitos y el Paraguay, son tomadas las jurisdicciones misionales por los gobernadores españoles, los administradores civiles y los curas seculares reclutados de manera precaria, estos sin vocación y sin convicción religiosa.
Referencias de citas:
Bubuya = Navegación a favor de la corriente del cauce, con poca ayuda de remos.
Eslora = Largo de una embarcación.
Manga = Ancho de una embarcación.
Mita = Institución de trabajo forzado en las minas.
Neófito = Persona convertida a una religión, bautizada.
Pahuichi = Nominación a la vivienda indígena mojeña.
Pajarilla = Flamboyán (Delonix regia).
Petacas = Depósitos rectangular de cuero para transportar enseres. Baúl de cuero.
Poblau = Denominativo de pueblo, a usanza indígena.
Yacundá = Antiguas tierras de la zona de Huacaraje.