Ha muerto Javier Torres Goitia Torres, el humanista chuquisaqueño que dedicó su vida a la medicina preventiva. Fue el mejor ministro de Salud en la historia de Bolivia, aun cuando hubo otros que enfrentaron graves crisis sanitarias. Formado como pediatra, fue un boliviano de aquellos que la patria necesitaría multiplicar. Fue un ser humano que consiguió vencer en las tres líneas del combate cotidiano: la personal, la profesional y la comunitaria.
En lo personal, Torres Goitia era una figura seria y al mismo tiempo afable. Destacó como esposo de su compañera durante más de seis décadas, como padre y abuelo. La última vez que lo vi iba a entregar unos escritos. Hasta sus últimos días fue un gran lector y un escritor constante sobre temas de salud pública y política. Nonagenario, siguió practicando tenis y organizando reuniones sociales para compartir con amigos y colegas.
En lo profesional, logró todos los reconocimientos institucionales que ambiciona un científico. Alentó la formación de un banco de vacunas para enfrentar las enfermedades que azotan al binomio madre niño, principalmente los males relacionados con la pobreza. Fue de una generación de brillantes galenos. Perteneció a la agrupación “El Cerebro” junto a otros médicos influidos por el socialismo en los años 60. Ellos prometieron dedicar su profesión al más necesitado; debían ser los mejores en su especialidad y publicar artículos científicos regularmente.
En el servicio a la comunidad, Javier Torres Goitia dio a Bolivia su conocimiento y a la vez su capacidad de organizar planes de largo aliento para mejorar la salud pública. Fue ministro en 1970 cuando creó el sistema nacional de salud. Su labor más destacada fue como ministro en los años ochenta, cuando fomentó las grandes campañas de vacunación, las farmacias populares, creó los Comités Populares de Salud, realizó grandes marchas a favor de la salud preventiva. Con su trabajo, la mortalidad infantil bajó drásticamente en sólo tres años y Bolivia venció males infantiles endémicos.
En muchas ocasiones dialogué con él. Recuerdo sus comentarios en una de las entrevistas que compartimos: “Las coberturas actuales son del 25 al 30%; en algunos lugares del 18%. Esto es preocupante porque para lograr una protección útil, la cobertura de vacunación debe llegar por lo menos al 80% de la población en riesgo”.
“No es culpa de nadie en particular, pero creo que la principal falla es que se ha dejado de lado a los comités populares de salud y se ha diseñado el trabajo sobre la base de comités interinstitucionales. Teóricamente son muy buenos, pero el esqueleto es institucional y en países como el nuestro ello no es suficiente; el esfuerzo estatal tiene que ser muy grande y se deberá trabajar mucho para vencer la resistencia y desconfianza”.
“Nosotros tuvimos éxito porque responsabilizamos a la comunidad de su salud. Respetamos los organismos naturales, sean cívicos, sindicales, comunales. No era un simple postulado demagógico afirmar que la salud era un derecho que el pueblo debía conquistar. Le puedo contar interesantes anécdotas de cómo vacunaban los campesinos. Hombres analfabetos de Chuquisaca, por ejemplo, en regiones muy aisladas ponían especial cuidado en mantener las vacunas en la temperatura adecuada, en comprender las instrucciones para su uso. La población no desconfiaba porque eran ellos mismos los que estaban actuando. Los comités populares funcionaron y respondieron perfectamente”.
Torres Goitia enseñó que en países como Bolivia la política debería ser “salud para todos y con todos”. Una lección que en plena crisis por el COVID algunos deberían escuchar.