Maurizio Bagatin
Helada de Urkupiña, es tiempo de abrir la tierra. Este año enterraré la piedra del Calvario de hace casi treinta años atrás. Me contaron que deberíamos devolverla al cerro, pero creo que ir una vez hasta este lugar durante la vida sea suficiente. De esta manera se conservará en Sarcobamba, tal vez para siempre. Encima a la piedra almacigaré lechuga y rúcula para septiembre. Nosotros somos como la tierra, hechos de la misma esencia, como una poesía de Cesare Pavese: “Los recuerdos comienzan por la noche,/con el soplo del viento, a levantar su rostro/y a escuchar la voz del río. El agua/en la oscuridad es la misma de los años muertos./En el silencio de la oscuridad sube un chapoteo,/en el que ocurren voces y risas remotas;/se une al rumor un color vano,/que es de sol, de riberas y de miradas claras./Un verano de voces. Cada rostro contiene,/como un fruto maduro, un sabor que se ha ido./Cada mirada que vuelve conserva un gusto/de hierba y cosas impregnadas de sol al atardecer/sobre la playa. Conserva un aliento de mar./Como un mar nocturno es esta sombra vaga,/de ansias y escalofríos antiguos, que el cielo roza/y cada noche regresa. Las voces muertas/parecen la rompiente de aquel mar”. La vida sigue siendo un rayo de luz, nuestro desgarrador tentativo de deshacernos del guiño de la muerte.
En estos días necesitamos de mucha serotonina para sobrevivir al horror de la politiquería. Deberíamos oír solamente la maestría del silencio, reconocer nuestra falta de conciencia, a nuestro ontológico problema. Parece el mundo un experimento salido de un pésimo proyecto. Y retorno a la gran pregunta que Albert Einstein hacía siempre a sus alumnos: “El tiempo es real? ¿O somos nosotros los que estamos equivocados?”.
Noche de San Lorenzo en el otro hemisferio. Aquí andamos lunáticos e indecisos. Andamos como viejos tangos o huayños tristes. Tardará en volver el kaluyo que a mi llegada oí como si fuera rock. No me río, fue la inocencia de la primera vez. Agosto es tregua y arranque para el destino final del año, vendrá un mes para repensar a todo, septiembre es primavera y reflexión. Andaba buscando una antigua narración, no, no me sale espuma, estoy cuidando a mis cuatro nietos, y no se agotan las variantes para recordarnos nuestra imperfección. En la tierra puse ceniza y cascara de huevo hecha polvo, borra de café y el contacto de las manos.
Se abre la tierra y la memoria retorna a vivir. El desencuentro se abraza con su imposibilidad.
Se abre la tierra y recordamos. La libertad se hace posible.