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¿A quién le pertenece la calle? Los qhatus, las mujeres y la memoria histórica

Todos ven a Potosí como una ciudad exclusivamente minera, sin embargo, es también históricamente una de carácter comercial. Jane E. Mangan, historiadora, en Trading Roles: Gender, Ethnicity and the Urban Economy in Colonial Potosí (Durham, 2005), ha documentado el rol de las mujeres comerciantes en la historia urbana potosina entre los siglos XVI y XVII. Hacia la década de 1550, la entonces Villa Imperial contaba con un gran mercado: la Plaza del Qhatu. Esta gigantesca feria estaba próxima a la Plaza del Regocijo (hoy Plaza 10 de Noviembre), la antigua plaza mayor de la ciudad. Los españoles castellanizaron el nombre de forma que qhatu pasó a llamarse gato y la plaza fue conocida también como la Plaza del Gato. Ese lugar de naturaleza estrictamente comercial (dónde se vendían viandas, hojas de coca, minerales, ropa y un largo etcétera) es hoy la Casa Nacional de Moneda. Este edificio, erigido entre 1758-1773, ocupa ese antiguo espacio y en la memoria histórica potosina pareciera que se hubiera borrado el recuerdo de tan importante y vibrante espacio de comercio en donde sus principales agentes eran las mujeres.

El estudio de Mangan ilustra cómo las mujeres indígenas se convirtieron en las principales agentes de la economía urbana potosina. Ella sostiene además que el papel tan activo de estas mujeres fue moldeando el carácter comercial de la ciudad. Ese hecho no fue exclusivo del periodo colonial. Ya en los tiempos republicanos, las mujeres han sido parte activa de la ciudad en sus ferias y mercados. A pesar del discurso de la domesticidad, según el cual las mujeres solamente debían cuidar y educar a sus hijxs, las mujeres potosinas han encontrado siempre un espacio para generar una renta que permita darles un mayor bienestar a sus familias. Así como en el siglo XVI, hoy las mujeres siguen vendiendo en ferias y mercados. Y naturalmente en la calle a pesar de la oposición del Gobierno Municipal. Hace algunos días, una integrante de la colectiva feminista Mujer de Plata, ha documentado como un grupo de intendentes municipales querían desalojar a una vendedora de tostaditos que tenía su patente al día y que estaba ofreciendo sus productos en lo que era la antigua Plaza del Qhatu (o del Gato). Ella, una señora adulta mayor, estaba ofreciendo sus tostados en la esquina de la Casa de Moneda, en la intersección entre las calles Ayacucho y Quijarro.

Hay una política de la Intendencia Municipal de Potosí de desalojar a lxs comerciantes “informales” del centro histórico. Muchas veces haciendo uso de la fuerza, la Intendencia procura así “limpiar” la ciudad, tal como ellos mismos lo preconizan sin advertir el contenido peyorativo del verbo que emplean. El señor Orlando Cuevas, dirigente de los trabajadores municipales, declaró hace poco que “la población [potosina] exige que se vaya a limpiar todas las aceras”. Esta es una inclinación clasista, razón por la cual, trabajadores de la Intendencia asumen que su labor es “quitar la inmundicia y suciedad” de la ciudad. ¿Pero se refieren a los deshechos de la ciudad?  o en realidad ¿a lxs trabajadores informales que se ganan la vida a través de sus ventas? La alcaldía potosina tiene una mirada miope sobre la economía urbana de la ciudad.

No solamente en el siglo XXI, sino desde el pasado colonial muchos potosinxs (y en particular mujeres) han sido el motor económico de la ciudad a través de sus ventas callejeras y en las ferias. Los estudios macroeconómicos subrayan que alrededor del 80% de la economía es informal en nuestro país. De manera que la calle y los mercados son espacios de trabajos para muchxs potosinxs y en particular para las mujeres que así sostienen sus hogares y familias.

El comercio informal es una consecuencia de las condiciones estructurales de nuestra economía. Por tanto, en vez de perseguirla y demonizarla, la misión de la municipalidad es darle un cauce en la vida pública. Las calles han sido ocupadas históricamente por comerciantes como lo sostienen trabajos documentados sobre nuestro pasado. Los funcionarios no deben ni marginalizar ni agraviar a lxs comerciantes. Es más saludable encontrar salidas que permitan, por un lado, el desarrollo de nuestra economía comercial y construir de esa forma una ciudad inclusiva. La Plaza del Qhatu y la memoria histórica que se ha construido sobre el comercio son parte sustancial de nuestra identidad urbana.

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