El reto diario del periodismo boliviano es la credibilidad. ¿Acaso hemos perdido los periodistas ese carácter? En general, no. Pero rozamos con ese filo peligroso todos los días. Ser periodista en estos tiempos, y en este país, significa ganarse la confianza de quienes nos leen, nos escuchan y nos ven. No busquemos la confianza del poder político y tampoco confiemos en él.
Eso quiere decir hacer las cosas bien, pues para eso hemos estudiado en las universidades. Y quienes no pasaron por sus aulas, saben que la universidad de la vida, en el mejor de los casos, es una maestra por excelencia.
Hacer las cosas bien no implica pedir nada a nadie; todo lo contrario, es ofrecer. El periodismo es una entrega diaria. Y en ella depositamos todo lo que somos y lo que tenemos en ese instante: nuestros errores y nuestros aciertos, porque estamos expuestos a los juicios inclementes de la sociedad. Cada día subrayan en qué parte nos hemos equivocado, porque los errores saltan más a la vista que los aciertos. No en vano en nuestro cofre de palabras pesan más los insultos que elogios.
No esperemos tampoco que nos feliciten o adornen nuestras vitrinas vacías con reconocimientos de los que al día siguiente no recordaremos su procedencia. Y no es ingratitud. Ocurre que el verdadero periodista está más interesado en su nueva cobertura.
Cuando lleguen las felicitaciones y los premios, el periodista debe comprender que eso significa más compromiso. La sociedad le está pidiendo que haga bien su trabajo. Y hacer las cosas bien significa ser competente: desde conocer el más simple error ortográfico hasta solucionar el asunto más delicado en cuanto a ética se refiere. Porque la ética periodística es la sombra del pensamiento y el eco de la acción.
El periodismo es una ofrenda. Se da la vida misma, incluso. Y por lo que se da no esperemos premios o reconocimientos. Los periodistas debemos tener en cuenta que no somos héroes que la sociedad deba admirar por el simple hecho de serlo. No, nosotros mismos deberíamos obligarnos a trabajar mejor cada día y manejar con justicia la información que tratamos.
Pero el Estado y la sociedad deben también proteger y alentar las condiciones adecuadas para el trabajo periodístico; no hablo de lujos; me refiero a conocimiento y acceso democrático a la información pública.
Si habría que pedirle algo al Estado para tener un periodismo competitivo es más universidades y, en particular, que haya condiciones para crear facultades de Comunicación Social, en las que Periodismo sea otra carrera con cuatro años de estudio y uno de especialización; tiempo suficiente como para que los interesados entiendan que el periodismo es palabra y no imagen. En periodismo cabe recordar siempre que la palabra es la pared en la que se apoya la imagen.
Necesitamos más reflexión y menos espectáculo. Necesitamos más análisis y no mujeres semidesnudas que degradan la sociedad machista en la que vivimos.
Necesitamos periodistas que se expresen de manera justa ante su audiencia, que sepan distinguir las verdades de sus fuentes de información y que no se dejen arrastrar como piedras fáciles por los juicios y condenas a priori.
Necesitamos periodistas y medios que se enamoren de la investigación para que nos hagan comprender cómo se mueve el mundo inmediato que nos rodea. Necesitamos un periodismo capaz de creer en sí mismo para que infunda confianza en los propios periodistas y en la sociedad.
Necesitamos un periodismo que sepa subrayar la distancia ética con el poder para que no sucumba ante las fauces peligrosas del dinero fácil. Necesitamos periodistas que no exijan publicidad, y que se demanden más capacidad. Esta nos regalará calidad.
Necesitamos medios comprometidos con los valores del periodismo antes que con las tendencias engañosas del mercado. Necesitamos gobiernos que no consideren al periodismo como su enemigo sino como una garantía de la democracia y de la convivencia pacífica en sociedad.
La publicidad, los premios y reconocimientos tal vez lleguen después. Pero ese detalle ya no preocupará a los verdaderos periodistas porque tendrán sobre el escritorio un nuevo tema de trabajo. ¡He ahí el reto diario de la credibilidad periodística!