¿De que sirvió el esfuerzo y el sacrificio, si el Tribunal Supremo Electoral (TSE) no cumplió con la misión de defender nuestro voto? Preguntaba impotente una joven marchista en defensa del 21F. La frustración devenía en radicalismo temerario: ¡al menos tomemos una institución…! Pedían liberar la bronca. Bastaba una chispa para encender la pradera. Ocurrió en La Paz y Santa Cruz.
Infiltrados masitas o radicales marginales arremeterían contra el TSE y otras instituciones, desoyendo el llamado a la calma. Era previsible. La furtiva y anticipada habilitación del binomio inconstitucional del MAS por TSE despierta una vez más nuestros demonios.
Lo acontecido es apenas el preámbulo de un año electoral dominado no por buenas razones, sino por el derroche de la política de sentimientos y sinrazones. Ya comienzan a tejerse definiciones montadas en la confusa maraña de amores y desamores, de pasiones, miedos e incertidumbres.
En política, “el que se enoja pierde” , y el que no tiene un plan B se asfixia sumando pequeñas y grandes derrotas. Por distintos motivos, oposiciones y oficialismo experimentan ambas debilidades. El masismo no supera el enojo provocado por el NO mayoritario del 21F y la “evodependencia” le cierra el paso a la renovación de su proyecto, agotado y cada vez más autoritario.
En el bloque opositor, plataformas, comités cívicos y partidos no terminan de entender que la lucha contra regímenes de autócratas endiosados bajo ropaje democrático, es más complejo que la lucha librada contra viejas dictaduras. El anuncio del inevitable fraude atiza sus dilemas existenciales. El fraude no será convencional, maniobras judiciales, uso y abuso de propaganda y cohecho institucionalizado ya son la norma. Insisto, urnas, calles, organización, control electoral, denuncia y resistencia en una contienda electoral maratónica serán imprescindibles.
En la guerra declarada por Evo y su entorno no hay lugar para la justicia ni el pluralismo democrático. La informalidad y lo ilícito cobran cotidiana dimensión. El mínimo desborde es suficiente para maquinar una estrategia plagada de trampas e injusticias. Modus operandi desgastado, pero suficiente para sembrar división y confusión en la línea estratégica de defensa de una democracia hoy en riesgo. El discurso y la actitud amenazantes de voceros de Conalcam, despiertan el fantasma del cerco, del bloqueo en medio de la instalación de redes mafiosas y tóxicas en el entramado de bloque gobernante.
El miedo a que nuestro destino siga la ruta de la debacle venezolana y el éxodo desesperado de su gente es y será un referente del voto anti-Evo. En la otra vereda, el Gobierno siembra el temor al retorno al pasado neoliberal. Y es que, en la antípoda del drama de Venezuela, la crisis argentina es una buena carta a jugar para reflotar lealtades en medio de la incertidumbre globalizada.
El núcleo de poder del régimen no es inmune a este abanico de sentimientos encontrados. La parafernalia de las primarias no aplaca sus más íntimos temores. Se engaña el MAS al distraer al pueblo con la prematura electoralización. Buen pretexto para sumergirse en la euforia que provoca el cortar la cinta de mega y miniobras por doquier, tarea que sus seguidores y el mismo Evo confunden con el oficio de gobernar. El festín prebendal ¿será suficiente para recuperar la fe en su electorado perdido?
El oficialismo pierde el sueño frente al relampagueo de cifras rojas que maquilla o esconde. El subsidio a los carburantes, la reducción de la producción y venta de hidrocarburos, el dólar congelado, el déficit fiscal y la creciente deuda diseminan incertidumbres. Son su pesadilla. Cierra los ojos. No hay plan B sostenible ni razonable. El doble aguinaldo es el escape demagógico y contraproducente. Para quienes profesan fe ciega en Evo, la burbuja de estabilidad y de bonanza jamás estallará bajo su reinado. Su reelección promete ser garantía para disipar el miedo al desgobierno e inestabilidad.
La pasión por la política se convirtió en la adicción al poder. El miedo a perderlo lo atormenta. Como señalara Edmund Burke, “El miedo es el más ignorante, el más injurioso y el más cruel de los consejeros”. El miedo se ancla en ausencia de información en un mar plagado de mentiras. Disculpas por el pesimista adiós a este 2018.
Erika Brokcmann es psicóloga y exparlamentaria.