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Los últimos minutos

Márcia Batista Ramos

Veinte años después el todopoderoso no entiende en qué falló… Era una especie de rey o dios, que hacía y deshacía con cualquiera que no concordaba con sus ideas. Engañaba a la gente más ignorante con palabras dulces y a la gente más pobre con un poco de comida. Sus fuerzas delincuenciales multitarea, tampoco tienen valentía suficiente para hacer frente al águila del norte.

Recuerda que él fue el hombre fuerte, que decía lo que se le venía en gana. Hasta cambió la fecha de la navidad en su país. Nunca pensó que, en algún momento, llegaría a estar con una mira apuntándole la cabeza. Traficó con drogas, con armas y con gente. Hoy ruega por su vida y su libertad. ¿Y el oro? ¿Y los dólares? De nada sirven en un día como hoy.

La primavera avanza con la certeza de que él se debilita psicológicamente, como cualquier preso político que él condenó a un calabozo húmedo y oscuro. La mente es frágil, el miedo aumenta, el tiempo pasa y las flores no brotan en el bunker donde él camina en calzoncillos toda la noche.

La hora fatídica se acerca y los medios comentan y comentan: no tiene salida.

No logra colocarse una corbata sin pensar en Saddam Hussein… Siempre recuerda que Saddam fue ejecutado en la horca. Esta idea le sofoca y él tira la corbata al piso y viste la camisa roja. Sale a la palestra, pero nunca sin antes lavarse con agua bendita, persignarse y piensa que, antes, él no tenía confianza en ningún Dios.

Dios era su hermano menor y le permitía tomar preso, torturar y ejecutar a cualquier que le mirara mal.

¿Y ahora?

Ahora mandó una carta al Sumo Pontífice, a unos y otros para que le salven. Y nada…

Se sabe perdido.

Se siente atrapado, sabe que su caso es de desesperación. Ya no confía ni en su propia sombra. Sus días y noches son agitados, teme a una “Operación Lanza de Neptuno” y pide misericordia a Dios, a la Virgen, a Alá y a sus comandantes. Y nada…

El miedo se agranda cuando prende “EL RELOJ” y teme ser ejecutado por los hombres de la Isla, justo los de su guardia personal, que lo miran y escrudiñan mientras come, duerme o defeca… Porque ellos, no quieren que caiga vivo para que no delate a sus verdaderos jefes.

La situación es difícil. ¡No! Es una situación desesperante. El despliegue en el Caribe es real. Los tiempos se acortan.

Recuerda los casos recientes de los yemeníes, de los iranies… 

Recuerda de «Salomé con la cabeza de Juan el Bautista».

Y llora.

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