Transcurrieron unos días desde el batacazo que el PDC, o mejor dicho el ya célebre capitán Edman Lara, diera en las elecciones. Y más temprano de lo esperado la guerra sucia empezó con más ímpetu que en la primera vuelta.
Se ha teorizado bastante sobre las causas de un triunfo que nadie esperaba, habiéndose construido conjeturas que van desde las conspirativas hasta los eventos de última hora que trastocaron los cálculos previos basados en encuestas que daban por ganadora a la fórmula de Unidad. No comparto la tesis de que las encuestas no sirven, pues considerando que toda encuesta advierte sobre un margen de error que en casos llega hasta el siete por ciento, los resultados que finalmente se dieron están dentro del margen que estadísticamente aquellos trabajos advierten. Y entonces, respecto a las seis últimas candidaturas poco o nada hay que cuestionar entre los pronósticos y los resultados que finalmente se produjeron. Pero no podemos ignorar que, en la categoría de votos nulos, blancos e indecisos, todas las encuestas mostraron que oscilaban entre treinta y hasta treinta y cuatro por ciento. De ello se colige que ese porcentaje elevado respondía a un bolsón, especialmente el de los indecisos, que en su momento iba a beneficiar a alguno de los candidatos.
Lo que no se sabía era quién o quiénes en última instancia iban a ser los beneficiarios. Pues resulta que en los últimos días hubo algunas declaraciones que en unos casos restaron posibilidades, por ejemplo, a Samuel Doria Medina, como las de Alejandro Almaraz, conocido por su marcada tendencia marxista y exmilitante del MAS, quien dijo que apoyaba aquella candidatura, lo que en muchos casos decepcionó al electorado del empresario sobre el que ya existían dudas sobre su verdadera filiación ideológica. Y como el voto es un ejercicio emocional, las imágenes que por las redes sociales se difundieron respecto a la torpe actuación de un oficial de policía que redujo estrangulando al capitán Lara por supuestas faltas cometidas en su institución, fueron decisivas para que un buen número de ciudadanos optaran por el expolicía. Pero de él no se conocen otros méritos que puedan avalar idoneidad para el segundo cargo más importante del Estado, salvo sus denuncias sobre corrupción en la institución policial, que contrastan con su temperamento violento exteriorizado en un improvisado discurso luego de conocer su victoria, profiriendo en desmesurado tono advertencias no solo a Tuto, sino a su propio candidato presidencial.
Las recomendaciones que Paz Zamora le da a Paz Pereira, que más que políticas son paterno-filiales, o las alabanzas que en una capilla privada y en familia dirigen a Dios, con seguridad también tuvieron que ver con las iniciales intenciones de voto de un buen número de electores.
Hubo más hechos entre bastidores que cambiaron el rumbo de las predicciones, de lo que fácilmente se puede deducir que el gran beneficiario de ese bolsón, por las razones anotadas, fue Rodrigo Paz Pereira, que ofreció además irrealizables ofertas en favor de los de la tercera edad.
Pero bien, hoy estamos ante una inédita etapa del proceso electoral, en el que pesarán los programas que en materia económica tienen cada uno de los candidatos para sacarnos del hoyo en el que nos dejó el MAS; y aunque eso será lo más importante para un país que iba en dirección al descalabro venezolano, no se puede perder de vista que, como consecuencia del ejercicio abusivo que Evo Morales hizo del poder, hubo con seguridad muchos delitos cometidos en su presidencia, además de los que cometió contra niñas y respecto de los que cada vez aparecen más pruebas.
Sobre estos temas existe una diferencia entre Tuto y Rodrigo. El primero, a lo largo de su campaña planteó recurrir a organismos financieros internacionales para la obtención de créditos y detener al presidente pederasta, en tanto que Paz Pereira y su acompañante de fórmula son imprecisos al respecto, sin dar respuestas a cómo obtendrá dinero para sacarnos de la crisis; Rodrigo fue visiblemente evasivo cuando sobre Evo se le consultaba, reduciéndose a decir que hará cumplir la ley y lo determinado por la justicia.
Pero, para información de Paz Pereira y Lara, la ley y la justicia ya tienen librado un mandamiento de aprehensión, y en tal mérito corresponde al Ejecutivo, a través de la Policía, su ejecución y cumplimiento.
Augusto Vera Riveros es jurista y escritor