Juan Norberto Lerma
Rufo Marcus encontró a un demonio de los de la Escritura en una calle de Viena. Era tal cual lo había visto en sus lecturas de agua y en sus alucinaciones verdes matutinas. Rufo Marcus era un soldado de Dios y desde los diecisiete años formaba parte de una orden oscura que entregaba cuentas a unos señores de Roma.
El demonio miraba con deleite a las mujeres detenidas en las ventanas, y les hacía guiños irónicos a los niños. En la estrechez de la calle, aquí y allá alguien le devolvía el saludo a esa criatura que vestía ropajes elegantes y que caminaba como un hombre refinado.
A Rufo Marcus le temblaron las manos y le castañearon los dientes cuando el sujeto se volvió para mirarlo. La lengua se le hizo nudo y sintió como si con sus ojos el sujeto hurgara en sus recuerdos. Bajo la luz de una casona, Rufo Marcus le vio el perfil odioso, el hocico cruel y su nariz malvada.
El demonio le guiñó un ojo a Rufo Marcus como si entre los dos tuvieran un secreto, y de la ranura de su ojo se derramó el brillo de una moneda de oro que nunca tocó el empedrado de la calle. Enseguida, se dio media vuelta y aceleró el paso, tal como si fuera a algún aquelarre de sueños. Bajo un arco, Rufo Marcus lo alcanzó y sacó su espada. El demonio escuchó el sonido metálico, se detuvo como una figura hecha de tizón y en su nuca danzó una llamarada.
Rufo Marcus le hizo un tajo en la espalda y la punta de su espada arrancó chispas en las piedras callejeras. El demonio se mantuvo de pie, tal como conviene a los seres poderosos que están más allá de la voluntad de los hombres. Rufo Marcus sintió una especie de satisfacción divina que rebasaba las calles de Viena, el reino de Austria, la época de las cavernas, y que se remontaba a las constelaciones y a la época en que los dioses pulieron los gruñidos de los hombres y los convirtieron en palabras.
Impulsado por una ansiedad inmoderada, Rufo Marcus no se detuvo, sino que avanzó hasta la abertura de la espalda del demonio, y del otro lado vio a su madre junto a un lavadero de techo exiguo, se vio retozando en una charca de aguas verdes, de rodillas en un templo de Florencia, y combatiendo herejías en Nápoles.
Dio un par de pasos y creyó que atravesaría el cuerpo del demonio, sin embargo, inesperadamente se halló de pronto en otra piel, en otro tiempo, y se quedó perplejo. En algún lugar de la calleja se escuchó un Avemaría, y enseguida un portazo. Rufo Marcus descubrió que sus pies diestros en la carrera calzaban perfectamente en las pezuñas de aquel bicho, y que sus manos educadas en el arte de arrancar sonidos delicados o violentos a los instrumentos de cuerda embonaban perfectamente en las garras de aquel demonio.
Del otro lado, frente a él, se extendía la calle apenas iluminada y sus fachadas blancas y elevadas. De algún modo oscuro, Rufo Marcus entendió que no había alcanzado a aquel demonio, sino que, como en un rito, en esa calle, en esa noche, él lo esperaba, y que de ahora en adelante andarían, cada uno y juntos, en las ciudades.
Referencia bibliográfica
Juan Norberto Lerma: Escritor y periodista. México, Distrito Federal.
Es autor de los libros de cuentos Las Mariposas Cantan de Noche, La Bestia entre los Días, y Perro Amor.
En el año 2000 ganó el primer lugar en un concurso de cuento llamado José Emilio Pacheco, al que convocó la Universidad Nacional Autónoma de México. En el 2010, un Comité editorial de Plaza y Valdés consideró “susceptible de publicación” su libro Las Mariposas Cantan de Noche.
En 2024, el libro de cuentos Las Mariposas Cantan de Noche estuvo bajo los cuidados de la Editorial Ibarrola, de España.
Ha publicado los libros de poesía Delirium, El Imperio del Polvo, y Cristo Pastor, Madre de Hierro. Ha colaborado en varias publicaciones culturales. Actualmente colabora con reseñas literarias en un programa que se difunde en Radio BUAP. Publica reseñas de cuentos memorables y novelas destacadas en su canal de YouTube.