A estas alturas, la fragmentación del voto es el rasgo innegable para la próxima justa electoral, pero mayor certeza todavía encontramos en algo que es inédito por lo menos en los últimos veinte años: esa dispersión del voto se da también en el oficialismo. El excesivo número de agrupaciones políticas “liberales” y de derecha, una de lo nacional-popular con alguna posibilidad de éxito, otras cinco de diversas tendencias que no tienen ni la más mínima chance de, por lo menos, conseguir dos diputaciones, al menos dos eternos candidatos y un electorado mayoritariamente sin convicción respecto a una opción como solución a la crisis, configuran un escenario novedoso en este siglo.
En medio de ese panorama, como lo expresé el mismo día de la presentación del candidato a la Vicepresidencia por la Alianza Libre en mis redes sociales, la elección de Tuto Quiroga la percibí como un craso error, pues el perfil del joven experto en tecnología digital no encajaba en el papel principalmente político que corresponde a la segunda autoridad del Estado, cuyo marco natural es el hemiciclo, donde el pleno de la Asamblea Legislativa toma las decisiones políticas más trascendentales y se entablan pactos, acuerdos y consensos, que son inherentes a un político, tal como hizo el impostor García Linera, que, más allá de su tenebrosa gestión, no hay duda de que sabía del oficio.
Y las semanas que le siguieron al día en que Tuto pretendió patear el tablero con tan insólita nominación de su acompañante de fórmula me dieron la razón, como se la dieron a varios analistas, periodistas y ciudadanos de a pie. Cuando en política, especialmente en la que se practica en Bolivia, se reclama renovación y juventud, se busca que esas características sean complemento y nunca sustancia de postulantes idóneos para el cargo que se quiere ganar. No basta ser joven y sin antecedentes negativos para pensar que, por solo ese hecho, se esté rompiendo con lo establecido. Naturalmente, el candidato de Libre, razonando, como todos los que tienen aspiraciones de triunfo, al pensar en un vice y mirar hacia el oriente, lo hizo por la aceptación que seguramente Juan Pablo Velasco tiene en Santa Cruz, y especialmente entre la gente joven; pero el perfil del nobel político dista sideralmente de lo que un vicepresidente requiere. No alcanza ser un top executive de la tecnología. Y tener como parte de un programa gubernamental la digitalización del Estado no necesita de un segundo mandatario experto en esa área.
Cuando “jota pe” Velasco debe atender los requerimientos de la prensa seria a la que le interesa saber manejo parlamentario y proyectos legislativos u orientación ideológica, está más perdido que Adán en el día del amigo. El país no necesita un experto en computación para el cargo de vicepresidente. Si Tuto ganara las elecciones, lo cual está dentro de las probabilidades, y pretende digitalizar el Estado, no requerirá más que un director nacional o un viceministro con el perfil del de su dupla.
Tanto fue el detrimento para la fórmula de la alianza Libre que ocasionó la nominación de J.P., que, si se imponen en las elecciones de agosto, lo hará con mucho menos de lo que pudo haberlo hecho con otro candidato a vicepresidente. Por lo pronto, Tuto ni siquiera goza de la preferencia ciudadana en Santa Cruz…
Y como sobre mojado, llovido, su portavoz, Tomás Monasterios, quiso dárselas de muy listo para, con fingido aspaviento, hacer una temeraria acusación a Samuel Doria Medina de estar financiando su campaña con dineros del narcotráfico. ¡Qué bajeza!
Mi desacuerdo con el socialismo es palmario, pero no tengo ninguna inclinación por Doria Medina ni Quiroga de manera especial, y mi percepción sobre la seguidilla de errores en que la alianza Libre viene incurriendo puede tener un alto costo a la hora del escrutinio de votos. El expresidente de derecha habla mucho, pero dice poco, y en eso también le está yendo tan mal como al primero interpretando rap…
Dicen que los problemas son como los plátanos: todos vienen juntos. Y de la lista a parlamentarios por la alianza que lidera Tuto Quiroga, inhabilitaron probablemente a una de sus mejores fichas, como es la diputada Luciana Campero, sobre lo que no cabe ninguna protesta: negligencia en su inscripción. punto.
Augusto Vera Riveros es jurista y escritor