Maurizio Bagatin
La tierra descansa. El verde de hace poco más de un mes atrás se ha evaporado. El invierno aún no ha llegado y sin embargo está aquí, detrás de un cualquier cerro desnudo o a la esquina, después de una curva, oculto y listo, vigile y firme. La tierra descansa de su color veraniego, del trabajo del hombre y del fruto. En ella está el carácter del hombre, como el carácter de un pueblo está en su historia.
La cordillera andina es columna y esqueleto, amando el sol y adorando la nieve, se retira y evade, retorna y emigra. Es su gente inquieta y pacífica, arrasada por muchas fuerzas telúricas y la profundidad de sus abismos. Descansa sin dormir y arremete su personalidad.
Mirada literaria. Desde el molle del centro el halcón observa y domina el entero jardín, a volar se quedaron solamente los colibrís, los otros pájaros se alejaron. Las flores del tajibo inician su tarea de invierno. En los jardines dominicales hay una atmosfera que siempre me ha engatusado. Hasta la hora del almuerzo, después el escenario se transforma, hay menos endorfina en el cuerpo y al horizonte se perfila el lunes aun sin santificación.
Anoche no dormí. Dormir es lo que desea el insomne. Caminan las pesadillas por el patio desierto, vienen y van y retornan al mismo lugar de siempre. Se parecen al viento y a su eterno deseo. Agarras el libro que estabas leyendo ayer, la página que retorna siempre al mismo lugar, propio como las pesadillas, propio como el viento. Eterno retorno. Un suspiro de Dostoievski y noches blancas. La memoria que se hace angosta como un callejón laberintico, finísima como la punta de una aguja, delgada como la navaja, invisible como una fisura, sutil como el recuerdo. Es el engaño de otra noche insomne.
Escribo desde la hipocresía de nuestra especie. Pisamos el fuego y continuamos en la mediocridad de la mentira. Canción de Manu Chau, disco gastado y consumido. Dicen que el más fuerte gana, será cierto, el idiota de Dostoievski no confunde la inocencia sino la define con maestría psicológica. Los sueños avisan y la mentira sigue construyendo un espacio de realidad diferente, Italo Calvino en su sabiduría le pone en boca al barón una casi sentencia: “Se sabe que los revolucionarios son más formalistas que los conservadores”.
Noches insomnes y literatura rusa. “Las dos Natasha”, la Nastasya Filíppovna de El idiota y Natasha Rostova de Guerra y paz. Figuras hermosas y trágicas, dos escritores que no dejan dormir a nadie. Existieron, existen y seguirán existiendo insomnes. Los que narraron, narran y narrarán esta devastadora condición humana. Tal vez encontrar refugio en “la mentira del arte” que es la más bella mentira, y su inutilidad que es la ética más fabulosa. No hay otro remedio natural.
El molle del centro se comunica con los otros molles del jardín, con los dos que están arrimados a la pared y sufrieron una descuartizadora poda, y el más ilustre, el árbol al cual hablo todas las mañanas preparando el café, me mira escéptico, se parece a Cioran. Mundo vegetal que tiene más sentidos que el mundo de los seres humanos. Oyendo destilar las palabras de Lucrecio y de Bacon.
Nocturnas fueron también otras lecturas, Pico della Mirandola y Albert Camus, Nuccio Ordine y Soren Kierkegaard, a humanistas como Simone Weil que nos ayudan a mirar la condición del ser. Tarea complicada en nuestro tiempo, parece que estamos mirando de lejos el escurrir del tiempo, hacia lo post humano en lugar de sentar las bases de un nuevo humanismo.
La tierra descansa frente a un cielo invernal. Pinceladas nubes observan el suelo durmiente, arbustos secos, manchas de wira wira, nopales y algarrobos, reservorios de agua repletos hasta agosto.
Hay quien engaña engañándose, el futuro parece no ser ya lo que era y el presente queda lejos de nuestro débil imaginario. Dormiré temprano sin “temor y temblor”, si no dormiré seguiré con una mirada literaria, en fin, reunidos en un solo lema siguen Cándido y el Príncipe Myshkin: “Hay que cultivar nuestro jardín”.
