El 21 de diciembre de 1936, la nación boliviana dió un gran salto de independencia, sin parangón en la historia nacional, incluso hoy con tantos recursos económicos venidos de la exportación del gas, no hay un hecho similar, por la titánica labor que emprendieron hombres que salieron de las arenas de la Guerra del Chaco, acompañados por una dirigencia esclarecida en el fortalecimiento de políticas nacionales de desarrollo. Les habló sin dudar de la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB).
No exagero cuando digo que no había ni un sólo ingeniero petrolero formado para esas tareas, después de la nacionalización de la todopoderosa Standard Oil. A diferencia de hoy con decenas de carreras y maestrías sobre el gas y el petróleo. En ese entonces, se eligieron a los 100 mejores bachilleres del país que fueron becados a México y Argentina para su formación, nos recordaba el ex presidente de esa empresa, el emblemático ingeniero Enrique Mariaca. Fue la primera y única vez que se tomó semejante decisión con la finalidad de formar el talento humano boliviano para precautelar la existencia de la nación.
Desde mi punto de vista, fue también la primera vez establecerse una política de desarrollo nacional con planes de corto, mediano y largo alcance. Se tardó más de una década pero a partir de 1954, Bolivia logró lo que países como Brasil, con mayor trayectoria y poderío no consiguieron. Esos jóvenes profesionales con el apoyo de funcionarios del más alto nivel público consiguieron la suficiencia energética, conocida hoy como seguridad energética, con el descubrimiento y desarrollo de campos petroleros que evitaron la importación de petróleo que afectaban nuestros magros ingresos de divisas. Además, gracias a ese titánico esfuerzo Bolivia llegó a ser un exportador de petrolero, todo ello sin el apoyo extranjero.
No obstante, poco duró esos momentos de gloria, el poder emergente del MNR del 52 -la nueva oligarquía- y la ambición de las transnacionales de EEUU como la Gulf Oil, se juntaron para nuestra desgracia. Aprobaron el Código del Petróleo o Código Davenport, arrinconando a YPFB y enregaron toda riqueza a la petrolera estadounidense. Fueron momentos duros. Con una empresa languideciente y a punto de desaparecer, en un movimiento sorprendente, despertó el pueblo boliviano de su letargo y al mando de Marcelo Quiroga Santa Cruz se concreta la segunda nacionalización de los hidrocarburos. El beneficio fue para la estatal petrolera y el país, nos readueñamos por derecho del negocio de la exportación de gas natural a la Argentina, pero sobre todo aseguramos nuestra seguridad energética. Hasta los años noventa del siglo pasado, se cumplió religiosamente con cada punto de ese acuerdo de venta, eso lo hizo una empresa estatal junto a sus obreros, a pesar del asedio de las petroleras y sus aliados internos.
Con el golpe militar de Banzer, en agosto de 1971, nuevamente la empresa fue replegada para dar espacio a las socias extranjeras del régimen, a pesar de ello se mantuvo de pie y cumpliendo su misión. Fue la artífice de los megadescubrimientos de gas natural que hoy gozan sus competidoras.
Para la desgracia nacional, emergió -luego de una gran crisis del capitalismo de estado- el periodo neoliberal (1985) y durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-1997) se dio el “golpe de muerte” a YPFB con su llamada «capitalización» que en realidad era una privatización oculta. Todas las actividades petroleras pasaron a manos de las trasnacionales, que sin invertir un sólo dólar, se adueñaron de miles de millones de dólares en reservas de gas y petróleo, además del negocio interno y la exportación de gas a Brasil. YPFB se quedó con el rótulo de residual que hasta hoy no consigue desprenderse.
Nuevamente viene al rescate el pueblo boliviano, con la denominada Guerra del Gas en octubre de 2003, que junto a #LaAgenda de Octubre: la lucha por una verdadera nacionalización del gas y su industrialización, se convirtieron en el proyecto de liberación nacional, tanto política, económica y social. La nación volvió a sacar del poder a Sánchez de Lozada, ya en su segundo mandato. A su sucesor, Carlos Mesa, le faltó valor y visión para concretar ese anhelo nacional.
Con las elecciones nacionales 2005, Evo Morales llega al poder, pero en vez de dictar una verdadera medida nacionalizadora del gas, nos vende una falsa nacionalización de los hidrocarburos. Sin rubor repite dicha mentira hasta el día de hoy.
¿Pero qué pasó con YPFB volvió a sus antiguas glorias? La respuesta es negativa, lamentablemente. Se constituyó una empresa corporativa, se pretendió emular el estilo de Petrobras hoy venida a menos por el alto grado de corrupción de sus ejecutivos y políticos brasileños. Hoy es incapaz de desarrollar proyectos exploratorios propios, el gobierno plurinacional le ha condenado a asociarse con mínimas participaciones en los grandes proyectos de exportación de gas. Su dirigencia sindical está cooptada por las trasnacionales y el poder político, como en la época de la “capitalización”.
A decir verdad, YPFB continúa siendo una empresa residual que al paso que va desaparecerá si se mantiene el orden de la implementación de la política petrolera trasnacional de mayor saqueo, pero no está vencido quien no olvida, y la nación boliviana no olvida. Renace #LaAgendaDeOctubre como un tsunami que llegará por tercera vez para quedarse definitivamente en la mente, en los corazones y en las acciones de la nación boliviana.