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El imperialismo estadounidense y su maquinaria de dominación global

Alex A. Chamán Portugal

El imperialismo estadounidense, como expresión máxima del capitalismo en su fase monopolista, ha desplegado una siniestra maquinaria de dominación global que incluye agencias de inteligencia, programas de «ayuda» y una red de gobiernos e instituciones colaboradoras. Este ensayo analiza el papel nefasto de la CIA, la USAID, las Embajadas estadounidenses y sus aliados-esbirros locales en la represión de los pueblos, la desestabilización de gobiernos progresistas y la imposición de un reaccionario orden mundial basado en la explotación y la opresión. Aquí se expone cómo estas entidades han coordinado acciones ilegales, violentas y terroristas para mantener la hegemonía de Estados Unidos.

Asimismo, es una continuación histórica de las prácticas coloniales y neocoloniales que han marcado la expansión del modo de producción capitalista a nivel global. Desde finales del siglo XIX, Estados Unidos ha utilizado su poder económico, político y militar para imponer su influencia en todo el mundo, especialmente en América Latina -considerado como su patio trasero- donde ha intervenido sistemáticamente para proteger sus intereses económicos y geopolíticos. Este ensayo busca desentrañar las estrategias utilizadas por el imperialismo estadounidense, centrándose en el papel de la CIA, la USAID y las Embajadas como herramientas clave de intervencionismo y dominación. Además, se analiza cómo los gobiernos e instituciones locales han sido cómplices de estas prácticas y cómo los pueblos han resistido contra esta opresión.

La CIA es el principal brazo ejecutor del imperialismo para llevar a cabo diversas operaciones encubiertas, golpes de Estado y asesinatos selectivos. Su papel en la desestabilización de gobiernos progresistas y antiimperialistas es bien documentado. Por ejemplo, en 1953, la CIA orquestó el golpe contra Mohammad Mossadegh en Irán, después de que nacionalizara la industria petrolera, afectando los intereses de empresas estadounidenses (Galeano, 1971). Este evento no fue un hecho aislado, sino parte de una estrategia sistemática para eliminar cualquier amenaza a la injusta hegemonía estadounidense.

En palabras del maestro del proletariado Vladimir Lenin (1916), «el imperialismo es la fase superior del capitalismo, donde la concentración de capital y la expansión de los monopolios llevan a la dominación económica y política de los países más débiles». Este enfoque ha llevado a la destrucción de democracias liberales y la imposición de dictaduras burguesas, como en el caso de Chile en 1973, donde la CIA apoyó el derrocamiento de Salvador Allende, un líder progresista elegido democráticamente, para imponer la dictadura del genocida Augusto Pinochet (Hinkelammert, 1984). Estas acciones terroristas no solo buscaban proteger los intereses económicos de Estados Unidos, sino también asegurar que ningún gobierno “izquierdista” en América Latina o en otras regiones del mundo pudiera desafiar su hegemonía.

La USAID, presentada como agencia de ayuda al desarrollo, en realidad es la fachada «humanitaria» del imperialismo y ha sido utilizada como una herramienta de injerencia política, económica e ideológica. En Bolivia, por ejemplo, la USAID financió proyectos en regiones opositoras al gobierno de Evo Morales, promoviendo la división y la desestabilización (Stefanoni, 2010). Esta agencia no solo busca debilitar a gobiernos que desafían el orden capitalista y cuestionan las políticas imperialistas, sino también promover perniciosas agendas neoliberales que benefician a las corporaciones principalmente estadounidenses.

Como plantea Carlos Marx (1867), «el capitalismo tiende a expandirse y a buscar nuevos mercados para mantener su tasa de ganancia, lo que lleva a la explotación de los países más débiles». Este enfoque ha sido evidente en Venezuela, donde la USAID ha canalizado fondos a reaccionarios grupos opositores y medios informativos de manipulación para desacreditar al gobierno bolivariano. La USAID interviene en la política interna de los países, financiando organizaciones no gubernamentales (ONGs), movimientos sociales y mercenarios personajes que se alinean con los intereses estadounidenses en desmedro de su patria y pueblo.

Las Embajadas estadounidenses han funcionado como centros de operación para la injerencia en asuntos internos de otros países. En Bolivia, la Embajada coordinó con reaccionarios grupos opositores y medios masivos de desinformación para desestabilizar al gobierno progresista de Evo Morales. Estas acciones demuestran que las Embajadas no son meras representaciones diplomáticas, sino herramientas atroces y activas de la política imperialista.

En palabras del presidente Mao Tse-Tung (1937), «el imperialismo es un tigre de papel, pero un tigre que puede causar mucho daño si no se le enfrenta con decisión». Este enfoque ha sido evidente en varios países latinoamericanos que fueron víctimas de las políticas injerencistas del imperialismo. Las Embajadas no solo sirven como espacios de coordinación para las operaciones encubiertas, sino que también actúan como centros de inteligencia, recopilando información referente a líderes políticos, luchadores sociales y movimientos sociales que podrían representar una amenaza para los intereses estadounidenses.

El imperialismo estadounidense no podría operar sin la complicidad de gobiernos e instituciones locales. En países como Honduras, Bolivia y otros, el poder judicial ha sido instrumentalizado para legitimar golpes de Estado y perseguir a líderes progresistas. La mayor parte de las mercenarias fuerzas armadas y policiales, entrenadas y financiadas por Estados Unidos, han ejecutado prácticas genocidas reprimiendo inmisericordemente a revolucionarios, luchadores sociales, incluso a defensores de derechos humanos, asegurado la continuidad de regímenes contrarios a los intereses de la patria y el pueblo. Ejemplos incluyen la Operación Cóndor en América del Sur y muchísimas otras intervenciones políticas y militares.

Los medios masivos de información e intelectuales también han sido cooptados para difundir propaganda y desinformación, justificando intervenciones y desacreditando a gobiernos antiimperialistas. Como señala Ernesto Che Guevara (1967), «los medios de comunicación son un instrumento clave en la propaganda imperialista, promoviendo narrativas que justifican la intervención y la explotación». En muchísimas ocasiones, han sido financiados directamente por agencias estadounidenses para promover narrativas favorables a sus intereses.

Frente a esta feroz maquinaria de dominación, los heroicos pueblos del mundo han respondido con resistencia y lucha. En Cuba, la Revolución de 1959 demostró que es posible desafiar al imperialismo y construir una sociedad basada en la justicia social (Guevara, 1967). En Venezuela, la Revolución Bolivariana ha resistido casi mil injustas sanciones, golpes de Estado y campañas de desestabilización.

Estas luchas son un recordatorio de que, a pesar de la represión, los pueblos pueden organizarse y vencer. Como dijo el Che Guevara: «¡Hasta la victoria siempre!» (Guevara, 1967). La resistencia de los pueblos no solo ha desafiado al moribundo imperialismo, sino que también ha inspirado a otros movimientos sociales en todo el mundo a luchar por su emancipación.

El imperialismo estadounidense, con su red de agencias mafiosas, gobiernos cipayos e instituciones serviles, representa una amenaza para la soberanía y la libre autodeterminación de los pueblos. Sin embargo, su poder no es invencible. La historia demuestra fehacientemente que, a través de la identidad nacional, conciencia de clase, organización férrea, la solidaridad internacional y la firme lucha revolucionaria, es posible derrotar al capitalismo, el imperialismo y el fascismo. Como dijo Vladimir Ilich Lenin: «¡Salvo el poder, todo es ilusión!».

Referencias:

Galeano, E. (1971). Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI Editores.

Guevara, E. (1967). Mensaje a la Tricontinental. Cuba.

Hinkelammert, F. (1984). La fe de Abraham y el Edipo occidental. DEI.

Lenin, V. (1916). El imperialismo, fase superior del capitalismo. Editorial Progreso.

Mao Tse-Tung. (1937). Sobre la contradicción. Ediciones en Lenguas Extranjeras.

Marx, K. (1867). El Capital. Siglo XXI Editores.

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