El presidente Arce ha afirmado: “Tenemos ciertas dificultades en la disponibilidad de dólares, pero no estamos en una crisis económica estructural”. Esta es típica respuesta de los políticos locales: Si, pero no. Bueno antes de profundizar sobre el tema sería bueno ver que definición de crisis estamos adoptando. Una crisis económica estructural ocurre cuando el modelo económico de un país pierde la fuente del excedente que lo sustentan, resultando en la pérdida de su base material y de los recursos esenciales necesarios para mantener su funcionamiento.
Generalmente, el gobierno sostiene que crisis es cuando hay un deterioro significativo del producto, el empleo o la inflación. No sería el caso de Bolivia. Por supuesto, está viendo sólo el ciclo de corto plazo, la espuma de la historia. No ve el ciclo largo y estructural de la economía que tiene que ver con la capacidad, el modelo de desarrollo, de sostenerse.
La escasez de dólares es la punta del Iceberg de la crisis económica estructural. La falta de divisas es el síntoma más claro del agotamiento del modelo desarrollo. Veamos por qué.
La base del modelo económico estaba sustentada en la generación del excedente que, sobre todo, provenía del sector hidrocarburos. Hasta el 2014, Bolivia, recibía 6.600 millones de dólares en exportaciones de gas natural y el Estado boliviano recibía, de rentas del sector hidrocarburos (impuesto directo a los hidrocarburos (IDH), Regalías y otras transferencias), 5.489 millones de dólares.
Se nos repitió hasta el cansancio que el sector gas natural era el generador del excedente económico (por eso se lo había nacionalizado), que permitía que el modelo económico desplegase sus alas, por una parte, para hacer política social, a saber: bonos, subsidios, etc. y por otra, para hacer política sectorial e industrialización. Cabe recordar que el grueso de la inversión pública provenía de estos recursos. En el 2016, la inversión estatal llegó 5.065 millones de dólares. En el 2022, la inversión pública alcanzaba a tan sólo a 2.634 millones de verdes. Esta se contrajo en 48% entre ambos años.
Las exportaciones de gas natural, en el 2023, han bajado a 2.127 millones de dólares y la renta gasífera, a algo como 1.800 millones de dólares. La caída de las exportaciones y los ingresos del gobierno produjo el achicamiento del excedente económico. Sin este dinero el modelo no puede reproducirse. No puede financiar ni la supuesta distribución de los ingresos, ni tampoco generar la inversión pública necesaria para sostener el crecimiento. Por lo tanto, no es difícil concluir, que esta pérdida de base material es estructural y de largo plazo, y que, por lo tanto, estamos frente a una crisis estructural. Sin la renta gasífera los subsidios a los hidrocarburos se hacen insostenibles.
En los últimos años se ha camuflado y postergado la crisis estructural en base a incremento de la deuda externa, un enorme déficit público (en 11 años 7,5% del PIB en promedio) y pérdida significativa de las reservas internacionales del Banco Central de Bolivia (BCB), que financiaron por un tiempo el modelo. También se quiso sustituir el generador del excedente económico. Había dos sectores candidatos. Nuevamente, la minería tradicional. Esta, si bien ha generado un enorme nivel de exportaciones, no le da al Estado el dinero, en impuestos, que le daba el gas. Por ejemplo, los cooperativistas mineros que exportaron 3.000 millones de dólares en el 2023 y solo tributaron el 2 %, o sea, 60 millones de dólares, valor muy por debajo de la renta que daba el sector de hidrocarburos. Por otra parte, el litio era también una esperanza. Pero los problemas de corrupción y fallas técnicas han matado, por lo menos hasta ahora, este posible generador de excedente.
Otro elemento clave del modelo económico era el tipo de cambio nominal fijo. Éste ha permitido la mayor distribución de rentas comerciales que la cual se tiene conocimiento en la historia económica de Bolivia. El tipo de cambio podía mantenerse fijo en la medida que existía 15.000 millones de dólares de las reservas internacionales del BCB. El gobierno a través de gasto estatal, bonos, inversión pública metía dinero a la economía boliviana, pero parte significativamente de este se iba en importaciones legales e ilegales favorecidas por un cambio real apreciado.
Recordemos que, en el año 2005, las importaciones legales e ilegales de Bolivia no pasaban de 3.000 millones de dólares, hacia el 2023, estas compras del exterior, legales y de contrabando, subieron a 15.000 millones de dólares. El tipo de cambio fijo fue utilizado para crear una renta comercial gigantesca creando una nueva burguesía comercial y beneficiando a por lo menos 2.5 millones de personas con trabajos de economía informal.
El modelo boliviano se basó en inflar una burbuja de consumo en el sector informal con un dólar barato que fue un gran incentivo para las importaciones. Ahora, al haber caído de manera significativa la oferta de los dólares, se hace insostenible la manutención del tipo de cambio fijo y la abundancia de divisas, por lo tanto, se afecta a otra de las bases del modelo económico, de manera estructural. Las exportaciones no generan los 15.000 millones de dólares que se necesitan para sustentar las importaciones.
Cuando las rentas del gas caen significativamente, no se puede impulsar al sector comercial y de servicios, que es el gran generador de trabajos precarios y que ocupan al 80 % de la población económicamente activa (PEA). Frente a esta situación, la escasez de dólares estrangula al sector más importante en la generación de trabajos y ocupaciones precarias. Esta también es otra manifestación de la crisis estructural.
En suma, esta no es una crisis de liquidez qué se resolverá con 59 millones de dólares que el BCB ha recaudado del colchón bank ni préstamos de 600 millones de dólares. Estamos frente a una crisis estructural. La economía boliviana ha perdido solvencia porque ya no tiene su principal generador de excedente que era el gas natural. Revertir esta situación requiere de cambios profundos en el modelo económico.