Disparo
Rodolfo Lobo Molas – Argentina
Apuntaba buscando un buen ángulo. Apareció de golpe y disparó. Ella quedó quieta, inmóvil para siempre, dentro del marco de una fotografía.
Sauvage
Maritza Iriarte – Perú
Es una tarde crepuscular, una ocasión propicia y de provocación natural. Ella, tendida sobre los pastizales, no da las señales que él espera Él decide tomarla por sorpresa. Camina sigiloso, sin hacer ruido, reconoce su olor. Se lanza, voraz, sobre el primer bocado, le arranca las entrañas y termina el juego con lamidos casi sensuales.
La importancia del dormir
Carmen Nani – Argentina
Érika roncaba mucho. La primera noche, Juan no dijo nada. La segunda noche la despertó para que cambiara de posición. La tercera, no aguantó más: le dio una píldora con sabor a frutas. A Érika le gustaron tanto las pastillas que tomó una, después dos, y para cuando tomó la tercera, definitivamente dejó de roncar.
Perspectiva
Ricardo Bugarín – Argentina
Lo colocaron contra la pared. A esa distancia parecía bien sostenido. La tía Julia mostró su disconformidad y dijo que mejor era un poco más abajo. Lo bajaron, lo sostuvieron, pareció enrojecer de pronto y comenzó a hipar. Ahora está en depósito. No sabemos si respira.
El día dos de cada mes
Manuela Vicente Fernández – España
El día dos de cada mes, Asunción Buenaventura salía del cuadro, se sentaba con don José al calor de la vieja estufa y fumaban puros “Don José Correa” hasta que se les nublaban los ojos de humo y el cuerpo les pedía juerga. Entonces, como en un ritual acordado de antemano, Asunción se iba despojando de la ropa y Don José saboreaba cada trozo de carne que iba dejando al descubierto. Nunca se preguntaron por qué se juntaban siempre en día dos ni querían saberlo. El resto de los días, Don José se conformaba con aparecer de perfil en cada uno de los puros, y Asunción con decorar la pared de la vieja fábrica.