Noche de brujas
Milena Liñán Quispe
Esa noche de brujas llegamos a aquella casa que estaba en el bosque. Ana y sus amigos hicieron una fiesta en casa, por el día de noche de brujas. Cuando estaban con sus amigos en la fiesta, escucharon ruidos extraños, pero no hicieron caso. A medianoche se apagaron las luces y ellos se asustaron. Entonces, prendieron una vela. Escucharon ruidos y uno de sus amigos desapareció. Se asustaron y se separaron para buscarlo. Desaparecieron todos y quedó Ana. Ella encontró un túnel y de él emergió un ser siniestro. Quiso huir de ahí, pero el miedo la paralizó. Un grito se escuchó en la noche. Aquel ser siniestro la arrastró a las profundidades de la cueva. Desde entonces, cada noche de brujas se escucha su llanto lastimero, como hoy.
La casa vacía
Mirtha de la Cruz Velásquez
En las afueras de un pueblo había una casa de la cual se afirmaba que quien entraba, salía loco o con algún trauma profundo.
Unos muchachos aventureros fueron hacia aquel lugar, una tarde de noviembre. Cuando estuvieron frente a la casa, uno de ellos ingresó. Dentro de ella, el joven empezó a sentir escalofríos y su cuerpo comenzó a escarapelarse. La oscuridad lo invadía todo. Comenzó a escuchar voces que provenían del fondo. Después escuchó un grito y el sollozo de una mujer. Vio una sombra detrás de él y corrió desesperadamente, gritando por ayuda y tratando de escapar. Al estar a unos pasos de la puerta, sintió que la casa comenzaba a moverse y él se quedó inmóvil, sin atinar a decir algo, cuando se le presentó aquella mujer con el rostro desfigurado.
Varios minutos después, vio que la puerta se abría. Afuera, sus compañeros lo miraron extrañados y lo llevaron a casa. El muchacho tenía la mirada perdida y durante días no pudo hablar. Desde entonces, nadie ha vuelto a ingresar a esa casa, no por miedo a lo que hay adentro, sino por el terror no de salir de allí.