Maurizio Bagatin
Esqueletos. Las plantas vibran y se mueven al hilo del aire que penetra desde los cerros. Caen las últimas hojas secas. Las rojas y las amarillas del peral, las del tajibo, que dejan ferviente la teoría de Goethe. Una genciana es opacada por el frio intenso de las últimas noches. Frio desértico.
Palabras andan sueltas buscando parejas, aliento, el sol y un amor, el lenguaje. Es peligrosa la literatura. Se fueron muchos amigos sin conocerla. Busco en las horas del silencio, repitiendo con voz trémula, el encuentro de mi lengua madre con el idioma de los conquistadores, mi intento es haciendo trampas con la lengua, como sugirió Roland Barthes. En la Manchester del Nordeste italiano el hormigón y la heroína borraron el verde y se llevaron a mucha juventud. No inventamos palabras para acompañar la muerte y el ocaso de una época, las palabras se secaron en los vasos de vinos o murieron en otoño con las ortigas en las acequias. El punk fue la ruptura antes de la disolución. Luego fue la masacre del más salvaje capitalismo. Irnos o aceptar. Yo ahora aquí, las memorias del primero joint afgano allá, el Titti y el Sergio quien sabe en cual materia transformados. O líquidos como el recuerdo.
Veré nuevos rostros Veré nuevos días Seré olvidado Tendré recuerdos (Jorge Teillier, Blue)
Es un don dionisiaco, se sabe, el peligro. Mezcla de dolor y miedo y la palabra que construye un puente, un arco, una posibilidad. La trayectoria que recorrió a toda velocidad el tiempo, ahora.
Se nos escapaba la cosa misma. La cosa que amamos. En la indiferencia y la soledad que sentimos hoy y que ayer era solo la aceleración que estaba preparando, cociendo en una inmensa olla, el presente. El frio aprieta la memoria, el Lolo que no fui a enterrar, la flor ausente o la muchacha que todos deseaban, quedándose firme en el inalcanzable amor. La sola razón que tal vez pueda acompañar el futuro es la resistencia del libro frente a la máquina, encontrándonos en el mismo lugar de siempre. Un té con t sugeriría Luis Téllez Herrero.
El sol calienta muy tarde en las mañanas, olvidándose de aquellas horas del día que son la permanencia del invierno en esta efímera estación del año. Pasan frente a mí los rostros de toda esta gente que no he olvidado. La muerte es ausencia y hay solo el ruido del progreso, de una tempestad sin cálculo que va en una afanosa carrera hacia el abismo.