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Domingo de lluvia, domingo de ramos

Claudio Ferrufino-Coqueugniot

Lluvia es noche; noche tu boca que me devora con fruición caníbal. Un fotógrafo retrata una puerta. La puerta invita: entra, que soy la muerte. La calle Clarkson diluvia en llanto; lloran dioses y demonios, las plantas reverdecen. Lucifer se sienta en la silla blanca del pórtico; mi madre en la silla negra. El agua corre por la calle como si fuera la Pajcha que bajaba en mazamorra a ritmo de bolero funerario, la Pajcha que en español llamaban Cantarrana, torrentera de voces, como lo eran todas, mojando por unas semanas la sequedad hasta del río de la caca, ahí, a una cuadra de la chujlla donde asaban carne argentina y donde el pueblo secaba sus excreciones.

Pasé la noche, cuatro horas siendo preciso, con R&B a volumen 62, el máximo sin romper tímpanos. Ni policía hay ya que te detenga, solo lechuzas que no pestañean pero bailan al ritmo de Huey “Piano” Smith y The Clowns. Don’t You Just Know It, alma de Nueva Orleans. Mi cama en el hostal del parque Audubon hecha de madera oscura. Caroline me dejó una nota adúltera en recepción pero mi avión a Denver salía a las seis amanecer. Mi esposa me había llamado que me aguardaba con desayuno y reculé, no tomé aquel blanco cuerpo que olía a jabón recién lavado, obvié la necesidad de pezones rosa pétalo, no descubrí si cubrías tu secreto con bigotes o natura estaba libre de cantos rodados, lisa como rascacielos. Ahora es tarde, ni huellas has permitido de tu extensa vida exitosa. Mi mujer descansa en el panteón de la memoria y me envía notas que escribió Joseph Brodsky en Nueva York. Le digo que podría haberlas escrito yo, dado el espíritu. Me acompaña en este momento el klezmer en clarinete. En traducción de Alejandro Valero, Brodsky escribe:

“Si te gustaran los volcanes, yo sería lava

en constante erupción desde mi oculto origen.

Y si fueras mi esposa, yo sería tu amante,

porque la Iglesia está firmemente en contra del divorcio”.

I Know (You Don’t Love Me No More), canta Barbara George el año 62, casi cuando nací. Magnífica. No me amas, “no mo, no mo” (riquísima síntesis vocal de la raza negra). No más.

“Si fueras china, aprendería tu idioma, quemaría

mucho incienso, llevaría tu ropa rara.

Si fueras un espejo, asaltaría el baño de las señoras,

te daría mi lápiz rojo de labios y te soplaría la nariz”.

Pienso en Leonard Cohen, afanosos hombres estos que de transformers actúan, solo por amor; “y a veces cuchillo solo, sólo por amor”, poemas del orihuelo. Perdí la tonta cabeza repetidas veces, por una y la otra y la de más atrás; mejor me la hubiesen cortado.

Descabezado escribiría mejor, sugiero a mí mismo. El siquiatra afirma que es instinto suicida y la semana siguiente voy a enterrar al siquiatra por el mismo asunto. Ella lo abandonó y quedó en soledad de servilleta sucia. No pudo ya lavarla, la lavandina no sirvió para clarificar sus genes, o su genio, y se extirpó a sí mismo. Instinto suicida, le diría, pero debajo de tanta tierra dudo que escuche. Además lo enterraron con auriculares puestos y una grabadora con batería y canciones para cinco años. Luego nadie recordará.

¿Por qué mencionar el Domingo de Ramos? Porque amaba ese día, de niño lo amaba y lo amaré si lo veo otra vez. Plantas entretejidas, cruces vegetales como de los chiapanecos. Había maní y rosquetes, y k’opurus que según explica mi hermano agrónomo es un frijol nativo de los Andes cuya particularidad está en que se lo tuesta y no se hierve. Ideal para sistemas áridos y fríos donde no hay agua. El Inca cargaba esta leguminosa en sus largas expediciones. De alto valor proteico es seca y deliciosa, siempre presente en las fiestas religiosas de allá, quizá del más allá también, en el sitio donde están las momias ancestrales o lo que los frailes dejaron de ellas. Más sabios los malgaches que las tienen de perenne en casa, u otros “salvajes” que las devoraban, charque de hombre.

La vida es dura, tanto como el palo fierro de los desiertos de Sonora, madera que tallan desde siempre los indios seris de la isla Tiburón. Los “figureros”, artesanos, crean muñecas con colorida vestimenta, o imitan gigantescos sahuaros para decorar las mesas. Corazón de piedra, o de chonta tal vez, corazón de mujer; será que parece tan duro en oposición al masculino lamento alcahuete. Cierto que a Hernando de Soto no lo enterraron sino lo aguaron en el Mississippí, atado a un pesado madero. Gloria de los hombres vanidosos mientras la mujer prepara el caldo inmemorial para que crezca la vanidad de los otros, la caldosa que anónimamente ha permitido el desmadre eterno.

Fluyo, trashumo, el viento me lleva desde Guaymas hasta Istanbul. Me he detenido a cantar rembétika en Salónica, a recordar que un amigo de Caracota estando allá se rodeó de bellas armenias y lo contaba con pausa y no zozobra. El amor en domingo de ramos, hembras acostadas encima de hojas de palma cortadas. Faltan dátiles para darle aire de gineceo. Lo narraba en un café cochabambino que antes estaba en la calle Ecuador, entre aguardiente caipira y ron guatemalteco, cuando unos libros habían sido paridos y la palabra goteaba al piso, transparente alcohol.

Joseph Brodsky estaba enamorado de su vieja maestra ¿y quién no ama a Anna Ajmátova?. Modi la tuvo en carne, delgada como cabellos de ángel. Nosotros la leemos y la soñamos. Anna Ajmátova, reina de todos los cielos, ruega por nosotros. Ora Pro Nobis. Solemnidad que destruye el loco de Little Richard y sus grititos de Tutti-Frutti; en la Rumania rupestre los gitanos también entonan su propio Tutti-Frutti en voz de un cantante enano.

¿Qué ha sido de ti? ¿Te pasearon en burro como a Cristo en Jerusalén después de robarte de mí? No lo sabré y tampoco quiero leerlo. Odysseas Elytis te susurra: “Erguida en las rocas sin ayer ni mañana/En el peligro de las rocas con un peinado de tormenta/Despedirás tu enigma”. Me dan celos. Disparo con un rifle de caza a los vecinos y anoto, uno y van veintitrés, diecinueve si descuento tres mejicanos haciéndole un guiño a Borges. Juegos de muerte intelectual, gusto ácido en el rictus que quiso sonreír.

Vuelvo al R&B, arte entre alegría y pena. Hoy es el Día de la Memoria. Los muertos en “guerras extranjeras” han salido a pasearse con mejor traje. El parque Cheesman rebalsa de volibolistas. Cuán lejanas de la guerra estas piernas temblosas, adjetivo que no hay pero que quiero, como quiero tus nalgas después de que termine el partido y seque los sudores sedientos con mi pañuelo más o menos blanco.

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Imagen: Man Ray/Le Violon d’Ingres, 1924

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