“Este le va meter, nomas”, me dice uno. “No hay alternativa, los de la oposición están divididos”, dice otro. Los escucho, los miro y me pregunto: ¿tienen o no razón? Mi primera impresión es que más o menos así piensa y ve la mayoría, pero, luego, recuerdo las diferentes victorias que hemos ido acumulando durante estos años y me respondo: ¡no tienen razón!
Los bolivianos, especialmente los de tierras altas y medias, estamos acostumbrados a ver, casi siempre, el vaso medio vacío, en vez de ver el vaso medio lleno. Nuestras primeras reacciones son de pesimismo y derrotismo disfrazado de cautela o prudencia. Sin embargo, somos de dos caras, sin que eso signifique ser hipócritas o falsetes.
Simplemente hemos aprendido a movernos en diferentes espacios para ver el horizonte porque, de lo contrario, las imponentes cordilleras y serranías nos encerrarían en el agujero del localismo. Por eso, somos tímidos pero al mismo tiempo orgullosos. Tranquilos, pero también desbordantes. Llevamos marte y venus en uno mismo.
Como les decía, miro hacia atrás y veo configurándose otro país, porque al fin los mitos viciosos de nuestra forma de ver y vivir se están derrumbando y ojalá no vuelvan más. El mito del salvador de la patria, el mito de que los recursos naturales son inagotables, el mito de ellos los malos, yo el bueno.
Mitos que en vez de proyectarnos hacia adelante/arriba nos entornillan en un eterno circulo vicioso de revoluciones y contrarrevoluciones.
Por ello, siempre nos movemos en un eterno volver a empezar o, como decía un amigo, “Bolivia, a pesar de sus cerca de 200 años, sigue siendo un país en borrador que no termina de sacar su texto limpio para que de una vez vaya a imprenta”.
Sin embargo, pareciera que esto está acabando o, mejor dicho, transformándose en una forma de ver y vivir sin tantos tapujos y barreras ideológicas que nos impiden pensar en el bien común. La gente está harta de las posiciones excluyentes, de los discursos vacíos que se ahogan en su saliva mentirosa y en las poses que delatan impostura. Visto así, estoy optimista.
Siento que la gente reclama el retorno del sentido común y de construir el bien común. Si para algo han servido estos largos años azules es para que los bolivianos aprendamos lo que no debemos nunca más volver a hacer. Son años de pérdida, pero también de aprendizaje para proyectarnos hacia adelante.
Las victorias electorales contra los estatutos autónomos impuestos, el voto contundente del 21F de 2016 pidiendo que se respete la Constitución y las masivas movilizaciones nacionales del 21F y del 10 de octubre de este año 2017, son la prueba categórica que el país está reconfigurando su mirada, y sus opciones. Por ello, estoy seguro que este 3 de diciembre (3D) el voto nulo será contundente, que la gente usará su papeleta para expresar su descontento y pedido de construir un país distinto, una justicia que no siga sirviendo a los ricos, y que, más bien, se ocupe por los pobres desvalidos.
Por eso yo también votaré nulo, porque quiero que mi voto sea útil y se sume a los millones de bolivianos y bolivianas que piden que las cosas se transformen, pero de verdad, y no como lo que hasta ahora nos pasó: cambiar de pollera, pero seguir con las mismas prácticas de asaltar al bien común, sin importar la gente y el futuro.
Las elecciones del 3D son la oportunidad para sembrar futuro o seguir siendo cómplices para que las cosas sigan como están: vaciadas de valores, destruidas por la corrupción descarada y donde la ley del más fuerte es la que nos está normando.
Así que el domingo 3 de diciembre es la gran oportunidad para sembrar futuro o para seguir echándole abono a esta situación en que la justicia es para los poderosos y para perseguir a los que el poder considera leprosos. No quiero un país sin futuro, no quiero un país donde los gobernantes hagan lo que les dé la gana e impongan sus caprichos.
Amo mi patria, amo a mis hijos, amo a mi familia, amo a mis amigos y amigas, y entre todos queremos un país de esperanza, un país que tenga futuro. Por eso el domingo 3 de diciembre votare nulo.
Como el tiempo es oro y requiere ser empleado con sabiduría, estos días son de desafíos y debo dedicarle tiempo a varios temas que he dejado en el tintero y no quiero llegar a fin de año sin haberlos concluido. Lo peor es terminar el año sin los objetivos alcanzados.
Por ello y para que mi mente no esté ocupada en otras cosas, sino dedicada a usted, amable lector y lectora, el suscrito se retirara de las líneas negras hasta el 15 de enero de 2018 para, en lo que queda de este año, poder terminar decenas de cosas que me he propuesto y que suponen viajes lejanos, entradas profundas, llenas de luz y oscuridad, realizar cortes profundos, arreglos, y ajustes en tierras desconocidas y, al mismo tiempo, muy transitadas.
Dicen que el viaje más difícil es el viaje hacia uno mismo, hacia las entrañas de nuestro propio ser que creemos conocer pero no es así. Los sacerdotes jesuitas enseñan que los retiros espirituales renuevan la vida, pero ante todo el espíritu. Estoy en ese camino y prometo volver con lo que Dios me dio como dones para compartirlos. Y no se olvide: este 3 de diciembre, siembre futuro, vote nulo.