Conteo
Angélica Villalba Cárdenas – Colombia
Las envolturas de colores rodeaban las raíces de un árbol. Parecían piedras, de todos los tamaños, iluminadas por lucecitas brillantes. Algunos duendes, cansados de tanto empacar, se peleaban por el mejor lugar para ver la entrega, las hadas acomodaban los regalos que acababan de llegar. Un viejo gordo, vestido de rojo contaba, una y otra vez, los presentes.
Cuando se abrió la puerta, los pequeños corrieron a las raíces del árbol. Sus risas acallaron la música que sonaba en la vitrola. Los duendes y las hadas volvieron a ser los vecinos del barrio. El viejo tendero, vestido de rojo, dejó de contar.
Arte y realidad
Araceli Otamendi – Argentina
Como el Buda Siddhartha Gauthama, en su infancia, le habían ocultado, para evitarle el sufrimiento de las tristes realidades de la vida: la enfermedad, la vejez y la muerte.
Cuando iba a una exposición de arte no podía tolerar, ya que se trataba de arte moderno, esos manchones estridentes, que parecían el color de la sangre, esos pájaros devoradores sobre las calaveras, esos frágiles seres que se descomponían en fragmentos. No eran más que las imágenes que cada artista había plasmado según su imaginario.
– Pero los golpes que la vida le habían asestado no hicieron más que enfrentarlo con la triste realidad:
Había vejez, había muerte, había enfermedad.
No quedaba más que enfrentarla.
2021
Márcia Batista Ramos – Brasil
Con un nudo en la garganta, los tres niños empezaron a armar el árbol navideño, con el mismo esmero que lo hacían años atrás, cuando la pandemia no les había arrebatado a sus padres. Colocaron uno a uno los adornos, con la certeza de que la vida es cíclica y la esperanza se renueva a cada día. Cuando ya vieron su árbol completamente armado, prendieron las luces coloridas y en ese instante se hicieron adultos.
Consumación
Chris Morales – México
Después de tantas penurias, conjuré a la que brilla aun en la inmensa oscuridad. Compré un recipiente de cristal, una mecha y parafina de distintos tipos: muerte de familiares, pérdida de empleo, ansiedad desatada, ruptura de parejas, comunicación virtual, declive económico. Encendí la vela para su consumo total. De la cera no quedó huella; el pábilo intacto y la llama crecida, inextinguible.
Ahora en el día, mis pasos van dejando tizne sobre el asfalto y por las noches voy deslumbrando a los que me miran transitando el camino que todavía no termina.
Horóscopo inverosímil
Luis Ignacio Muñoz – Colombia
Era un tiempo de los más extraños que había vivido hasta entonces, pensaba en un café, mientras la vida pende de una espera y unas promesas que van casi de la mano del azar. Finalizaba el año con su diciembre lleno de luces y música de otros tiempos que solo traían cierta nostalgia por lo irrecuperable: los que se habían ido para siempre. La nueva rutina de la ciudad y el presente incierto, con menos augurios que se diluían en la pirotecnia de los que apenas querían y acababan de olvidar. Algo le susurraba en el oído que no se podía esperar nada en el sol de cada mañana.