Desde hace siglos, en todo el mundo, se viene ejerciendo violencia sistemática, discriminación y desigualdad contra las mujeres. Como respuesta, el feminismo ha visibilizado esa violencia social, cultural, física y estructural que las mujeres sufren para comprender, analizar y encontrar soluciones al origen de esta grave opresión. Nadie puede negar que la gran mayoría de las víctimas de violencia, en todas sus formas, son las mujeres. No olvidemos que el sistema patriarcal es una forma de sociedad en la que los hombres, lo masculino, tiene la supremacía por el simple hecho de serlo. Además, se relega a las mujeres, a lo femenino, a un segundo plano, marcando desigualdades entre hombres y mujeres y no existe la tan mentada igualdad de oportunidades ante las leyes.
Sin embargo, hay que destacar que tanto hombres, como mujeres, son víctimas del sistema patriarcal al ser condicionados por medio de los agentes de socialización a reproducir estereotipos y cumplir los roles asignados culturalmente según el género asociado al sexo con el que se nace. De esa manera, los roles de género en la sociedad definen cómo se espera que hombres y mujeres actúen, hablen, se vistan, y se comporten, según su identidad de género aprendida. Se espera que las mujeres y las niñas sean dóciles, complacientes, dependientes y maternales. A su vez, la expectativa cultural de los hombres es que sean fuertes, dominantes, protectores y los que mandan.
Sin embargo, la violencia machista contra las mujeres no es el único tipo de violencia de género. Existen casos de hombres que son víctimas de maltrato por parte de las mujeres, aunque se trata de casos mucho menos conocidos y en menor magnitud, pero existen.
La violencia de género contra los hombres se produce cuando son maltratados por sus parejas mujeres físicamente, psicológicamente, o son amenazados, chantajeados o menospreciados. En algunos casos, son presionados por diferentes maneras y acaban aceptando situaciones injustas por miedo a ser agredidos.
En otras ocasiones, sin que necesariamente haya violencia física, los hombres se sienten angustiados por un exceso de responsabilidades como únicos proveedores del hogar, amenazas de ser denunciarlos falsamente por violencia inexistente, chantajearlos con no poder volver a ver a sus hij@s o quitarles la custodia, entre otros.
A diferencia de los casos de mujeres que sufren violencia, los casos con víctimas masculinas no suelen aparecer en las noticias. Además de ser menos habituales, los hombres agredidos se enfrentan a las burlas y falta de credibilidad por parte de su entorno. Muchos piensan que les acusarán de cobardes o de ser “poco hombres” si confiesan que reciben malos tratos por parte de las mujeres.
El año pasado en Europa y otros países, alrededor del 25% de las víctimas de violencia doméstica fueron hombres a los que se les niega su vulnerabilidad porque los “hombres no lloran”. La dependencia emocional como clave de la violencia es cuando se observa una asimetría de roles, donde un@ de l@s integrantes de la pareja se muestra como más poderos@ y prevalece sobre la otra.
Son muchos los casos donde esta dependencia afectiva se encuentra reforzada a nivel social, fundada sobre los cimientos del amor romántico. Algunos de los mitos más populares y negativos pueden ser el de la alma gemela, los celos o de la dependencia existencial, que tienen su origen en la exclusividad incuestionable y el amor como el centro de la propia vida.
Los hombres débiles o vulnerables no tienen lugar en la sociedad ¿Quién le cree un hombre que dice: “Me está golpeando mi esposa”? Porque el hombre vulnerable, aquel que no es el perpetrador sino la víctima, apenas es tomado en cuenta en la sociedad.
En el debate sobre la violencia doméstica no se trata de abrir nuevas brechas entre hombres y mujeres. Y nadie niega que las mujeres terminan siendo víctimas de la violencia doméstica con mucha más frecuencia y que las consecuencias son mucho más dramáticas, en Bolivia van 19 feminicidios a la fecha. Pero desde el feminismo se trata de visibilizar también la violencia contra los hombres y cuestionar los modelos de conducta que afectan a hombres y mujeres en pro de la igualdad de género y la justicia.
Elizabeth Salguero Carrillo es comunicadora social.