A una muchacha salida del viento
A pesar de la gracia que corresponde a tu belleza
sólo te puedo mirar a través de tus antecesoras.
En un futuro cercano al pasado
te veo llorar a solas en tu cuarto
y no por aguafiestas ni mucho menos
a mí también me gustan las flores lozanas
que aparecen en el mundo de la noche a la mañana.
Ocurre que siento la luz saliendo de la oscuridad
y no puedo evitar los racimos negros
que maduran bajo un sol desconocido.
Ocúpate de tus cosas entonces
de tus ojos hechos para el asombro
y de tu cabello suelto
examina tus medidas
que ahora caben en todas partes
deja que el milagro sea un pétalo de tu crecimiento
que los otros pertenecen al sigiloso viento.
La ventana abierta y el acoso del deseo
son figuras que se confunden en la noche sonámbula
más abajo están tus recuerdos intactos
y la sensación de no perturbar la plenitud que habitas.
Un hombre en la oscuridad
No es nada del otro mundo
imaginar a un hombre perdido en la noche
la cosa es mirarlo en un cementerio a oscuras
con un tacho de agua en la mano izquierda
una pala en la mano derecha
y un machete en la cintura.
En cambio tú has visto reverberar
escenarios más bellos bajo las nubes errantes
un corredor lleno de flores por ejemplo
o sillas de mimbre y persianas oscilando
entre la brisa de enero
y la vida en paños menores.
Sabías que la bienvenida de tus amigos
te anticipaba la canción del adiós.
Mañana retornarás al reino de las obligaciones
-una muchacha se quedará en la provincia
y encontrarás fogosos amores
en ciudades que parecen barcos a la deriva.
Mientras averiguas por tu cuenta
en qué consiste el misterio de todo
las preguntas de doble filo no te conciernen
y en tus ojos de animal en celo
ondula la geografía del paraíso.
Más te vale llevar una valija ligera
te lo digo yo que me quité el sombrero
ante el hombre que desbroza una tumba
mira que de repente pone los brazos en jarras
la luna colorada iluminando el monte
lo ha dejado como un niño asombrado
eso no lo podrías adivinar ni siendo brujo
al igual que tantas cosas
que suceden sin hacer ruido.
Más temprano que tarde
volverás a buscar lo perdido
a descubrir un hombre en la oscuridad
con su atado de coca y su cigarrillo apagado.
Ojalá escupiera sobre los yuyos o aullara
en su idioma sin palabras. Nada de nada.
Le basta con que los sepulcros
sean el eco de un silencio primitivo
donde no entran las penas del mundo.
En el tuyo tampoco caben las desdichas ajenas
sin duda te ayuda la pinta de individuo feliz
que sube de un brinco al último tren nocturno
y desciende por escalinatas de acero.
No te conozco para decirte lo que te digo
del hombre metido en el cementerio en sombras
el suyo es un gesto que sale del fondo de la vida
y se diluye en la hondura de un mundo ausente.
Me hubiera gustado beber cerveza contigo
antes de mirar al hombre trabajando de noche.
Ahora deberás caminar mucho para encontrarme
pernoctar en hoteles como un auténtico solitario
y cruzar miradas cómplices
con mujeres que nunca van solas.
Te hace falta lo que a mí me sobra
por eso no le digo nada al hombre del cementerio
cuestión de tacto y olfato para orillar el abismo
prescindiendo de bagatelas que aún te incumben.
Cierta tristeza ocultas al hablar con tus amigos
porque ni siquiera sabes quién eres
salvo un viajero desenfadado
mejor no te salgas de la ruta convenida
mira que el hombre de las covachas
podría botar pala y machete y sentirse cohibido.
El país natal
No sé qué podría decir del país donde nací.
Que es hermoso todo el mundo lo sabe
menos sus habitantes. Quizás por eso perdimos
la mitad de nuestro territorio en el Cono Sur.
Puesto que no tengo nada que decir
al menos puedo recordar la frontera donde crecí
entre toborochis y naranjales.
Allí me di cuenta de todo
sin darme cuenta de nada
como les sucede
a los fichados de antemano por la soledad
y les ocurre a los que van a sentir mucha pena
no por algo personal
ni por causa de los demás
menos aún por incapacidad de amar
sino por un anhelo
que no figura en ningún diccionario.
Si así es la cosa
dejémosla tal cual está
en el aire perfumado del invisible estanque de la noche.
Dicho sea de paso mucho se ha hablado
del efluvio de nuestras flores
en patios oscuros y jardines bajo la luna.
Siempre dorando la píldora.
Como si las reinas del colegio
no abrieran sus chupilas en primavera
para inaugurar un mundo sin palabras
y clausurar una indecisa temporada entre lianas.
Como si a los potros no les patinara el coco
al sentir la danza de las flores
en corredores invadidos por la lluvia azul.
Las diversas regiones del país
exhalan ese aroma encantado
que tiene mucho del oculto pasado
y no poco de llanto.
Por supuesto que no es un legado
aunque pesa más que un fardo
y explora nuestro silencio
en calidad de tábano.
Cada quien tiene el olor que se merece.
Ni vuelta que darle.
Fuimos a la guerra sin conocer los rosales
de nuestros sueños dorados.
Avanzamos al todo o nada
y volvimos con el perfume entero
de un patrimonio venido a amenos.
Siempre con el mismo o cuento.
a tiempo completo en el lamento
en bares de mala traza
en chicherías abarrotados
en salones de muerte natural.
Por eso digo lo que digo.
que no tengo nada que decir
del país donde nací.
Para evitar confusiones
y tomar el ají por el perejil
prefiero desembuchar el suceso fatal
de amar patas y todo a mi país.
¿Hubiera sido que zumbara
como abeja de cualquier colmenar
y me sintiera ofendido por haber nacido aquí
como si me echaran de menos en el paraíso
o me hubieran jugado sucio
los que tiran la suerte en nombre de Dios?
Resulta que me chifla el ají
y me encanta el perejil
porque me chocan confusos
y me ponen nervioso
los que no se parecen s nada
ni a la tunta ni al toronjil
ni al nabo ni a la chancaca
en fin sería de nunca acabar
seguir enumerando las virtudes
de tanto gallo sin anís.
(De Frondas nocturnas)
Orana
Vine al mundo para buscarte entre los matorrales de la soledad
con mis ojos de loco y mi sangre endemoniada
me pusieron un lazo al cuello y me enseñaron la belleza del árbol
Así miré por largo tiempo acuclillado en la noche
aquellos fantasmas que preceden al goce bestial del dolor.
Apenas era yo un animal que te cantaba en el borde del abismo.
La luna ha desaparecido pero en aquel bello tiempo
aparecía colgada de la vida y se adueñaba de mis sueños juveniles
y me hacía saciar la sed en lagunas que el desierto creaba.
Un verano adornado por el viento y por el recuerdo de otras
edades te encontré dormida como un silencioso
mensaje de un mundo acabado.
Mientras yo perdía la voz tú nacías rodeada de lo que
no tiene nombre.
(De Yerubia)
Los campos olvidados
Una voz largo tiempo oculta en los árboles
me habla de los sagrados sentimientos, da taça azul,
quando a humidade desce à terra amada.
Quizás llueve mansamente, quizás amo todavia
las tiernas maneras que tiene la vida conmigo.
Camino torpemente nombrado, no me dejes
y deja que alumbre tu mistério con mi voz ciega.
Me acerco al final cierto y la unidad me abraza
aunque nada llevo en las manos
ni la beleza que apacienta los secretos de la tierra
ni aquel canto que en un sollozo la juventude me prometiera.
Desde un día nocturno te habla mi corazón.
Caen los frutos a su tiempo en la plácida tierra.
Lo vivido há engendrado una criatura desconocida,
mi pecho se rompe por su impulso cristalino
y le oferece el silencio que gobierna a los astros.
¡Oh! Viajero, una ley elemental de la naturaleza disse
que un hombre en sus cabales sólo puede amar. Perseguido
por lo inhumano, suducido por la secreta melodía de las cosas,
comienza a amar este milagroso quehacer que termina
allá donde el ojo ciego de la noche inspira respeto.
Jesús Urzagasti Aguilera nació en Campo Pajoso el 15 de octubre de 1941 en la provincia del Gran Chaco, al sur de Bolivia y falleció el 27 de abril de 2013. Hijo de Alberto Urzagasti y de María Aguilera, el mayor de 8 hermanos. Sus obras están consideradas entre las mejores de Bolivia. Tirinea fue elegida entre las 10 mejores novelas de la literatura boliviana.