En mi columna anterior, publicada el 4 de junio, presenté apuntes sobre el contexto sanitario, jurídico y político de la concertación articulada por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) dirigida a viabilizar las elecciones nacionales pendientes en el país. Hoy nos ocuparemos de realizar una mirada panorámica a los impactos de la pandemia del coronavirus en los calendarios electorales del mundo entero.
Utilizaremos para ello el informe Panorama global del impacto del Covid-19 en las elecciones publicado por IDEA Internacional –conocido organismo multilateral– disponible en https://www.idea.int/es/news-media/multimedia-reports/panorama-global-del-impacto-del-covid-19-en-las-elecciones.
Entre el último tercio del mes de febrero y el 14 de junio pasados, reaccionando ante los golpes de la pandemia, “al menos 66 países y territorios en todo el mundo” se vieron obligados a suspender y posponer distintos eventos electorales, tanto a nivel nacional, cuanto subnacional. En Europa 25 torneos electorales merecieron ese tratamiento; otros 20 en América; 11 en Asia; 10 en África y siete en Oceanía.
En sentido contrario, “al menos 33 países y territorios” –dice el informe– “decidieron celebrar elecciones nacionales o subnacionales según lo planeado originalmente” sin importar las consecuencias derivadas de la Covid-19. En este conjunto, se llevaron a cabo un total de 34 comicios, incluyendo Corea del Sur y Taiwán, naciones que desplegaron al eficiencia en la contención de la epidemia, y unas seis primarias en Estados Unidos.
Se puede convenir, seguramente, en el hecho de que, en un entorno de grave crisis epidemiológica, resulta notablemente más complejo implementar elecciones de alcance nacional que en circunscripciones locales. Por ello, resulta revelador conocer que, de esos 34 comicios ejecutados hasta el 14 de junio, 22 tuvieron como escenario municipios, distritos u otro tipo de territorios subnacionales, vale decir que más del 60% de las elecciones realizadas a pesar de la emergencia sanitaria tuvieron un alcance geográficamente reducido.
Otro dato importante es el de la participación electoral, cuya antípoda es el ausentismo, lamentablemente el documento de IDEA Internacional entrega datos sólo sobre cuatro casos nacionales. El mes de marzo se realizaron elecciones locales en Francia con una disminuida concurrencia ciudadana: apenas el 46% de las personas habilitadas.
En África, también en marzo, llevó nomás a cabo sus elecciones, incluso a despecho del retiro de los observadores internacionales. La participación bajó al 58% del padrón. Y una lamentable consecuencia: pocos días después, el presidente del Órgano Electoral falleció víctima de la Covid-19.
En Benín, otra nación africana, el mes de mayo, el ausentismo electoral alcanzó al 75% del cuerpo electoral. Y en Burundi, la pandemia sirvió, al parecer, para montar un fraude electoral, previa expulsión de los expertos de la OMS y retiro de los observadores internacionales, empujando al país entero a una crisis política de la que no termina de salir todavía. Ahora bien, ¿por qué es bueno conocer lo que está sucediendo en esta materia en el mundo?, sencillamente porque las experiencias ajenas deben servirnos para actuar con serenidad y cautela.
En Bolivia prácticamente está definido que las elecciones se realizarían el 6 de septiembre, empero la efectiva realización de ellas depende del curso de la pandemia. ¿Qué pasará si, a mediados de agosto, llegamos al temido pico de entre 70.000 y 100.000 contagiados y alrededor de 4.000 muertos? En ese contexto futuro posible lo recomendable será que las decisiones se adopten mediando dos requisitos:
Una evaluación científico técnica del estado de situación de la pandemia y de su prospectiva. No bastará una simple concertación política, menos si ella respondiera únicamente a la opinión de dos actores políticos. Y, por otro lado, la inmediata migración del centro de toma de decisiones al seno del TSE, órgano facultado constitucionalmente para conducir y definir los detalles del proceso electoral.
¡Urge sacar las decisiones estratégicas de la ALP!, debido a que no tiene autorización constitucional para definir esos cursos de acción y al hecho, innegable, de que su composición interna sólo refleja la voluntad de un partido político y, en esa medida, no refleja ya la correlación política de fuerzas en la sociedad.
Carlos Böhrt I. es un ciudadano crítico.