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Tres puentes y un túnel

Atorados por la búsqueda de seguridad se obedecen, más o menos disciplinadamente, las restricciones que mientras más se prolonguen alentarán el desasosiego -potencialmente enojo- causado por la cuota de empobrecimiento colectivo y la angustia ante los problemas que se están sumando, como comprobarán quienes ejercen el poder.

El individualismo recalcitrante, como herencia de las décadas de neo y ultraliberalismo -incluyendo los 14 años del capitalismo prebendal de Estado-, explota en forma de mezquindades; aquí, igual que en potencias como las europeas, que prefieren desoír el pedido de ayudas extraordinarias de sus socios más golpeados. Esto para no hablar del zumo reconcentrado de estupidez que se despachan los Bolsonaro, Trump o López Obrador.

Aquí, candidatos y coaliciones electorales se aferran a su idea de sugestionarnos con una imagen subliminal de una transición que abarcaría tres puentes: el gobierno interino, luego, un puente mediano, desde las elecciones, con tareas de ordenamiento institucional y económico, y, finalmente, la verdadera transición, a partir de 2025.

Tal esquema estuvo siempre equivocado, porque los tiempos sociales y ambientales no se ajustan a tal manipulación. La llegada del virus ha venido a subrayarlo. Insistir con esa visión no conducirá a puente alguno, sino que nos embutirá en un túnel largo y lóbrego. Más elongado y doloroso cuanto más se tarde en asumir que no hay tiempo para seguir con intrigas y dilaciones, dictados por los intereses de quienes, del brazo del gobierno del MAS, acumularon y engordaron capitales, aun estando políticamente enfrentados al régimen de traficantes de tierras fiscales e influencias.

La caída de los precios del petróleo y de los minerales, la huida de capitales extranjeros, están gritando que no podemos (debemos) continuar atados a tales pilares. La transformación productiva hacia la producción de alimentos sanos, hacia una masiva industria de visitas, orientada a mostrar una sociedad que coexiste armónicamente con el ambiente y que proyecta las culturas que lo han hecho desde sus inicios, los servicios culturales, son base de un nuevo modelo de desarrollo.

Es probable que en este tiempo de encierro a la mayoría ciudadana le importe más el restablecimiento de su vida y trabajos cotidianos, que la pugna por las nuevas fechas electorales. Los ardores de los juegos de poder son hoy un enloquecido concurso de suicidas, que amenaza con  arrastrarnos a todos.

A la mentalidad política convencional le resulta muy cuesta arriba comprender que sus deseos y ansias están completamente sobrepasados por una realidad, que con una economía en hibernación corre desbocada en su curso subterráneo. No saldremos del embrollo ni con los planes del régimen caído, ni con las variantes privatistas de sus exsocios que hoy gobiernan. Por ello, los arreglos de jefes y frentes electorales tienen escasa, o ninguna, gravitación.

En su lugar, se necesita armar coaliciones sociales amplísimas, transversales (urbano/campesinas) que recuperen los ejes de transformación económica, cambio estatal (democratización a fondo, descentralización, autonomías, autogobierno) y reforma moral e intelectual, contenidos en nuestra Constitución. Priorizar los encuentros y difusión de los hallazgos de quienes han avanzado prácticamente en experiencias de creación de la nueva economía.

Iniciativas urgentes, como renegociación y moratoria selectiva de la deuda, planteadas por Chávez y Cajías, planes masivos de inversión en la transformación productiva son indispensables y sólo pueden asumirse por nuevas autoridades elegidas, tanto más legítimas y viables, cuanto menos se asocien al ejercicio del poder y el inevitable y devastador impacto que acarrea la gestión de la crisis sanitaria y los errores grandes y pequeños que se están acumulando con ella.

Se necesita, simultáneamente, descentralizar, transferir poder real a regiones, municipios, a la sociedad. Sea para repartir las ayudas para los que están hambreando, para distribuir equipos de seguridad biológica o espacios hospitalarios.  Igual urgencia tiene recuperar ejemplos virtuosos, como el irlandés, de ejecutar, obligatoriamente, la atención gratuita a los contagiados en instituciones públicas y privadas; o el de Uruguay, creando fondos de emergencia con excedentes de sueldos de funcionarios que sobrepasen los 10.000 bolivianos mensuales para financiar tareas, como la multiplicación de tests de detección del virus.

Solidaridad, creatividad, valor -sin patrones, ni caudillos- son los componentes clave para armar y transitar un puente y no precipitarse en el insondable túnel al que lleva repetir viejas conductas y las desdichadas fórmulas conocidas.

Roger Cortez es director del Instituto Alternativo.

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