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¿Es Bolivia estructuralmente anárquica?

La súbita renuncia de Evo Morales desató un conflicto constitucional muy grave, repitiéndose, de alguna manera, la historia después de la caída de Sánchez de Lozada en 2003 y posteriormente a la renuncia de Carlos D. Mesa en 2005. ¿Es Bolivia una nación estructuralmente anárquica? ¿Qué debe entenderse por estructural? ¿Tal vez el retorno de sabotajes y resistencias callejeras que inundan los medios de comunicación? Si se acepta el concepto “estructural”, ¿significa que es posible pensar en comportamientos, visiones y actitudes que jamás van a cambiar y, por lo tanto, fruto de esa odiosa persistencia, caracterizan tristemente el sino de un país?

Una primera explicación se inclina hacia consideraciones pesimistas sobre la incapacidad de nuestro sistema presidencial para llevar adelante un liderazgo contundente que permita retomar la gobernabilidad y encauzar la economía con una visión clara sobre el tiempo, y el largo plazo. Es precisamente esta preocupación la que destaca: el tiempo, su correcta comprensión, el valorarlo en todas sus dimensiones para responder a una serie de problemas y, sobre todo, el tiempo como variable substancial para una administración decidida del gobierno, la economía y las relaciones internacionales.

La crisis del presidencialismo en Bolivia nos encierra en una terrible incertidumbre: cuánto tiempo habrá que esperar para conocer al nuevo presidente legítimo y su equipo de ministros; cuánto tiempo más podrá dispensarse para que asuman sus funciones y, especialmente, para que las comprendan con los detalles más cruciales, a fin de llevar adelante el arte de gobernar. 

El vaivén imparable del tiempo nos carcome la existencia y muestra inequívocamente que la sociedad civil no puede esperar demasiado para que el gobierno regrese a la normalidad. Tampoco se puede pedir “más tiempo” para corregir los errores que fueron estratégicos en su momento y causaron la desinstitucionalización del Estado. El tiempo es irrecuperable.

El peor error de la ingobernabilidad estructural es una espantosa energía para perder el tiempo o, como consecuencia de una ignorancia imperdonable, pensar que los bloqueos, la miopía del corto plazo, las ambiciones inmediatas, envidias del día e ineptitud de la gerencia pública  valen la pena porque parece que se puede detener el tiempo.

Mucha gente se pregunta si Bolivia tiene la posibilidad de mirarse a sí misma en los próximos 20 o 50 años. Cómo imaginar planes de largo alcance donde puedan establecerse metas claras y objetivos de país a los cuales llegar; cómo identificar visiones positivas con las cuales soñar y trabajar hasta conseguirlas.

Los conflictos de la gobernabilidad y la crisis del presidencialismo convergen en un punto: es imposible recuperar el tiempo perdido. Por lo tanto, hacia dónde se pueden orientar los esfuerzos para llevar adelante la vida cotidiana en el día a día y en cuánto tiempo las cosas volverán a la normalidad. De hecho, la ley de convocatoria para las “elecciones presidenciales” deberá afrontar el embrujo del tiempo para su real aplicación.

La anarquía y el caos como explicaciones estructurales para entender la situación boliviana se conectan con los dilemas sobre la profunda crisis de la economía del gas en Bolivia, luego de la nacionalización de los hidrocarburos. Se perdieron miles de recursos y el tiempo para lograr una verdadera transformación económica.

La Constitución vigente desde 2009 también desperdició mucho tiempo: no se logró rediseñar el Estado sobre la base de verdaderas autonomías indígenas y un conjunto de gobiernos regionales que, actualmente, carecen de recursos económicos e institucionales para planificar el desarrollo frente a un futuro, una vez más, incierto. El implacable acoso del tiempo es el verdadero enemigo.

¿Dónde estamos, hacia dónde vamos y con qué tiempo contamos para hacer lo que tenemos que hacer? Son preguntas que deben ser respondidas de inmediato. Mientras uno quiere, tontamente, detener el tiempo o mirar atrás para recuperar ridículas ilusiones; otros países están dominando la agenda del comercio internacional y las oportunidades de todo tipo. El dominio del tiempo se convierte en la razón estructural para cualquier acción; frente a éste, Bolivia es una nación que todavía no aprende a mirarse a sí misma con los ojos sobre el reloj para transformarse en el momento oportuno.

Franco Gamboa Rocabado es sociólogo.

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