Inexpertos y neófitos en gestión pública, pero con gran idealismo y experiencia en el trabajo social mediante ONG, un pequeño equipo de aprendices de brujo se embarcó en la elaboración de lo que sería una de las políticas públicas más impactantes en la historia boliviana: la Ley 1551 de Participación Popular. La precedieron más de 100 borradores, entre 1993 y el 20 abril de 1994, cuando se promulgó. La aplicación de la ley trajo consigo cambios en la estructura orgánica de las alcaldías, como también modifico el aspecto social, jurídico-político de los municipios; transfirió recursos económicos y competencias en educación, salud, cultura, desarrollo local, infraestructura vial. La Ley 1551 fue el principio de la autonomía de los poderes locales.
El haber sido parte del equipo que implementó la ley fue un honor que agradezco a la vida y dejó en mí decenas de aprendizajes que no pierden vigencia. Las reformas seducen a diferencia de las revoluciones que violan. En democracia los cambios profundos y duraderos se hacen mediante reformas que deben responder a la interacción de tres voluntades: la técnica, la social y la política.
La voluntad técnica se refiere a que no basta tener buenas ideas, sino que éstas deben estar debidamente justificadas. La voluntad social hace referencia a que las reformas propuestas tengan pertinencia social; es decir, que respondan a una demanda profunda de la sociedad. La voluntad política enseña que el gestor público, especialmente el que conduce el proceso, una vez superadas las dos voluntades, tenga los cojones para no darle vueltas al asunto y aplique la reforma.
Por buscar lo perfecto perdemos la oportunidad. Ir rápido y suave a la vez es el arte para que no te deje el tren o te adelantes demasiado. Con la Participación Popular aprendí que se debe arar la tierra con los bueyes que se tiene y que se aprende a nadar nadando. Valora tus propios talentos humanos y tus recursos físicos que tienes a la mano. Las dudas embargan la acción y por no dar el paso, en vez de ver oportunidades vemos problemas.
No se trata de lanzarse a una piscina vacía, pero tampoco de perderse en la “certeza” de que te vas a ahogar. Como bien decía un sabio político: Hombre cobarde no entra a palacio.
Normalmente, para elaborar un política pública, especialmente los que venimos del mundo de la consultoría, nos encanta enterrarnos en un montón de estudios e investigaciones que llenan bibliotecas pero no aterrizan en la realidad. Para las políticas públicas son buenas las investigaciones, pero las utilitarias y aplicadas para el caso que te ocupa. No te pierdas inventando la rueda, tu propia realidad, esa que has recorrido y que a veces no valoras, te da insumos valiosos que harán de tu propuesta algo poderoso y propio.
Tampoco le temas aprender de otros países, pues en muchos de ellos ya se han hecho cosas muy interesantes que, como buen gestor, debes adaptar a tu país; no copiar. La amplitud de mente y la capacidad de crear escenarios es vital al momento de formular y aplicar una política publica
Idea que no tiene presupuesto es ilusión y presupuesto que no se ejecuta es frustración. Parlamentarios y concejales son capísimos para aprobar leyes, pero nunca les preocupa la fuente de su financiamiento para que se hagan realidad. Por eso existen cientos de leyes que son un canto a la bandera, que al ondearse, sopapea a los ilusos legisladores.
También existen gestores públicos que se regodean de tener dinero en sus arcas y de tener proyectos, pero son ineptos en su aplicación. La incapacidad en el gasto viene, normalmente, acompañada de la incapacidad en las recaudaciones. Y es que la relación es directa: ¿cómo voy a pagar impuestos a una alcaldía que no hace nada?
Aprendí que un gobierno municipal corrupto es no más el reflejo de la sociedad que gestiona. Cada pueblo tiene los gobernantes que se merece. No es cierto que te vuelves ladrón en la gestión pública, ya vienes de robarle a tu gente cuando eras dirigente de la junta escolar o de la junta de vecinos. Si en esos espacios nunca rendiste cuentas de los recursos que manejabas y te los robaste para tu propio beneficio, cuando llegues a la gestión pública reproducirás esa conducta con mayor saña.
Los políticos ladrones nacen de nuestras entrañas, los parimos nosotros. Si queremos políticos honestos dejemos de ser tolerantes con los ladrones, con los chanchulleros, los mentirosos y demagogos.
Ivan Arias Duran es ciudadano de la República de Bolivia.