Oscar Seidel

Es propicio en esta semana hablar sobre la revolución más grande que ha tenido el mundo occidental: El Cristianismo.

Dice el escritor argentino Jorge Luis Borges que, el verdadero cerebro de este movimiento que sacudió la humanidad fue Judas, ya que, al vender a Jesús a los romanos, estos calmaron la persecución contra los judíos, y dejaron de esclavizar a los que seguían el emblema del pez. Crucificado el líder, se cambiaron las estrategias de lucha puesto que se utilizó la clandestinidad a través de las reuniones en las catatumbas, dando origen a los primeros guerrilleros urbanos de la fe.

Fue labor admirable que cumplieron los mandos medios de los apóstoles, cuya formación, excepto uno que fue médico, dejaba mucho que desear, puesto que su oficio de pescadores, y asaltadores del camino como Lázaro, les impedía promulgar la filosofía cristiana. A pesar de esto, dice la Biblia que ellos fueron iluminados por el Espíritu Santo, y que gracias a este poder divino consiguieron la verdadera interpretación del mensaje revolucionario.

Jesucristo utilizó el diálogo y el pacifismo para convencer al pueblo hebreo y romano que su programa político y religioso era el mejor para esa época. Esta estrategia, dio resultado ante un ejército tan poderoso como el romano. Muchos siglos después, emprendieron revoluciones con igual sentido: Gandhi en la India; Martin Luther King en los Estados Unidos, y el Ayatola Jomeini en Irán.

Pero, no debemos olvidar el papel que representó María de Magdala. Esta mujer fue prostituta y luego compañera de Jesús. Sin ella, la revolución cristiana no hubiese llegado a un buen fin, a pesar que el apóstol Pedro la odiaba. Tanto así que, a la muerte de Jesús, ella tuvo que irse a Francia, estando embarazada de Jesús, porque él era humano y no divino. Aunque esta última versión está por confirmar, al igual que la historia de la persecución a ella por parte del Opus Dei, y la custodia del Santo Grial.

Estando joven, María de Magdala se casó con el hebreo Ur con quien no pudo tener hijos y la maltrataba. Razón por la cual, el padre de María Magdalena lo odiaba y le solicitó el divorcio de su hija. El hebreo Ur previendo que perdería una parte de la herencia, mató al padre de María y no se quiso separar. Un tiempo después, María Magdalena huyó, pero, fue alcanzada en el bosque por Ur y sus compinches. Cuando la iba a lapidar apareció el general romano Cayo Valerio y la salvó llevándosela con su guardia personal. Después, Cayo Valerio fue trasladado al reino de Herodes, quien lo acogió en su palacio para vigilar la insurrección de los judíos, y el general tomó como esclava a María Magdalena, y pronto la atracción comenzó a surgir entre ambos, a pesar de la rivalidad entre judíos y romanos. De ahí, viene la historia que ella era prostituta.

Ahora bien, se conoce como Santo Grial al vaso místico o cáliz sagrado que fue utilizado por Jesucristo en “la última cena”. El término grial es de origen latín gradalis o gratalis que significa ‘vaso’. Otros dicen que, Santo Grial quiere decir Sangre Real. En la edad media, específicamente en los libros de caballería el Santo Grial es visto como un recipiente o copa en que Jesús consagro su sangre en las últimas pascuas que celebró con sus discípulos, y que después fue utilizado por José Arimatea para recoger la sangre que derramó en la cruz el cuerpo de Jesús. La leyenda comienza cuando éste escondió el Santo Grial en Gran Bretaña, y funda la primera Iglesia cristiana, dedicada a la Virgen María.

En la literatura, existen muchas versiones sobre la simbología del Santo Grial. La más reciente es el Código Da Vinci, escrita por Dan Brown, en el cual establece que el término Santo Grial proviene del francés, y es la representación metafórica de María Magdalena, portadora del linaje sagrado de Jesucristo. Puesto que Jesús era un hijo del pueblo, al igual que los apóstoles que trabajaban como pescadores, por lo tanto, la única que podía custodiarlo era María Magdalena quien era acaudalada, tenía sangre de abolengo, y sabía latín. Desde ese momento, Pedro trató de separar a María Magdalena del movimiento cristiano porque al poner la reliquia en manos de una mujer que asumía, por el hecho de llevarla, un papel sacerdotal totalmente impropio del talante cristiano, que ya entonces negaba y seguiría negando siempre el derecho de la mujer a acceder al sacerdocio activo.

También quiero añadir que, la concepción de que María Magdalena era una trabajadora sexual redimida proviene del papa Gregorio I, quien en el año 591 lo declaró así, y dicha noción se perpetuó durante siglos. Sin embargo, en los textos bíblicos no hay referencia a que María Magdalena fuera una prostituta o una pecadora. No lo dicen ninguno de los evangelios del Nuevo Testamento. De hecho, las únicas sugerencias de una posible mala reputación vienen en los textos de Marcos y Lucas, que se refieren a los demonios que fueron expulsados ​​de ella.

Con toda la evidencia reunida, es fácil concluir que María Magdalena ha sido víctima de un crimen contra su reputación a lo largo de 1.400 años. La Iglesia Católica «limpió» su nombre en 1969, mientras que el papa Francisco la nombró formalmente como «apóstol de los apóstoles».

Al final, María Magdalena fue una mujer cuya verdadera identidad, si se llegase a conocer, podría desestabilizar los cimientos del cristianismo.